—¡Ya voy! —Grité mientras me ponía la ropa rápido para ir a trabajar. Me puse los calcetines al revés pero no le presté atención en lo absoluto.
—¡Apurate, hay que abrir! —dijo mi tía desde su pieza.
Resoplé mientras me ponía el delantal y el pequeño sombrerito color crema para bajar rápido por las escaleras.
Abrí la puerta saliendo al salón principal de la cabaña que se trataba de una cafetería. Hoy era el día de descanso de mi tía así que la biblioteca que quedaba en el sótano de la cabaña iba a tener que estar cerrado hoy, puesto que yo no iba a poder trabajar en ambos lugares a la vez.
Me dirigí a la puerta y giré el cartel para dar a entender que nuestro negocio había sido abierto. Si bien, eran las siete de la mañana, la gente venía a tomar café o té.
Estábamos en vacaciones y las personas solían venir mucho a este lugar así que era momento de ponernos las pilas. Casi todos venían al lado a esquiar en la nieve o montar en el teleférico. Yo también lo hacía cada año con mis padres, hasta los catorce, cuando ellos murieron al dirigirse de regreso a casa, luego de haberme dejado aquí en la cabaña para pasar las vacaciones con mi tía.
—Un expreso —pidió un hombre parándose delante de la vitrina.
—En seguida —dije con una sonrisa comenzando a prepararle el pedido.
Digamos que tuve mucha mala suerte, pero he tratado de ver todo de la mejor manera. Quiero decir, lloré mucho en su momento y aún hay rebuscadas noches en las que lloro en mi habitación o en el balcón de mi cuarto. Aun así, he sabido superarlo y seguir mi vida... más o menos.
—Tenga —dije dándole el vaso plástico con una servilleta para evitar que se quemara los dedos—. ¿Algo más?
—Así está bien —dijo y se fue a sentar a una de las mesas. La cabaña era un lugar muy hogareño, conformado por mesas y sillas de madera, como casi todo el lugar; también contaba con chimenea para traer un poco del calor que se ausenta con el invierno.
Desde mi lugar observo como el hombre empieza a tomar su bebida caliente, mientras yo trato de mantenerme despierta del otro lado de la vitrina.
Terminé la secundaria el año pasado. Lamentablemente no tenía dinero para pagar la universidad y no alcancé el puntaje para entrar becada. También me deprimió un poco eso, pero ahora estoy trabajando con mi tía, y estoy haciendo mis propios ahorros para entrar a la universidad.
Tengo la suficiente fe en mi misma como para saber que lo voy a lograr. Tenía muchos valores como para no lograrlo, tales como responsabilidad, respeto y tolerancia. Por eso me iba tan bien con los clientes.
Abrí mucho mis ojos al ver a Carolina entrar a la cafetería sacudiendo su sedoso cabello rubio. Ella era sin duda una diva.
—Oh, Dios... —musité al mismo tiempo que un pibe que no había notado frente a la vitrina—. Uy, disculpá. ¿Qué se te ofrece?
—Uh. Dame un café pero que no esté caliente, odio quemarme la lengua..., ¿puede tener espuma? Me agrada la espuma o más bien la sensación de la espuma en mi boca, aunque dure muy poco. Por cierto... este lugar es increíble —dijo y reí un poco al notar lo mucho que hablaba.
—Por supuesto —dije anotando en la libreta.
—¿Ella no está en el menú? —Preguntó y ambos reímos—. Soy Mateo.
—Soy Amber. —Sonreí y él imitó mi gesto. La verdad es que era un pibe re lindo—. Espera en la mesa.
Tras mi sugerencia, él asintió con la cabeza antes de irse a sentar.
Poco a poco la cabaña se fue llenando. Esta mañana me levanté tarde y me puse las medias al revés, pintaba ser un día horrible, pero ahora sí me estaba emocionando. ¡Que empiecen las vacaciones!
Les juro que esta no la voy a borrar jajajaja.
¡Estoy muy emocionada de traer esta fic de vuelta! Sin importar si alguien leyó los únicos cinco capítulos que publiqué antes de que mi cuenta anterior fuera eliminada. Esta fic me gusta mucho y no sé por qué no le había dado la oportunidad de subirla nuevamente antes.
Simplemente espero que les guste mucho. Mañana maratón<3