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Nota: Aquí les dejo dos capítulos cortitos que narran un poco de la niñez de June y otro de Seth

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Nota: Aquí les dejo dos capítulos cortitos que narran un poco de la niñez de June y otro de Seth. Espero les guste y prometo que pronto tendrá sentido todo eso jeje

June:

Año 2007.

—¡Corre hija, corre con todas tus ganas! ¡Abre tus alas, ángel!

La voz de mami lograba sobresalir de la de las otras madres y padres que gritaban eufóricos desde las gradas alentando a sus hijos. Me encontraba en una competencia de atletismo y gracias a la ligereza de mi cuerpo me encontraba en segundo puesto, delante de mí iba Mirna, la típica niñita que suele hacer todo para resaltar en la escuela.

Aceleré el ritmo de mis pisadas hasta lograr rebasar a Mirna, logrando el primer puesto de la carrera. Mi madre había comenzado a aplaudir y gritar mi nombre con orgullo, cuando subí a la tarima, el profesor me colocó una medalla que llevaba un bonito cordón rojo. Mientras sonreía para la foto escolar vi que mis compañeros de clase lloraban y sus padres intentaban calmarlos con abrazos o palabras de aliento.

—Tu eres mi campeona, sabía que los dejarías atrás. Estoy orgullosa de ti mi niña. —Mamá me abrazó y me dio cientos de besos en toda la cara, eso me hizo reír, pero seguía sintiéndome mal —. ¿Qué sucede, mi cielo?

—Los niños están llorando, creo que no debí ganar. Así ellos no estarían ahora tristes por mi culpa.

—Hija —se agachó para que quedáramos a la misma altura —, en la vida muchas veces tendrás que competir y por ende dejarás atrás a las personas o ellos se adelantarán, pero tu debes saber que debes llegar a la meta por tus propios méritos. Jamás te detengas por los demás, sé que tienes un corazón bondadoso, pero la vida es injusta y tú debes ver por ti antes que por los demás. Hoy ganaste ese primer lugar porque te esforzaste, corriste hasta llegar a la línea de meta. Siéntete orgullosa de ti misma, ¿de acuerdo?

—De acuerdo, mami. —Le rodeé el cuello con mis brazos —. Te quiero.

—Y yo a ti, nena.

Por la tarde fuimos hasta el McDonald's, mi lugar favorito. Me mataba comer Nuggets de pollo y bañarlos en salsa de tomate o tomar soda con patatas fritas. Era mi paraíso de comida.

Mamá y yo nos considerábamos mejores amigas, hace meses que papá se había marchado y no hemos sabido nada desde entonces, a veces seguía escuchado a mi madre llorar por él, olisqueaba la única camisa que se dejó y que todavía guardaba su olor a colonia y madera. Ninguna de las dos entendía su razón para marcharse, aunque supongo que fue por mí. Ella tenía que trabajar más de ocho horas al día, luego cuando llegaba a casa me ayudaba con la tarea o preparábamos sus pasteles para el día siguiente. Siempre estábamos unidas.

—¿Puedo ir a los juegos? —pregunté mientras me comía el ultimo Nugget de la cajita de papel.

—Acabas de comer, el estómago podría revolverse y te dolerá esa tripilla comelona.

—Mmm..., tienes razón, luego vomito como la vez anterior, ¿lo recuerdas? —me senté de nuevo riendo.

—Como no acordarme, tuve que lavar a mano tu suéter porque no querías desecharlo.

—¡Es que es mi favorito! —dramaticé —. ¿Podemos ir al cine? Está esa peli de las abejas.

—Vamos, pero no habrá palomitas.

Cuando llegamos a casa me fui corriendo a mi cuarto para leer mi libro favorito, me encantaba hacerlo antes de dormir porque solo así alejaba las pesadillas y en su lugar me quedaba con esos sueños de princesas, príncipes y animales esponjosos.

Antes de quedarme completamente dormida escuché los ruidos de cada noche en el cuarto de mi mamá, ella lloraba de nuevo. Cuando lo hacía se tumbaba en su cama hasta que se quedaba dormida.

Me calcé mis pantuflas y mi mantita para ir con ella y hacerle compañía, antes de salir del cuarto corrí a mi buró y agarré la medalla que había ganado horas antes, le pegué un trozo de hoja con cinta y con un rotulador rosado le escribí con una letra mal hecha la frase: La mamá #1. Ya lista emprendí paso a su cuarto y toqué la puerta antes de entrar.

—¿Sí?

—Hum, mami, ¿puedo entrar?

—Claro pequeña, entra.

Arrastré la manta por el suelo y me subí a la cama de un saltito de cangurito. Ella también se incorporó y me miró, sus ojos estaban rojizos al igual que su nariz, sorbia de vez en cuando para evitar que sus moquillos se salieran.

—¿Qué sucede? —me dijo y tomó mi mano.

—Tengo algo para ti.

Le puse la medalla en su cuello como si fuera un collar, mi letra resaltaba porque no era la mejor, pero era entendible o al menos ella lo entendía. En cuanto leyó lo que puse volvió a derramar sus lágrimas, pero ahora sonreía.

—Mami, no quería ponerte triste de nuevo, creí que te pondrías contenta —bajé la cabeza decepcionada de mí.

—No, no cariño. Que estoy contentísima, por eso estoy llorando, son lágrimas de felicidad. Gracias por esto, lo aprecio mucho, pero no puedo aceptarla, es tuya, la ganaste con esfuerzo.

—No mamá, tú me dijiste que en la vida todo se ganaba con esfuerzo y que si lo ganaba no debía sentirme mal por hacerlo. Tú te la has ganado por el gran trabajo que haces por mi todos los días, me das de comer, haces esos pasteles para vender y obtener dinero, me arropas; tú mereces esta medalla. Ahí dice que es para la mamá número uno y solo eres tú.

—Ay mi cielo —se echó a mis brazos rodeándome con fuerza —. Te amo tanto, y gracias, necesitaba de ti, mi pequeña. 


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La chica que se perdió en las estrellas. [+18 ✔️ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora