XLIV. Euroaquilón

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Ahógame en tus brazos,
desvía mi curso y altera
el rumbo del navío
que es ahora mi alma.
Mientras perdido esté,
océano de azules grises,
serás tú aquella tormenta
que de lágrimas refrescará
mi piel y mi sequía.
No sé nadar,
no muestres como.
Prefiero, pues, descender
plácidamente y seguro
a la profundidad de tu ser.
Y cuando las olas agiten,
y el viento me haga zozobrar,
eléctricos rayos avisten mis ojos
y las más oscuras fauces
de tus manos me acaricien,
entonces sabré que
morir no es tan malo
si mi lápida será
lo profundo de tu pecho.

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𝑬𝒍 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒗𝒐 𝒅𝒆 𝑳𝒂𝒔 𝑭𝒖𝒓𝒊𝒂𝒔 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora