—Cuando sea grande, quiero ser como el principito —me dijo Emilio, sentado a mi lado.
Estaba conversando con él mientras esperaba a que los papás de los niños regresaran por ellos.
—Yo también quiero ser como él —dije porque era cierto.
—Tenemos que conseguir rosas, ¿no? —dijo Emilio—. ¿Dónde las encontraremos? —inquirió.
—Sí, yo las conseguiré —dije segura y él sonrió por un segundo antes de mirarme alarmado.
—¿Y nuestro amigo el zorro? —preguntó.
Me reí y antes de poder responderle Mateo entró por la puerta acompañado de la rubia sonriente.
—Creo que yo ya tengo al mío —dije casi de forma automática, ganándome una mirada cargada de confusión por parte del menor.
—¿Y el mío? —preguntó perdido.
Mateo me miró y sonrió en seguida, mientras que la Carolina me dedicó una mirada extraña que no pude tomar de otra forma más que grosera. No es que tuviera pruebas contundentes, pero estaba segura de que su repentina molestia hacia mí persona era por el morocho.
Pero esto no se iba a convertir en una competencia, al menos no de mi parte.
—Amber —me saludó Mateo al acercarse y me limité a sonreírle, tratando de no mirar como sus brazos se entrelazaban.
¡Somos amigos!
Repítelo Amber. ¡Somos solo amigos!
—Hola —me saludó ella también, y solo pude regalarle un asentimiento.
—Con permiso —dije antes de depositar un beso en la mejilla de Emi.
Me fui hasta mi escritorio para sentarme y alejarme de la parejita feliz. Inevitablemente pienso en que hace un día dormimos juntos.
Trato de concentrarme en el computador pero mis ojos se desvían cada tanto en Mateo que se ríe con ella. ¿Justo este lugar tenían que elegir?
—¿Celosa? —preguntan a mi lado.
—Sí... Digo, ¿qué? —me giré al darme cuenta de que no estaba hablando conmigo misma y me giré viendo a Camilo a mi lado, el cual largó una carcajada estridente.
—¡Ajá! —se reía sin parar—. Igual ya sabía.
—Nada que ver, no te estaba escuchando cuando respondí, estaba metida en mis pensamientos —mentí, y sabía que él era consciente de ello.
—Si vos decís... —es lo único que dijo.
Mordí mi labio molesta y fundí mi atención solo en el computador, pero Camilo comenzó a molestarme y empezó a robarme carcajadas de un momento a otro. De pronto, su compañía era tan agradable como la de Mateo, quien solía entretenerme mientras trabajaba.
Mateo nos miraba de vez en cuando, pero mantuvo su culo al lado de la rubia, como siempre lo hace cuando está con ella.
—¿Trueno? ¡Trueno!
El grito resonó en la estancia y aunque mi primer instinto fue decirle que hiciera silencio, mi atención se vio robada por Mateo que estaba pálido y que sin dudarlo salió corriendo del lugar con dos minas detrás de él.
¿Trueno? Así le decía Camilo. ¿Qué significaba eso?
Carolina miraba la puerta con el ceño fruncido por la confusión, y yo, no vi una mejor idea que abrir Google.
"Tru..."
—¡Boluda! —Camilo gritó antes de levantarme de golpe del escritorio—. ¡Necesito que me ayudés en algo!
—¿En qué?
—Vamos a ir a una fiesta en la noche, ¿querés ir? —dijo Camilo.
—Na, no tengo ánimos —dije a punto de sentarme nuevamente pero él lo evitó.
—Claro que sí, deberíamos ir a mirar qué te vas a poner en la fiesta —dijo y yo negué con la cabeza.
—Cami, las fiestas no son lo mío —dije.
—Dale, es en la casa de la rubia —dijo él y me reí sin poder evitarlo.
—Menos que quiero ir —dije y él bufó.
—¿Porque estás celosa de ella?
—No —le toqué la nariz—. Porque nunca nos hemos agradado.
Carolina se fue en ese mismo instante y la biblioteca quedó vacía.
—Deberías cerrar y acompañarme a la casa a ver qué me pongo —dijo Camilo.
—Cierro en media hora —aclaré—. Puede que vaya en un rato. ¿Te parece?
—Hmmm, no sé... mejor me quedo acá con vos...
—Okey —me volví a sentar en el escritorio—. ¿Por qué le decís Trueno a Mateo?
—¿Yo?
Fruncí el ceño mirándolo fijamente.
—Vos —asentí con la cabeza.
—Nunca le he dicho así.
—¡Claro que sí! —Lo acusé—. ¡Y las minas de hace un rato lo llamaron así!
Él se rió. —Nada que ver, le dijeron Ñe-ro. Ñero.
—¿Qué? —pregunté mirándolo incrédula.
—Ñero. Ñero. Ñero. ¿Nunca le has dicho así a nadie?
—Obviamente no. ¿Estás loco? Esto es muy raro... —lo miré con desconfianza, sentía que estaba mintiendo y no entendía nada. Solo empezaba a molestarme.
—¿Qué tiene de raro? —dijo ajeno a mis dudas.
—¡Tan solo mirá como salió corriendo!
—Ambar, estás parano... —la mención mal de mi nombre terminó de molestarme.
—¡Sabes qué! —Lo interrumpí—. ¡Andate y dejame trabajar!
—No te enojés...
—¡Largo!
Camilo un poco nervioso salió de la estancia. Miré el computador que se encontraba en Google.
"Trueno..."
—Quisiera prestar este libro —dijo alguien delante de mí.
Alcé una ceja y al darme cuenta de que estaba siendo bastante hostil, sonreí y cerré la pestaña de Google.
—Con gusto.
Perdón por haber desaparecido tanto tiempooo )': Sé que no tengo perdón de Dios pero aquí les traje este cap.
Y voy a publicar otro. Las amo<333