- ¡Enhorabuena! Es una feliz y grandiosa noticia.
La futura madre le sonrió y cogió su mano a través de la colcha. No había podido erguirse ya que seguía algo indispuesta, y no quería que cualquier movimiento la impulsara a echar el contenido. Había avisado a su amiga de la nueva, y como antes no le avisó sobre su compromiso, quiso compensarle con aquella noticia.
- ¿Qué me dices de ti? - le preguntó Ophe cambiado de tema -. Has estado un mes en la ciudad y no me has dicho nada sobre el viaje con lady Portdown.
Era cierto que aún no le había comentado sobre el viaje, ni sobre Chesterfield. Se había reservado en no hablar sobre ello, quizás para que no le vinieran los recuerdos, ya que le estaba costando más y más el tener la esperanza de que lo vería pronto.
- Un mes que ha pasado volando. Estaba muy grave Ha... Lord Chesterfield cuando habíamos llegado. Lady Portdown estaba nerviosa como todos. Afortunadamente, se pudo recuperar.
- ¡Qué miedo! Me dijeron que fue por un constipado. Pero quién sabe si no fue la pena lo que le produjo esa enfermedad al enterarse del abandono de su esposa con otro.
Catherine tragó saliva con dificultad.
- Puede ser que fuera uno de los motivos - ¿Si esa pena hubiera regresado? Quizás cuando estuvo allí, su presencia posible habría sido una distracción para él.
Cabeceó, Harry no era ese tipo de hombre. Se reafirmó y cogió el colgante, jugueteando con él sin llegar a sacarlo de su escote.
- No es muy fácil para un hombre aceptar el fracaso de su matrimonio y menos que su mujer le fuera infiel. Horrible, lo que habrá padecido ese caballero.
- Ophe, ¿no quieres que me vaya y te dejo descansar?
- No, no, no. No me molestas para nada. Llevo días encerrada aquí, y necesitaba algún chisme que otro con los cuales entretenerme.
Catherine sintió una pizca de remordimiento y le devolvió el apretón.
- Habrás estado aburrida.
- Mucho y lo que me espera - sus palabras se contradijeron con la sonrisa que esbozó en sus labios -. Nadie dijo que fuera fácil.
- No lo es - deslizó su mirada hacia fuera, hacia el atardecer -. Aunque quiero quedarme, dentro de poco va a anochecer y querrás descansar o estar con tu esposo.
- ¿Me prometes que mañana vendrás? Soy sincera cuando digo que me aburro aquí estando el mayor tiempo encerrada.
- Te visitaré, Ophe. Cuídate.
Bajó los escalones y salió de la casa de los futuros papás. Sinceramente, se alegraba por ellos, por esa dicha innata que era recibir la buena esperanza de su unión. Bien cierto era que estaba contenta por ella, no obstante, no pudo evitar que la envidia la mordiera. Ella no tenía que esperar un día más a que su marido regresara porque lo tenía en su casa, cuidándola.
Caminó ligera, intentado que la envidia no se transformara en nostalgia y tristeza, alejándose de esa felicidad bonita que había presenciado en su amiga.
Continuó caminando. No quería preguntarse a cada rato si iba a haber otro nuevo día que tuviera que esperarlo sin que se presentara y la ilusión se disolviera con su ausencia.
No se percató, pero no fue el viento lo que hacía que le escocieran los ojos. No era el viento lo que le causaba irritación. No lo era.
No podía quejarse; tenía sus cartas. Tenía su promesa. Solo que...
Se detuvo en sus pasos y sus hombros temblaron, desolada. A punto de derrumbarse.
Solo que quería que estuviera a su lado, la abrazara y le dijera que la pesadilla había terminado; volvía a por ella, no había más razones por las que estar lejos. Le daba igual si aún no seguía libre de las ataduras.
Lo quería a él.
Se llevó las manos al rostro y las empapó con sus lágrimas que salían a borbotones sin que nadie, ni ella misma, pudiera pararlas.
Tenía miedo de que finalmente había sido un sueño, un sueño que solo estaba ella, sola.
Lo añoraba mucho. Los cinco años se habían convertido en un pálido recuerdo cuando realmente ahora se sentía desfallecer.
Vendrá a por ti.
¿Y si no venía? ¿Si había dicho de luchar por su matrimonio?
Debía ser fuerte, como lo había sido antes. Manoteó las lágrimas, enfadada consigo misma. Solo que no llegó a despachar las lágrimas. Porque se quedó congelada.
¿Y si se lo estaba imaginado?
Susurró su nombre cuando a unos pasos se detuvo enfrente de ella, mirándola, como si quisiera grabar su imagen.
Había vuelto.
La mirada se le empañó porque más lágrimas anegaron sus ojos. Sintió su calidez, su fuerza, su seguridad cuando la abrazó y la atrajo a él.
- No llores, por favor. Me partes el alma al escucharte llorar.
- ¿No estoy soñando? - su pregunta apenas se oyó porque su cara estaba oculta en su abrigo.
- Estoy aquí, Catherine. Te prometí que regresaría.
Le respondió al abrazo, agarrándose a su cuello.
- No te vayas.
- Ya no me iré, pequeña - notó sus dedos en su barbilla y, temblorosa, lo miró a los ojos -, cuando tengo una razón importante por la cual quedarme.
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No soy como ella (Volumen 2)
Historical FictionA veces el azar caprichoso o el destino marcado desde que uno nace, no le da opción a elegir, siendo una marioneta de unas manos que desconoce. Sin embargo, el amor, nadie elegía de quien se enamoraba porque en el corazón nadie mandaba sobre él. L...