Amber
Me removí en la cama y suspiré al sentir una calidez embriagando mi cuerpo. Se sentía tan bien...
Mi ceño se frunció al sentir como me abrazaban fuertemente, lo suficiente como para abrir mis ojos confundida. Bajo la vista viendo unos brazos morenos atrapando mi cintura. En seguida recordé que había permitido a Mateo dormir conmigo. Su respiración chocó contra mi cabello, y enseguida le quité las manos para salir de su agarre. Refunfuñó dormido pero estaba demasiado profundo como para protestar.
Me levanté de la cama mirando el sol radiante por la ventana. ¿Y mi alarma? Agarré mi celular para mirar la hora. No, no, no.
Eran las diez. Había despertado diez mil años tarde.
Abrí la puerta con cuidado de no hacer ruido y bajé las escaleras a toda marcha. Entré al cuarto de mi tía y no había rastro de ella, pero su cuarto estaba organizado. Cuando fui a la cocina me encontré con un par de platos en el lavado. Ya se había ido a trabajar.
Mi tía iba a matarme.
Tratando de tragarme mi histeria por el regaño de mi tía, subí nuevamente las escaleras y entré a mi habitación encontrándome de lleno con la imagen de Mateo profundamente dormido, revuelto entre las sábanas de mi cama.
Eso se veía raro.
Un momento. La puerta no tenía seguro...
¡Mi tía debió vernos!
¿Por qué no me mató? Él y yo juntos en una misma cama...
La pierna desnuda de Mateo se asomaba por un costado de la sábana y podía ver también su pecho desnudo.
Mis mejillas enrojecieron.
No quería que mi tía pensara que... eso... había pasado entre él y yo. Pero también me parecía vergonzoso ir y decirle: ¿Qué onda? ¿viste lo de esta mañana? No te preocupés, sigo siendo virgen.
Tomé aire y tratando de despejar mi mente, agarré la toalla y me metí al baño. El agua caliente era mi único consuelo en estos días tan fríos.
La verdad era que extrañaba el verano.
Lavé muy bien mi pelo y estando totalmente limpia, salí de nuevo del baño para vestirme. Mateo roncaba así que ni me preocupé por él, aunque de igual forma me vestí con afán.
Comencé a peinar mi cabello frente al espejo y a maquillarme un poco...
Un ringtone desconocido comenzó a sonar a mi lado. Ni siquiera había notado ese celular ahí. Por supuesto, era el de Mateo.
Kmi420
Fruncí el ceño. ¿Qué era eso? ¿el número de una placa?
Que forma más extraña de guardar los contactos.
Dejé que sonara sin importar si Mateo se despertaba o no. A la segunda vez que llamaron, pensé que podía ser importante, pero Mateo se veía durmiendo tan plácidamente que me dio pena despertarlo.
Contesté.
─Bue', una vida para contestar, truenito ─dijo un pibe del otro lado de la línea─. ¿Qué hacías? Garchando con esa rubia, ¿eh?
Ouh. Tomé aire para hablar, cuando él se adelantó.
─Venite, que estoy aquí donde tu abuelo...
─Mateo está durmiendo ─me apresuré a hablarle.
─La puta madre. ¿Sos la rubia? Que pena, boluda ─dijo riéndose.