El desertor

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Un estruendoso ruido llenó la estación cuando las puertas del tren se cerraron. Un joven con máscara de ratón miró cómo las ventanas lentamente se oscurecían. No sintió nada. Vio cómo dos mujeres perdían el conocimiento detrás de los cristales. No sintió nada. Escuchó los ruegos de las madres mirando a sus moribundos bebés. No sintió nada. Esperó a que el tren de Suna se alejara de su vista para soltar la palanca. No sintió nada, y no lo haría porque así era él, porque no había sido educado para sentir. Nadie en Raíz había sido educado para sentir.

Después de un minuto, se dirigió a una enorme torre de color arena que se encontraba al fondo de una enorme calzada. Caminó con indiferencia ignorando a las personas a su alrededor y saludando con una cabezada a los portadores de máscaras de distintos animales. Apenas alzó la mirada a la enorme "R" enroscada entre raíces pintadas en lo alto de la torre.

El joven cruzó las enormes puertas frente a él, pasando por alto a los enmascarados que las resguardaban. Con la misma indiferencia de siempre, subió las escaleras en forma de caracol con las manos en el pantalón. Una vez en la punta de la torre, tocó la puerta azul que ocultaba un estudio enormemente sombrío. Aguardó unos segundos antes de escuchar una voz grave y cansada que aceptaba su entrada. No dudó al abrir la puerta.

- ¿Y bien? - preguntó un hombre con medio rostro vendado y arrugas en el cuerpo, sentado detrás de un escritorio de madera.

- Sin novedades. De 264 personas, salieron 59 y entraron 59. Suna está completo. - respondió el muchacho.

- Excelente trabajo. La semana siguiente viene Konoha. Sigues a cargo. Retírate.

- Sí. - dijo antes de darse la vuelta.

- Una cosa más. ¿Qué hay de Sasori? - un ligero tic asomó a su ceja.

- ¿Sasori?... Permaneció en el vagón los cuarenta minutos igual que su abuela.

- ¿Aún vive la anciana? Hmph, creí que el veneno ya le habría hecho efecto. Asegúrate de mantenerlos vigilados. No quiero un miembro más para Akatsuki.

- Sí. - se limitó a responder el joven antes de retirarse de la habitación.

Él no preguntaba razones, no pedía explicaciones, simplemente se encargaba de obedecer. No sentía curiosidad por el chico rebelde de Suna, poco le importaba su abuela o sus difuntos padres. Simplemente, haría lo que su trabajo le mandaba.

Mientras tanto, un par de personas encapuchadas caminaban fuera de la estación. Apenas sobresalía de una de ellas un mechón de cabello rojo. La otra silueta caminaba despacio y resultaba más pequeña que su acompañante. En medio de una corta calle empinada, se detuvo y soltó el antebrazo del otro encapuchado.

- No puedo más, Sasori. - susurró una anciana. - Voy a morir.

- Aún no, Chiyo. - respondió una voz joven en oculta en la otra capa. - Apresúrate, no nos falta mucho.

- Muchacho tonto, me hubieras dejado en el tren, sólo arriesgaste tu vida. ¿Cómo no nos descubrirán si esas marionetas son las más tristes que has hecho?

- Por eso mismo no lo harán. Las cree para fingir tu muerte. En un caso normal, el nieto permanecería cerca del cadáver de su abuela. -respondió Sasori tomándola del brazo. - Avanza, no tenemos tiempo para descansar.

- Entonces, ¿por qué insistes en llevarme? Yo ya no te soy de utilidad, sólo soy una carga para tu ingenio. - insistió la vieja cada segundo más débil.

- Si dices una cosa más, te mato. Sólo avanza, Chiyo. - advirtió con frialdad el muchacho. - Tus habilidades para neutralizar los venenos son perfectas, te necesito aún.

Artis gratia ars (Longfic SasoSaku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora