—El agua está muy, muy fría —dijo Mateo mientras pasaba sus dedos por su cabello, temblando un poco.
Sus labios incluso se veían un tanto pálidos.
—¿Café caliente? —pregunté.
—Sí, creo que será necesario. —Suspiró, pasando sus manos repetidamente por sus brazos.
—¿Y no tienes abrigo? —pregunté mientras servía el café.
—Con espuma —pidió rápidamente, a lo que asentí riendo—. Sobre mi abrigo... se me mojó anoche.
Terminé de preparar el café y se lo di.
—Gracias..., no me voy a quemar la lengua ¿o sí?
Negué con la cabeza rápidamente; se lo había dejado en un estado que le brindaría calor pero que no le quemaría la lengua.
—Y... ¿por qué se mojó tu abrigo anoche si no estaba lloviendo? —Pregunté atenta a que todos los clientes estuvieran tranquilos y no necesitaran mi servicio.
—Eh... no lo mojó la lluvia —dijo y alcé una ceja.
—¿Entonces? —Lo invité a seguir.
—Se me cayó al inodoro —dijo a lo que arrugué el gesto por su intento de chiste, pero cuando su expresión se mantuvo seria me di cuenta de que quizá no era un chiste.
Traté de contener mi risa mordiendo mi labio inferior, pero aun así la carcajada escapó de mi garganta.
—No podés ser tan boludo —me burlé.
—¡Ya llegué! —dijo mi tía bajando las escaleras.
—Uy, casi que no —dije sacándome el sombrerito y el delantal.
—Hola —saludó Mateo a mi tía.
—Hola —respondió ella sonriente—. ¿Necesitás algo más? —preguntó con amabilidad.
—No, está todo bien —dijo él.
Yo solo empecé a caminar para abrir las puertas de la biblioteca rápido ya que no había abierto antes.
—¿Necesitás ayuda? —cuestiona Mateo.
—Alto ahí —dije al ver que iba a entrar.
Él alzó una ceja y yo miré su café, dándole a entender por qué no podía entrar.
—¿En serio? —preguntó irritado.
—Sí —dije con la obviedad rayando el tono de mi voz. Luego, dejándolo allí, me di la vuelta y me fui al escritorio.
Me senté en la silla frente al mueble de madera y comencé a sacudir un poco. Minutos después, Mateo había entrado y estaba re curioso inspeccionando alrededor de la biblioteca.
También los adolescentes ya habían llenado los computadores y algunas personas leían libros en silencio, sentados en los cómodos sofás.
—Buen día —dijo Pedro entrando.
—Hola. —Sonreí—. ¿Quieres continuar leyendo?
—Por favor. Toda la noche estuve pensando en lo que iba a pasar hoy y, si no abrían la biblioteca iba a terminar hundiéndome en la nieve hasta morir de hipotermia, aunque de todas formas habría muerto de curiosidad antes de llegar a enterrarme en la nieve —dijo y yo reí.
Como sabía que él iba a volver por el libro, no lo había vuelto a poner en la estantería sino que lo había guardado en mi escritorio. Me incliné un poco y saqué el libro antes de dárselo.
—Gracias —dijo él y se fue a sentar apurado en el sofá.
Yo sonreí y me quedé inspeccionado desde mi puesto, todo lo que había en la biblioteca y me reí un poco al ver a Mateo mirando a lo lejos a Carolina, que extrañamente se encontraba aquí dentro de la biblioteca.
Él la miraba disimuladamente mientras fingía mirar libros. Me causaba demasiada gracia.
Disimulé mi asombro cuando vi como la rubia se acerca de a poco a mí con una sonrisa.
—¡Hola! Necesito comprar un libro...
—Hola —sonreí—. Genial, ¿cuál necesitas?
—Uno de biología muy específico, espero lo tengas —pide y yo asiento—. ¿Qué tal tu vida, Amber?
Sí. Yo conocía a la chica más diva de todo el pueblo, aunque es obvio es un pueblo muy pequeño. Carolina y yo estudiamos juntas, pero no hablamos desde que nos graduamos.
—Bien, Carolina —dije levantándome—. ¿Cómo se llama?
Ella me indicó el libro que necesitaba y, en efecto, lo tenía.
—Aquí tie...
—Uy, lo siento —dijo Mateo cuando apareció frente a nosotras "accidentalmente", tumbando el libro.
Yo me agaché a recogerlo al mismo tiempo que Mateo. Por un momento pensé en esas películas donde esto sucede; digo por un momento porque Mateo rápidamente alejó mi mano y agarró el libro primero.
Reí para mis adentros. Si esto fuera una película, definitivamente yo no sería la protagonista.
Lo miré mal mientras me levantaba pero reprimí una pequeña risa cuando vi que le pasaba el libro junto con una pequeña hojita blanca que obviamente contenía su número.
Ella le sonrió a Mateo y guardó rápidamente su número.
—¿Lo facturo? —Le pregunté.
—Por favor —pidió ella sonriente.
Ella me pagó el libro y se lo di junto con la factura.
—Gracias —me sonrió y tras guiñarle un ojo a Mateo, se fue.
En cuanto ésta cruzó la puerta, Mateo soltó un chillido de emoción.
—Boluda, me va a hablar —dijo contento.
—Esperemos que sí —dije sentándome de nuevo.
Sus ojos me inspeccionan con curiosidad antes de preguntar:
—¿Y a vos te gusta alguien?
Negué con la cabeza, desinteresada.
—¿Chica fría? —preguntó alzando una ceja divertido.
—No, solo tengo... cosas más importantes para enfocarme ahora —dije mirando que todo estuviera en orden.
—¡No!
Mateo y yo giramos a mirar de dónde había provenido el grito y nos encontramos con su padre mirando el libro con sorpresa.
Sonreí y le hice una seña para que guardara silencio. Pedro asintió avergonzado, provocando que luciera muy tierno frente a mis ojos.
Había algo en ellos que me gustaba mucho.
Tercer cap y a mí de verdad me encanta esta historia. Muchas gracias por leerla<33