Promesa

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Dolor, dolor punzante. Desesperación. Impotencia. Miedo, mucho, mucho miedo. ¡Cobardía! ¡Enojo! ¡Frustración! ¡Coraje! ¡Ira!... ¡Venganza!

Sasuke abrió los ojos repentinamente. La luz de la luna cayó directamente sobre sus pupilas negras, que por un momento parecieron tener el mismo color que la sangre derramada en la masacre de su clan. Se sintió sudoroso; sus manos temblaban. Pero sonrió al saber que esta vez no era el miedo quien llenaba su cuerpo, sino el poder, el poder de venganza que su cuerpo había adquirido en los últimos días. Sentía que podía matar a Sasori de un solo golpe y de dos a Danzou. Sentía que nada lo detendría, sentía que nada se le pondría en frente... Y entonces su sonrisa se ensanchó.

- Arriba. - ordenó a los miembros de Hebi, quienes todavía dormían en el suave pasto del bosque.

Jūgo fue el primero en obedecer, seguido por Suigetsu y Karin. Los tres, algo somnolientos, miraron con incertidumbre a su líder. Apenas les había permitido dormir seis de las nueve horas a las que estaban acostumbrados. Suigetsu se juró destrozarle el cráneo donde volviera a hacerle lo mismo. Evidentemente, no tendría las agallas para hacerlo; mucho menos cuando día a día, hora a hora, minuto a minuto, Sasuke parecía estar más sumergido en un pozo oscuro, lleno de frialdad. Y sus movimientos lo seguían, volviéndose más arisco incluso con la naturaleza a sus pies.

Loco, para Suigetsu, estaba volviéndose loco. Jūgo no difería mucho de su compañero, pero confiaba en que Sasuke supiera controlar su poder porque de no ser así, bastaba con ellos dos para destrozar el bosque entero. Karin, por supuesto, lo veía igual de guapo que siempre. Aunque ni siquiera a ella le pasaba por alto que la mirada de Sasuke de vez en cuanto se tiñera de un rojo carmesí; seguramente por los químicos en la ropa de Sasuke que se habían activado al salir de Konoha. Kabuto fue muy inteligente al rociar todo su armario con esos químicos.

Sasuke sintió un fuerte pinchazo en el cuello, pero lo ignoró. Tenían que caminar, tenían que continuar la búsqueda. Suigetsu había dicho que conocía a un miembro de Akatsuki y una vez escuchó que tenían una guarida no muy lejos de la estación. Era ahí a donde Hebi se dirigía.

Sasuke dejó escapar un gruñido cuando la punzada incrementó. Colocó una mano sobre la parte trasera del cuello y presionó. Jūgo frunció el entrecejo al reconocer los símbolos oscuros que aparecieron justo cuando Sasuke retiró la mano de su piel. Orochimaru lo había marcado como un cerdo de matadero. Sí, ya le había entregado el poder que tanto buscaba, mas éste lo había acompañado de una marca de esclavitud que todos conocían.

- La marca de maldición. - musitó Jūgo un segundo antes de que Sasuke se dejara caer de rodillas ante el dolor.

- ¡Sasuke! - exclamó Karin agachándose frente a él; mas Sasuke, con un fuerte manotazo, la empujó fuera de su vista, sin dejar de gemir por el dolor. - ¡Maldito Orochimaru! ¡Lo tenía planeado!

- Eso ya lo notamos, Karin. - respondió Suigetsu sosteniéndola de los hombros. - Pero será mejor que dejemos que el efecto termine. Cuando despierte, querrá matarnos a todos. Jūgo, Karin, debemos estar preparados para cuando la bomba estalle. - habló con firmeza, como en pocas ocasiones lo habían escuchado.

Un segundo más tarde, Sasuke soltó una blasfemia para nada decente antes de caer al suelo, inconsciente.

Sakura se removió en la cama, incómoda en todas las posiciones posibles. No podía dormir y sabía exactamente que la razón de su insomnio se encontraba del otro lado del cuarto. Recostado en su cama, tal vez durmiendo plácidamente, sin remordimiento alguno. Sakura no lo culpó; llevaba varios días sin pegar el ojo y era culpa de ella. Quizá sería lo más adecuado imitarlo, vaciar su mente y esforzarse por dormir. Empero, sabía que no funcionaría, que su mente no podría olvidar todo lo que había ocurrido en las últimas horas, todo lo que había interactuado con Sasori, todo lo que él le había dicho y había callado.

Artis gratia ars (Longfic SasoSaku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora