¿Qué hay después de la muerte? Ese es un misterio sin resolver que todo el mundo se pregunta. Nuestro protagonista sufre un accidente de tránsito, lo cual lo transporta a un mundo de fantasía digno de cuentos y libros. Él, emocionado decide dejar at...
Me desperté después de haber estado toda la noche pensando en aquella conversación con la princesa Daiana. Era muy pronto y yo no había conseguido pegar ojo. Había quedado con Kharl al amanecer, y por el color del cielo que se veía por la ventana indicaba que no debería faltar mucho para que me viniera a buscar, así que me preparé y esperé a Kharl.
Tocaron la puerta.
— Earin, ¿estás despierto?
— Sí, ahora salgo.
Respiré profundamente, me levanté y salí de la posada.
— ¿Has podido descansar? — Me preguntó.
— No mucho.
— Bueno, tenemos un largo viaje así que aprovecha para descansar en el carruaje.
— Está bien.
Caminamos un rato por la capital, pese a ser tan pronto ya se veía a la gente prepararse para un nuevo día de trabajo.
"¿Cómo se despertarán sin alarma?"
Kharl se paró enfrente de una tienda, cuyo cartel decía: "Herrería del Mar".
Entramos. Había un montón de armaduras, escudos y armas de todo tipo y tamaños expuestas por toda la tienda.
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— ¿Estás ahí, grandullón? — Dijo Kharl.
"¿Grandullón?"
— Aquí estoy, calvo. ¿Qué es lo que necesitas esta vez? — Contestó alguien dentro de la sala, mientras salía para vernos.
"Es enorme"
El sobrenombre de grandullón se quedaba corto para definirle. Medía uno tres metros y era muy musculoso, tenía los ojos verdes y el pelo castaño. Era gigante y a simple vista no podía decir si simplemente era muy grande o era un gigante.
— Quiero que me des lo mejor que tengas para mí y para el chico y también quiero que veas si puedes reparar esta espada lo más rápido posible.
— Déjame ver. — El gigante se acercó y sus manos agarraron la espada. Se puso a observarla con mucha atención. — Dadme media hora.
Se llevó la espada adentro y se empezaron a escuchar ruidos de máquina. Me encontraba algo nervioso por si la rompía. Mientras que Kharl, por el contrario soltaba algún que otro bostezo.
— Después de una hora, el herrero volvió con algunas cosas que recogió Kharl.