Amber
—Por aquí..., no, sentate por aquí... —les indicaba a los niños donde sentarse.
La verdad que me parecían de lo más tierno. A algunas personas se les hacían insoportables, pero a mí me encantaban los niños. Quizá era debido a que no me la llevaba con los jóvenes.
—¡Hola! Tanto tiempo sin verte... —Traté de decir pero fui interrumpida por sus palabras.
—¡Él estaba vivo todo este tiempo! —grita abriendo mucho los ojos en clara muestra de sorpresa, sacándome una risa—. Te juro que no lo vi venir, a últimas creí que su madre era la culpable... ¿vos lo viste venir?
—En realidad... no había terminado ese libro; acabás de contármelo todo. —Lo digo con una sonrisa.
—Uy, perdoname, pero si no hablaba de esto con alguien iba a explotar. Traté de hablar con el pelotudo de Mateo pero pareciera que no tuviera neuronas ese pibe... no entendía nada de lo que decía... En realidad, parecía tener la mente en otro mundo.
—Estoy aquí yo —dijo Mateo detrás de su padre, no lo había visto—. Pero gracias.
Su padre rodó los ojos mientras Mateo se adelantaba con Emilio.
—¿Dónde lo siento? —cuestionó Mateo.
Mateo se veía tan lindo que se sentía como si hubiera un cambio en él, pero no lo había.
—Allí... —le indiqué un asiento y él fue a dejar al nene en la silla.
Pedro y yo nos quedamos mirando la tierna escena frente a nuestros ojos. Mateo y Emilio charlaban, y el primero le susurraba cosas al oído mientras el otro asentía. Por un momento me pregunté, qué se sentiría tener una hermana mayor, una que no me hiciera sentir tan sola como me siento sin mis padres...
Los ojos se me mojaron y maldije por dentro cuando Mateo se giró hacia mí. Algo confundido se acercó y yo traté de despejar mis ojos de las lágrimas, sin permitir que éstas cayeran por mis mejillas.
—¿Estás bien? —preguntó.
—Sí... solo... recordé algo... —Su rostro pasó de confusión a preocupación, así que agregué—: No es nada, en serio...
—Si vos lo decís. —Fue lo único que dijo, aunque sé, por su expresión, que no me creyó en lo absoluto.
Agradecí profundamente que no siguiera con el tema, que entendiera el mensaje y es que no quería hablar al respecto.
—Yo me voy, más tarde Mateo vendrá por él, ¿sí? —dijo Pedro y asentí con gesto desdeñoso. Con una sonrisa, salió por la puerta de la biblioteca, dejándome a solas con su hijo.
—¿A qué horas salen? —preguntó Mateo.
—A las... —Miré la hora, ya iban a ser las dos—, cinco.
—¿Sí? ¡Que piola! No creí que fuera tanto tiempo. Digo, capaz en una guardería cuidan tanto a los niños, pero... esto es una biblioteca, ¿sabés? Bueno, obvio que sabés, vos trabajás aquí. En fin, creo que entendés a lo que me refiero. —Creí que había parado, pero sin tiempo a responder, violvió a hablar—. Está piola porque así me da tiempo de... bueno, de tiempo libre, sin tener que estar cuidando a Emi, y tener vida libre de hermanos menores y responsabilidades, lo que sea... Capaz en un rato voy a...
—¡Hola!
Me giré a mirar de quien era el eufórico saludo y se trataba de nada más y nada menos que David, quien había inscrito a su hermano en el curso. Se veía bastante lindo hoy, de por sí que era un pibe muy fachero.
—Hola —correspondí su saludo con una sonrisa amable.
Un carraspeo nos hizo girar a los dos para mirar a Mateo.
—Hola —saludó él también, pero fue olímpicamente ignorado por David.
—Aquí está Mario —dijo y vi al pequeño sonriente.
—¿Qué onda? —Le ofrecí mi mano para que chocara los cinco y así lo hizo.
—Creí que iba a llegar tarde... —Soltó un suspiro de alivio y yo sonreí.
—Por suerte no fue así. En cinco minutos empezaremos. —Dije y vi por el rabillo de mi ojo a Mateo rodando los ojos.
—Dale. Voy a sentarme con Mario, ¿puedo estar aquí, no es así? —preguntó y yo alcé ambas cejas por la sorpresa.
—¡Claro que sí! Dale, sentate donde querás... —dije y él ensanchó su sonrisa—. La verdad es que casi nunca hay personas mayores porque... digo, creí que preferirías estar en la nieve o en cualquier otro lugar.
—No —rió—, creo que mamá quiere descansar de los dos...
—Cualquiera lo querría... —A pesar de que reía por el comentario de David, pude oír el murmullo de Mateo.
—No lo creo... —Fingí una sonrisa antes de que él fuera a sentarse en su asiento.
—Uy, pensé que no se iría nunca, habla tanto... —se quejó haciéndome reír.
—¿Lo decís posta? ¿vos? —dije ganándome un gesto altivo de su parte.
—Sí, ¿por qué? —preguntó con una ceja arqueada.
—Porque sos el que más hablás de toda Argentina. No. —Me corregí—. Del mundo entero en realidad.
—Sí, bueno, pero al menos no soy un cheto como ese...
—Dale, Teo. Ni siquiera lo conocés...
El ceño fruncido desapareció de su rostro y fue remplazado por una expresión de sorpresa.
—¿Cómo? ¿Teo?
Mordí mi labio en seguida, arrepentida.
—Se me escapó...
—No, no, no... Está bien, me gusta que me digás así...
Sin poder evitarlo mis mejillas ardieron de la vergüenza.
—Bueno...
—¿Dónde me siento? —preguntó Mateo, preguntándome esta vez a mí.
—¿Ah? Creí que te ibas a ir a disfrutar mientras Emilio...
—Boludeces —me interrumpió—. Prefiero estar aquí.
—Pero creí que...
—Olvídalo. ¿O te querés quedar con el tonto ese? —preguntó mirándome fijamente, cosa que me hizo preguntar si era o no un chiste.
—¿Sos joda? Estoy rodeada de niños...
—Bueno, si no te molesta, me quedaré...
—¡Okey! —dije un poco alterada por su forma de ser—Empezaré ya.
Hola!! Perdón por actualizar tan tarde, pero estuve más ocupada de lo que pensé que estaría. ¡Aquí tienen el primer cap!