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¿Qué?

¿Es una broma?

Me quedo mirando a Mateo a la cara, esperando notar un atisbo de burla en sus ojos o su boca tratar de suprimir una risa, pero no.

Mi corazón acelera el ritmo de sus latidos mientras mi cabeza intenta pensar con coherencia, lo cuál se hace difícil ya que se encuentra en blanco.

¿Irme con él?

Una imagen mía yéndome con él con mis maletas invade mi cabeza y no me puede parecer  más loco.

—¿Qué? —Es lo único que logro articular.

Mateo toma sus manos entre sí, nervioso, lo cual para este momento parece volverse contagioso.

—Sí, digo... Yo podría ayudarte a cumplir tus sueños en Buenos Aires.

—Pero... Es una locura...

—No, claro que no. Quiero que...

—Sí, claro que sí. Mateo, vos y yo apenas y nos conocemos... —digo y miro sus ojos esperando ver la culpa por el ocultamiento de su identidad, sin embargo, no hay nada...

—Lo sé, pero... siento por vos... tanto, tanto que es difícil explicarlo...

—Quizá nos estamos acelerando demasiado —sugiero cada vez más nerviosa.

Él me mira con incredulidad.

—¿No sentís lo mismo? —pregunta.

—No lo sé. Te quiero, posta —lo miro a los ojos, esperando transmitirle por medio de ellos mi plena honestidad—. Te quiero un montón, y quisiera que pudiéramos estar más tiempo juntos para conocernos más, para tener más confianza entre nosotros. —Insisto—. Irme a Buenos Aires por vos es... —suspiro— un montón. A-además, ni siquiera tengo dinero para irme a vivir allí...

—Dije que yo te iba a ayudar con eso... Si decís que sí no te tenés que preocupar...

—No... No, claro que no, no podés mantenerme Mateo —digo y veo como se va poniendo rojo, solo que no distingo si es de la vergüenza o del enojo.

—Claro que puedo —dice subiendo la voz.

—¿Por qué? ¿Solo porque me querés? —comienzo a exaltarme.

—¡Quizá es más que eso, entonces! ¡Quizá yo te amo! 

Su confesión hace que me sobresalte en mi puesto y que lo mire asombrada. ¿Qué me ama? Tenemos que parar o me va a dar un ataque cardiaco. 

—¡No es cierto! ¡¿Cómo podrías amarme en tan poco tiempo?! —digo e ignoro las miradas que hemos atraído tras nuestros gritos.

—¡Porque es más que eso! ¡Es más que el tiempo! —dice y sé que tiene razón pero no puedo dársela. Niego con la cabeza.

—¡Si me amaras serías honesto conmigo! —digo y él frunce el ceño.

—¿Sobre qué? —dice y lo miro retadora.

—No lo sé. Podrías empezar diciéndome con qué dinero piensas mantenerme si solo trabajas conmigo en la cabaña.

El enojo parece disiparse de su rostro para darle espacio a los nervios y a la frustración.

—Bueno... es que...

Lo miro fijamente, no dispuesta a darle un espacio para más mentiras. Tiene que ser honesto conmigo, entender que puede contar conmigo para lo que sea. Tiene que confiar en mí o realmente todo esto de que "me ama" será una mentira.

Snow ; TRUENODonde viven las historias. Descúbrelo ahora