De vuelta a casa

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En plena madrugada, Kankurō se encontraba cerca de la ventana, probando una nueva marioneta que había preparado desde hacía unos días. Era la primera equipada para atacar. Creía que con eso podría capturar a Sasori y derrotarlo como Kami mandaba. No olvidaba lo que Temari encontró en el vagón de Sasori y su abuela, ni olvidaba el proceso que Gaara dijo que Sasori utilizó para que el kazekage terminara de esa manera. No lo perdonaría jamás... no podría hacerlo.

Su hermana lo miraba con atención, mientras tejía un abanico enorme que había creado con la intención de tomar las ráfagas de viento como ataque. Ella se había especializado en la física, así que tenía mucho potencial para eso y nadie podía negárselo. Además, no existía ser capaz de desear un pleito verbal con ella; era bastante enojona.

- Si sigues mirándome de esa forma, te picarás el dedo con la aguja. - le dijo Kankurō. Ella sonrió de manera socarrona. No llevaba un mes y medio haciendo eso como para no saber dónde introducir la aguja.

- Concéntrate en lo tuyo, ¿quieres? - respondió, divertida.

- De acuerdo, pero no seas tan metiche. - la regañó con sutileza.

Cuando Temari iba a responder, escucharon cómo un par de pies caía sobre el techo de su vagón. Tanto Kankurō como su hermana se pusieron de pie, en espera de ver a su invasor. Gaara, que había permanecido en su cuarto leyendo, salió para colocarse frente a Temari. Sin importar que él era el hermano menor, desde que comprendió qué era lo esencial en el mundo, se dedicó a proteger a sus hermanos y al tren en general, ganándose el título hablado del nuevo kazekage.

Aguardaron durante más de dos minutos, en los que escucharon los pasos del intruso dirigirse a la escalera de la ventana. Lo vieron descender poco a poco, algo indeciso, y distinguieron la prenda que portaba.

- Akatsuki. - murmuró Kankurō jalando su marioneta hacia él, preparado para atacar.

Gaara, mientras tanto, tomó una flecha de su espalda y la sostuvo contra su arco.

- Ese cabello... ¡Sasori! - exclamó Temari al mismo tiempo que el Akatsuki saltaba por la ventana para aterrizar frente a ellos.

No mostró expresión alguna al ver a los tres hermanos de la Arena en posición de ataque. Era normal que las personas quisieran atacarlo con esa capa encima. Asimismo, ellos tenían una fuerte razón para quererlo muerto y no los culpaba.

Sin embargo, tampoco estaba dispuesto a atacarlos, lo que menos quería era provocar una pelea.

- ¡Asesino! - gritó Kankurō dirigiendo las espadas de su marioneta hacia él. Gaara, siguiendo a su hermano, soltó la flecha.

A Sasori le bastó con amarrar los hilos en sus dedos a las armas de los hermanos. Arrojó las espadas y la flecha al suelo sin problema alguno. Miró el abanico de Temari y comprendió de inmediato qué era lo que ella pretendía hacer con él.

-Muy bien - dijo Sasori, al fin. El rostro de los tres hermanos - incluso el de Gaara - mostraba pánico al saber que no tenían oportunidad contra él. -me alegra saber que no han perdido el tiempo desde que deserté. Kankurō, tu marioneta es muy lenta, no la hagas tan pesada y funcionará mejor. Gaara, pude notar cierto material en la flecha, ¿qué es?

- Arena con pólvora. - respondió Gaara. - Es un material denso que provoca más daño que una flecha normal.

- Fascinante. - murmuró. - Supongo que si esa cosa me hubiera atravesado, alguno de mis órganos habría... ¿explotado?

- Al menos te había causado una hemorragia interna.

Sasori sonrió, asombrado y agradecido. Ellos tenían una inteligencia muy grata y honrosa, no por nada eran los encargados de todo el tren, a pesar de no superar los veintidós años. Konoha podía presumir de su unión entre guerreros, pero Suna tenía un poderío increíble. Sus jóvenes eran mucho más que talentosos y era ésa la razón por la cual Sasori se encontraba ahí.

Artis gratia ars (Longfic SasoSaku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora