C11

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Seth:

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Seth:

A veces el cuerpo depende de la mente y hay días en los que mi cuerpo se siente sin alma, sin vida. Los recuerdos bombardeaban mi cabeza y uno de ellos me calentaba cada día: Cada mañana despertaba con mi piyama de galaxia y pequeñas naves espaciales, luego miraba mi buró que tenía el reloj de lava. Los domingos despertaba exactamente a las siete y treinta de la mañana, mamá me preparaba waffles con helado de vainilla, sirope de chocolate y dos cerezas en el centro. Después me llevaba al club deportivo que quedaba cerca de casa, ahí había un equipo de fútbol en el que a veces se hacían torneos pequeños, mis amigos y yo jugábamos cada semana.

—Meteré mucho goles solo para ti mami, verás que seré el mejor y estarás orgullosa de mí. —Dije antes de entrar a la cancha con mis zapatillas especiales para el juego.

—Ya lo estoy pequeñito, soy tan afortunada de tener un hijo tan increíble —mi madre me dio un beso en la frente —. Ahora, ve y patea esos traseros.

Corrí por toda la cancha sin perder de vista el balón, la portería y a mi madre, que ya estaba de pie gritando mi nombre de una manera efusiva. Ella era mi mundo entero.

Una vez saliendo del partido con mi medalla corrí para abrazarla con todas mis fuerzas, ella me felicitó por ganar al equipo contrario, merendamos en una hamburguesería celebrando la victoria, reíamos, jugábamos con las pajitas y bolitas de papel, todo era risas y diversión.

—¿Estarás conmigo siempre?

—Para toda la vida, cariño.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo por el inmenso amor que te tengo.

Si tan solo ella no hubiese hecho esa promesa..., ojalá el tiempo que pasamos juntos hubiera sido eterno o el destino la haya dejado un poquito más a mi lado. Se necesita de una madre para que te guíe, para que enseñe el cómo vivir y cómo enfrentar los obstáculos.

Alcé la sábana cubriendo todo mi cuerpo, abracé con fuerza mis piernas y como un niño empecé a llorar. Hoy era uno de esos días en los que la vida parece ganarme y es el doble de agotante, los días en los que me cuesta seguir. Las venas de mis brazos se sobresaltaron, miré los tatuajes en mi piel que formaban parte del dolor interno que llevaba, mi padre nunca estuvo de acuerdo en que me manchara la piel, pero al demonio con sus ideales. Uno de ellos es el que más aprecio, este figuraba de una ola de mar, en representación a mi madre: sus ojos azules y por supuesto su nombre.

Mar.

Quisiera hundirme en el sin sentir nada más, dejarme arrullar por el oleaje y el agua cubriéndome por completo, dejándome llevar.

No.

No puedo hundirme.

Ya no soy solo yo, June está conmigo, es mi dulce Juni y no podría dejarla sola. Estaría perdido sin ella.

La chica que se perdió en las estrellas. [+18 ✔️ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora