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Seth:

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Seth:

Suelen decir que Las Vegas es la ciudad que nunca duerme. ¿Qué hay de Tokio, Sídney, México y Londres? No hay que discriminar al resto del mundo.

El resto de la noche la pasé dentro de la habitación de hotel, mientras engullía alimentos nada saludables, pero es que el pollo a la naranja de Panda Express era mi verdadera perdición culinaria. Que sí, parecía uno de esos amargados que se la pasaban encerrados en vez de estar embelesados por la maravilla de ciudad allá afuera. No era como si me importara mucho, he estado en la ciudad antes y realmente mucho no ha cambiado. La cama se hunde bajo mi peso, es como estar flotando en nubes acolchonadas, el aire acondicionado refrescaba todo el interior.

He de admitir que a lo largo de mi estancia he comprado algunas cosas que me convierten otro consumidor de la cadena. Cuando caminaba vi una tiendita de souvenirs que de inmediato me llamó a comprar algo para June, le encantaba coleccionar cositas así, ahora tendría un letrero con la emblemática frase de la ciudad.

Mañana estaba planeado tomar un vuelo desde temprano para regresar a la ciudad, tener que estar desde las cinco de la mañana para no perderlo debido a la distancia. Estaba pensando en cometer una locura, pero una de amor.

Ahg, que cursi me estoy haciendo. Qué me haces, Juni de mi vida.

June:

—Un minuto de descanso —dije.

Estaba respirando como un maldito pez fuera del agua. Y solo habían sido dos malditas vueltas corriendo alrededor de la cancha.

Al ser domingo, en las calles principales se podía andar en bicicleta o trotar sin el temor de que te un auto te arrollara en plan desastre. Ayer por la noche habíamos salido como familia a un restaurante pequeñito en el que había música en vivo, muy al estilo México. Mi abuelita bailaba al son de las canciones con su esposo, verdaderamente eran una preciosa pareja. Sus manos estaban entrelazadas y ambos tenían una gran sonrisa plasmada en su cara ya manchada y arrugada por la edad, él seguía diciéndole lo mucho que la amaba y la mujer solo se sonrojaba como una chiquilla.

Bueno, como decía. Esta mañana salí con Miguel, salimos a la vía recreativa con las bicicletas de él y su hermano, me convenció cuando me dijo que me invitaría a desayunar tacos. Llegamos a un parque que tiene una cancha de básquetbol cercada.

—Corre June, que te juro que si no sigues, tú pagarás el desayuno —pasó corriendo a mi lado botando el maldito balón que se encontró.

—Ya no puedo, tú eres más rápido y ágil para esto, además de que eres medio metro más alto que yo, por lo que significa que tienes piernas largas —que tarea más difícil eso de hablar y respirar a la vez —. No alcanzo el maldito aro de la canasta y cuando doy dos pasos, tu das cinco. ¡Renuncio!

Con el perfecto dramatismo me tiré al pavimento, estaba caliente, solo esperaba que no me salieran ronchas en la piel.

—Que poco aguante tienes, no puedo creer como es que tu increíble novio se apiada de ti y tu pésimo ritmo. Iré por agua, pareces un pasita. Necesitas hidratarte.

La chica que se perdió en las estrellas. [+18 ✔️ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora