C7

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June:

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June:

Dentro de mi cabeza parecía que había una docena de elefantes dando el tour por cada sección de mi cerebro a la Disneyland en navidad. Lo entendí, hoy era June, la chica demacrada. Me levanté casi casi arrastrando los pies por el suelo, bebí una aspirina y volví a la cama. Miré el techo craquelado de mi cuarto pensando en qué momento dejaré de ser tan perezosa.

—Hoy.

Me puse de pie, ignorando las punzadas de la cabeza. Hoy sería el día que lo dejaba, ahora mismo me iría a dar unas vueltas por el parque. O al menos haría el intento. Me calcé las zapatillas deportivas y salí de casa con una sonrisa en cara.

Tres vueltas trotando y parecía que había corrido el medio maratón de rodillas. La pista de atletismo estaba cerca de casa, era muy cómoda para trotar, sin embargo no estaba hecha para gente como yo. Ya comenzaba a hiperventilar, sí, definitivamente lo mío es más hacer yoga o algo más tranquilo.

—Solo tres vueltitas y ya estás muriéndote, que decepción Garrido. Por lo menos, no he tenido que apostar a por ti.

La voz varonil me hizo dar la vuelta, me daba miedo volver a ver esos ojos tan azules que me hacían perderme en el mar como un marinero y su barco. Frente a mí estaba el chico que no salía de mi mente, el señorito Seth, con su cabello despeinado y unos pantalones cortos deportivos. Sus brazos estaban al descubierto gracias a la ajustada camiseta de resaque.

—Creo que el mundo está por acabarse, no puedo creer que la princesa haga acto de presencia en un lugar tan humilde como este —bromeé.

—Es que de vez en cuando a esta princesa le gusta visitar a sus insignificantes plebeyos —sonrió, mostrando su inigualable sonrisa egocéntrica —. ¿Es todo lo que tienes, Juni?

Dio dos pasos acercándose a mí, mi respiración estaba agitada y no era precisamente por la actividad que había hecho. Me era imposible tener frente a mí a Seth, dejando a un lado lo guapísimo que era, también estaba ese otro lado, ese que me hacía recordar aquella noche en que lo tenía sobre mí, empujando su pelvis contra la mía y escuchando la melodía de sus gemidos. Y fue entonces que seguí el impulso inconsciente y lo besé, de nuevo era como si mis labios encontrasen el elixir adictivo y maldito a la vez. La carne es débil y está claro que yo soy prueba de ello. Cerré mis brazos contra su cuello, era raro la manera en que me hacía sentir, estaba loca si creía que lo había extrañado.

Pues vale, muy loca.

—¿Tanto me has extrañado? —Su pecho vibró ante la risa que emitió —. Juni, eres impredecible, un segundo me tratas como un grano molesto en el culo y al otro te lanzas como una maldita pantera atacando mis labios, que sepas que me siento sexualizado.

—¿Dónde estabas? —Le di un empujón en el pecho, reprochando su desaparición —. Te esfumaste, por semanas. Idiota. Después de lo que pasó..., a lo que me refiero es a que te largaste sin decir nada, ni una maldita explicación.

La chica que se perdió en las estrellas. [+18 ✔️ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora