𝐜𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨

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Demonios.

Veía la noche estrellada. Grisáceas nubes abordaban entre las estrellas, ocultándonos la iluminación de la luna, pero al menos aquí en este horizonte frente al mar, habíamos establecidos un campamento con bastante luz, que podría despejarnos de la oscuridad. Habían añicos alrededor, añicos de esos trozos metálicos que se habían detallado frente a nuestros ojos. Esto era lo que me hacía sentir vivo, lo que me hacía sentir que era un soldado fuerte. Veía mis hojas, establecía que pudieran estar correctamente colocadas en mi equipo de maniobras tridimensionales, pero, no era necesario hacerlo con este temerario hombre casi ahogado en el agua, a quien sostenía por su uniforme blanco. Los demás soldados observaban con curiosidad, inclusive mi escuadrón, esos que yacían arriba de la colina con sus armas, sin creer el desastre que se había transformado en medio de esta noche. Pero, no era yo el único soldado móvil que estaba inmovilizando a esos bastardos con orina de cerdo en sus cerebros. Creí que las piernas me temblarían, pero no fue así. No fue como ese día, como ese jodido día en donde ese barbudo hombre me hizo vivir un infierno. No olvidaba su rostro. No podría olvidar a ese hombre, era por eso, que en este instante, tenía tantas represalias, porque mientras caminaba para excluir a ese hombre, no dejaba de recordar el sonido estruendoso de esos reclutas yendo al infierno más ardiente, a una muerte segura que ese titán bestia disfrutó.

Incluso, la sangre de ese día, pareció haber manchado mi juicio. Todo ese gran montón debajo de mi, me pedía que sus muertes no hayan sido en vano, porque yo había sido el único ileso en sobresalir de ahí con vida y aún así, fallé con mi último encargo, era por eso, que no podía cerrar los ojos en las noches, antes de sentir como el aura del demonio que vivía en mi interior desde hace mucho de pelear fuera de las murallas, me susurraba al oído que destruyera todo. Pero no, hoy no temí y mucho menos seria ese día. Hoy sentí que tenía más poder que nunca. Solo eran vagos pensamientos, porque era la primera ves en ver un barco enemigo tan cerca, me hizo sentir y creer que por algún instante, estaríamos en desventaja, pero el hecho de que hayamos utilizado al titán de Eren a nuestro favor, nos hizo esta maldita tarea tan fácil. Giré mi mirada atrás, allí en la entrada al mar, donde podíamos ver la gran altura del titán de Eren, con esos ojos verdosos brillando fuertemente, él veía directamente los barcos que casi había volcado, examinando que no hubiera nada que pudiera lastimar a nuestros soldados, aquellos que reciban todo. Aquel inconsciente hombre tosía, el agua sobresalía de sus garganta, dejándole respirar libremente. Con poca delicadeza lo dejé arrastrado en el suelo, girándome para poner una pierna sobre su pecho.

—Buenas noches, has sido el primer elegido para revolcarte en el fango como un contento cerdo.—musité, viendo como parpadeaba, abriendo sus ojos para esclarecer la vista, pero aún seguía aturdido.

—Levi, así no se debería tratar a nuestros invitados.—comentaba Hange, llegando a mi lado.—Los demás soldados empiezan a denegar, pero solo uno ha podido utilizar una especie de comunicación desconocida para alentar a un próximo barco venir. Hay que estar preparados.—me murmuraba ella, haciéndome mirar hacia donde estaba Eren.

—Confió en que él lo tendrá controlado desde allá. Esta muy ansioso de conocer a la gente fuera de las murallas.—decía yo, para girarme hacia ese rubio hombre.—Oye, levántate. No tenemos tiempo, para cuando decida ahogarte nuevamente, ya no habrá nada que pueda sacarte. ¡Levántate!—le pedí, sacudiéndolo, viendo como empezaba abrumarse ante vernos.

—¡Ah!—grito, intentando de alejarse, pero pise más fuerte su pecho, viendo como con sus manos intentaba de empujarme.

—No me toques con esas sucias manos que acaban de llenarse de tierra, manchas mis zapatos.—le decía, fríamente.—¿Qué, ya vas hablar? Puedo darme mi tiempo para merendar.—comente, viendo como temblaba.

𝐒𝐎𝐋𝐃𝐈𝐄𝐑 𝐖𝐈𝐍𝐆𝐒 ──𝐋𝐞𝐯𝐢 𝐀𝐜𝐤𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora