Capítulo 21 (breve)

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Se había quedado dormida, pensó antes de despertarse y erguirse. Escudriñó la mirada y se percató de que aún no había amanecido, aunque estaba segura de que pronto lo haría. Con lo cual, tarde o temprano, un criado entraría y... los vería. Giró el rostro hacia el hombre que aún dormía plácidamente, ajeno a su preocupación. Claro, él no pasaría vergüenza alguna si los pillaran.

- Despierta, Harry- le susurró demandante.

El susodicho no estaba por la labor de despertarse porque murmuró algo ininteligible que ella no entendió, ofuscada. Lo miró con enojo y lo zarandeó para que despertara. Fue inútil; era como despertar un oso en hibernación. Apoyó la barbilla en su mano mientras intentó buscar la manera de despertarle, aunque le dio remordimiento al reconsiderarlo. El pobre se había quedado despierto toda la noche, normal que se hubiera rendido y no quería mover ni una pestaña. Pero claro el único responsable había sido él, por meterse en donde no le había llamado.

No debes ser dura con él, te gustó que se quedara y no se haya ido en toda la noche.

Era verdad, tuvo que reconocerlo, mordiéndose el labio. Había sido demasiado persuasivo y convincente. Con sus besos y caricias. No llegaron a más porque se lo había pedido, asustada por su voluntad que estaba a un resquicio de romperse, de no saber diferenciar entre la sensatez y el deseo. Por su parte, no insistió, sino que se quedó abrazándola. Para su sorpresa, le pidió que le contara qué había hecho durante los cinco años.

- Quiero que me cuentes todo lo que te ha pasado este tiempo que no supe de ti.

Le quiso replicar que no tenía ese derecho, más se contuvo en darle esa réplica mordaz y fue contándoselo. A principio a regañadientes, mas unos minutos tarde, dejó el rencor a un lado y se lo contó como en los viejos tiempos cuando hablaban sin que el tiempo pareciera avanzar. Había echado de menos esas charlas, con él, de que la escuchara y le preguntara, por su vida, por cualquier nimiedad. Le preguntó por su madre, por su hermana Alice a quien ella adoraba. Le sorprendió de que se acordara ciertas cosas de su vida, le sorprendió, pero más receló de su intención. Aun así, no volvió a besarla o persuadirla, y le dijo como si le hubiera leído su recelo.

- Quiero aprovechar el tiempo que he perdido contigo. Esas cartas que debí haber escrito y no escribí. Además, siempre nos contábamos nuestras cosas, ¿por qué ahora no? No me quites ese placer, Catherine.

No se lo quitó, pero el cansancio fue superior a ella y algún momento de la noche se quedó dormida en sus brazos. Él, también, lo había hecho porque dormía como un lirón. Suspiró e intentó nuevamente a que se levantara.

- Harry, vamos - se le escapó un gritito cuando tiró de ella y la hizo tumbar de espalda.

- Shhh, no grites - le susurró roncamente y refugiándose en su cuello.

¿Por qué tenía que tener la voz más sensual que había escuchado en la vida?, gimoteó en silencio. ¡No era justo! Encima, como un gato, fue desperezándose, pero sin irse de su cuello, haciéndole sin querer cosquillas con su nariz.

- Basta, me estás haciendo cosquillas - le chistó en voz baja, dándole un golpecito con el puño en el hombro que no se enteró, ni se molestó.

- Estás muy suave - le respondió sencillamente -, y calentita.

- Cógete una manta y te envuelves con ella.

Oyó su mueca y lo miró, notando su mirada en ella. Se sonrojó.

- Eres la dulzura en persona - el muy... suspiró como si le hubiera quitado su "manta".

- ¿Así? Pues no me importa - replicó casi ofendida y lo intentó empujar para que se quitara de encima.

Jadeó cuando se medio levantó y la arrinconó entre sus brazos, tumbándola de espalda. Sus cabellos caían sobre sus ojos entrecerrados y oscuros por el sueño y la cercanía íntima de sus cuerpos. Ambos estaban vestidos, pero aun así, era como si ardieran y las prendas eran muy molestas. Fue a más, cuando se rozaron, no fue inocente el movimiento, notó la prueba de su deseo y no era algo fácilmente de ignorar.

- Harry...

¿Qué quería decirle? ¿Qué parara o continuara? Se mordió el labio cuando repitió, y no lo esquivó.

- No me iré sin mi beso de buenos días - la tanteó, rozando ahora sus labios sobre los suyos, sin llegar a tocarlos.

- ¿Si te lo doy, te vas? - estaba a unos milímetros.

Sus palabras le hicieron detenerse.

- Palabra de los Chesterfield.

Lo miró y alargó el tiempo. Le dio un casto beso en su comisura, provocando que él enarcara una de sus cejas rubias. Se quedó abrumada por su mirada que ya de por sí era intensa e intentó ser convincente en su postura.

No podía, ni debía ceder.

De verdad, ¿qué te quieres marchar?

- Ya está.

- Eso no ha sido un beso.

- Ha sido mi beso - le corrigió sonrojada; él tenía razón -, y puedes darte por satisfecho.

Se quedó sin aliento cuando él acarició sus labios con sus dedos.

- Nunca me daré por satisfecho, Catherine.

Se levantó, costándole el esfuerzo por hacerlo.

- Ya deberías saberlo.






No soy como ella (Volumen 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora