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Amber

—No creo que vaya a salir... —dijo Camilo lo que ya rondaba por mi cabeza.

—Claro... —Me reí tratando de disimular mi decepción.

Pero qué me importaba a mí que hacía ese salame con esa minita.

—¿Te acompaño? —preguntó Camilo.

Asentí y subí con él dispuesta a ir a la cabaña, Camilo hacía pequeños chistes de vez en cuando, pero la verdad es que ya no estaba de muy buen humor.

—Gracias por todo —le dije a Camilo y sonreí—. Sos el mejor.

—Ya sabía —dijo él simulando arrogancia.

Me reí antes de despedirme de él y por fin entrar a la casa. Iba a saludar a mi tía pero oí como se reía con Catalina en su habitación. No tenía ganas de joderlas.

Subí directamente a mi habitación y me tiré en la cama. La verdad era que la había pasado piola, Camilo era muy chistoso y agradable, pero de todas formas estaba estresada. Me jodía que toda la salida hubiera estado detrás del culo de la rubia, no se despegó de ella ni un segundo en el centro comercial. Le tiré un par de chistes en el cine y ni me miró por estar chapándose a la otra. 

La cereza del pastel fue que no se despidiera ni siquiera. Entró con sus sucias intenciones a esa casa y ni un "chau" ni al menos un aviso de que se quedaba. Diez minutos Camilo y yo esperándolo como unos pelotudos. No, el pelotudo era él, no nosotros.

En un arranque de ira, agarré el celu y le escribí "Pelotudo".

Tiré el celular a un lado molesta para quedarme mirando el techo. El ruido de mi celular me despertó, debía haberme quedado mucho tiempo viendo el techo.

Agarré el celular y miré la hora, eran las diez; había dormido quince minutos.

"Abrime. Estoy afuera". Era Mateo.

Ni de joda, no le iba a abrir. Miré la lámpara encendida y la apagué de inmediato, para que pensara que ya me había dormido. No era muy falso, si no fuera por su mensaje, seguiría dormida. Y eso iba a hacer.

Agarré de nuevo mi celular dispuesta a ponerlo en silencio para dormirme, pero la entrada de un nuevo mensaje me dejó quieta.

"Ya vi que apagaste la luz, abrime".

Sentí el calor en mis mejillas pero le resté importancia. Incluso si sabía que no le abría porque no quería, no iba a cambiar de opinión.

"Dale, tarada".

¿Tarada? Me sentí tentada a responder su mensaje pero controlando mi respiración hice caso omiso y después de asegurarme de que el balcón estuviera cerrado, me acosté.

"No me voy a ir de aquí hasta que no abrás".

Bueno, nadie le iba a abrir y era claro que en algún momento se iba a ir, no es como si fuera a amanecer ahí a la merced de la nieve. Exactamente, se quedará diez minutos justo como Camilo y yo hicimos.

"Lo digo en serio".

Puse el celular en silencio y me acosté con la imagen de Mateo en puerta.

Empecé a dar vueltas por la cama tratando de conciliar el sueño. Diez y media logré dormirme. A las once volví a abrir los ojos. No podía parar de pensar que Mateo estaba ahí en mi puerta.

No merece ni tu amistad. Pensé.

Miré el celular pero me negué rotundamente a agarrarlo. Volví a dormirme. Once y cuarto volví a abrir los ojos. Fui al baño y me convencí de que eso era lo que me tenía así. Volví a dormirme. A las once y media bajé por algo para tomar, miré las escaleras, tentada a mirar si Mateo seguía allí. Subí nuevamente a la cama. La puta madre. Era obvio que se había ido, no podía estar allí después de hora y media. Más calmada que antes volví a acostarme, di vueltas por diez minutos y me dormí para volver a despertarme a la media noche.

No iba a ser capaz de dormir hasta que no mirara que Mateo ya se hubiera ido. Era solo porque quería dormir, porque dentro de mí sabía que él no podía estar allí aún, luego de dos horas... con este clima...

No me voy a ir de aquí hasta que no abrás. Lo digo en serio.

Con el corazón en la garganta bajé corriendo y abrí la puerta rápidamente. Mi pecho se infló y suspiré aliviada al no ver a nadie allí.

Me iba a entrar cuando escuché un suspiro pesado. Giré a mirar en la pared de la cabaña y todo el aire abandonó mi cuerpo al ver a Mateo allí, sentado en la nieve helada y con la espalda recostado en la madera. Su cuerpo estaba encogido bajo su húmeda ropa y estaba cubierto de nieve; el invierno no había dudado en consumirlo.

—¡Mateo! ¿Qué hacés ahí aún? —Exclamé en extremo molesta, solo que no sabía si con él por haber sido tan estúpido de haberse quedado ahí por horas, o conmigo por haberlo ignorado de esta manera.

Abrió sus ojos y le tomó un tiempo ubicarme. Estaba dormido. Los ojos se me humedecieron. Él sonrió.

—Creí que no ibas a venir por mí nunca, Ambar...

La puta madre. Sí que me merece. Merece mi amistad y todo lo que quiera de mí.





Holaaaaas. Les dejo este capítulo, bellas<3 las amo montones, montones, montones.

Gracias por los 1k votos!!!!<3

Snow ; TRUENODonde viven las historias. Descúbrelo ahora