Capítulo 13

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"No había actuado bien".

Reconoció un rato después de que la neblina de la desconfianza y del miedo se esfumara y le dejara un mal sabor de boca a su paso. Había desconfiado de su intención, y le había tratado de una manera tan descortés que seguramente había rozado lo vulgar.

Aunque se había excusado con que su amistad había muerto hacía cinco años, no había sido el mejor proceder cuando conocía realmente su situación. ¿Qué le podía haber pasado si hubiera empleado una palabra amable? ¿Si le hubiera dado un poco de su apoyo? ¿No era lo que había criticado siempre, dejarse llevar por los chismes maliciosos?

No estaba orgullosa consigo misma, se dijo.

Ni siquiera la música que seguía sonando para los invitados le levantó el ánimo que se había convertido aciago. Había pasado minutos o horas desde su mal encuentro y decidió que, si quería tener cierta paz, debía disculparse. Harry no había merecido de que desconfiara sobre su persona. Ni que fuera el mayor desalmado de los hombres. Él no era así, y con su ataque verbal, parecía que había sido lo contrario. Lo había atacado. No había justificación para ello.

Se había acercado para tener precisamente esa paz que tanto le era tan esquiva en esos momentos. Seguramente no le era fácil aceptar que su esposa lo había abandonado. Darse cuenta de su tropiezo, no le hizo sentir mejor y un nudo se instaló en su estómago, haciéndole quitar el apetito que ya de por sí tenía poco. Les dijo a sus padres una excusa, alejándose de ellos y comenzó a buscarlo. Comprobó un rato después de que no estaba afuera, que ya había comenzado a refrescar, aunque eso no era motivo suficiente para que los presentes se fueran. No estaba con lady Portdown. No desistió en su búsqueda. Cuando reconocía su error, no era la típica persona que se rendía con facilidad y se echaba para atrás. Además, aún persistía el malestar. Entró por la puerta trasera que se topó con algún criado que otro de los Higgins. Se disculpó, y fue buscándolo sutilmente.

Quizás, se había ido, a medida que descubría que no estaba en cada estancia que pisaba. La cocina, el comedor, la salita, el solárium. Le faltaba por mirar en las habitaciones y en la biblioteca. Justo cuando colocó un pie en el primer escalón, oyó como unos golpes. Secos. Extrañada, pensó que se los había imaginado. Hasta que oyó más y más continuado. Con el miedo recorriendo por sus venas y un pitido persistente en sus oídos, se aventuró a acercarse. ¿Pudiera ser alguien que se esté lastimando?

¿Pudiera ser ese alguien Harry?

Ya no pudo más y, en un arrebato, abrió, topándose con una imagen que se le quedaría grabada en su mente durante mucho tiempo, y no para bien.

No era una ignorante respecto a lo que pasaba en la intimidad entre un hombre y una mujer. Incluso, los animales eran seres que por naturaleza lo hacían. Las recién casadas lo comentaban entre susurros y, a veces, entre susurros llenos de espanto o de risa. Así que no tendría que haber sido tan "horrible" si lo hubiera presenciado. En in situ. Si no fuera porque en tal acto, participaba alguien muy conocido para ella y había entendido que "no" era su amigo. No se fijó en el rostro de la mujer, porque sus pensamientos no se centraron en ello.

No fue consciente del grito que se le escapó al momento de verlos, ni esos segundos que tardó su mente en asimilarlo hasta que profirió el grito que delató a los amantes y como se despegaron. Se largó de allí, sabiendo que su presencia estaba de más y no era quién para "interrumpirlos". No era quién. Aun así, se sentía ultrajada como si le hubiera clavado una puñalada a ella. ¡No era su esposa! ¡No era quién para reclamarle! Se llevó una mano a la boca, todavía atónita por lo que había visto y no se iba de su mente.

¡Catherine!

No supo por qué se detuvo. No tenía por qué huir, pero lo había estado haciendo. Se clavó las uñas en sus palmas. Mas no estaba preparada para mirarlo.

- Deberíamos hablar...

Su voz ronca la atizó. Más cuando sintió su contactó que esquivó y lo miró con los ojos bien abiertos. Harry torció los labios en una mueca y se despeinó más con los cabellos aún revueltos. No presentaba una imagen decente.

Claro, sí estaban copulando como conejos.

Las mejillas de Catherine se encendieron sin poderlo evitar y se abrazó a sí misma. Se sintió como una estúpida.

- No tiene por qué hacerlo.

- Catherine - quería gritarle que no pronunciara su nombre, pero no lo hizo, queriendo saber cómo continuaría -. No debiste haber entrado y ...

- Perdón porque no había un cartel de no interrumpir en la puerta- no evitó tampoco que su voz sonara sarcástica -. Si lo hubiera sabido, no lo habría hecho. Tenlo por seguro. Además, no me debe ninguna explicación. No soy su esposa. No soy nadie importante para usted.

Harry maldijo por lo bajo y acortó la distancia entre los dos y la cogió de los brazos, atrayéndola a su cuerpo. Estaba avergonzado, frustrado y malditamente rabioso consigo mismo. Ver a su antigua amiga no mirándole con buenos ojos, era echar sal a la herida. Igual que un momento antes cuando había malinterpretado su intención. Ahora no era el mejor de los hombres. ¿Por qué se tenía que sentir culpable cuando su esposa lo había engañado? ¿Por qué tenía que disculparse? ¿Por qué se sentía tan deplorable?

- Maldita sea. ¡Eras mi amiga!

Catherine intentó zafarse de sujeción, de sus brazos, de su cercanía. No pudo más y sintió calor. Por el esfuerzo o por algo más, que no quiso reconocer. Porque no trató más de zafarse, siendo atrapada por una telaraña invisible. Se quedó inmóvil. Paralizada. Aunque por dentro un vendaval la estaba azotando. Porque quería gritarle, apartarlo de ella. Quería arañarle su atractiva cara. Quería, por encima de todo, que la abrazara y le hiciera borrar lo que había visto de él y de esa mujer.

No hablaron mientras sus corazones latían con fuerza y respiraban agitadamente, sintiendo que no eran inmunes como creían. Sus frentes se tocaron sin dejarse de mirar o percibir la respiración del otro. Más no duró mucho tiempo porque la realidad regresó a ellos, o porque la cuerda estaba a punto de romperse.

Harry, confuso, fue el primero que rompió el contacto y dio un paso hacia atrás.

- Perdóname.

No musitó más palabra que aquella cuando comenzó a alejarse. Ni ella lo hizo, temblando a más no poder.

No soy como ella (Volumen 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora