Secretos descubiertos

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Capítulo dedicado a Wendy Ruiz y Tanysha Sánchez.

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Temari miró la puerta del vagón de Chiyo y su nieto. Desde hacía días tenía la curiosidad de abrirlo. Esos dos siempre le habían parecido personas muy extrañas, muy alejadas de Suna a pesar de pertenecer al tren. Recordó el altercado que Sasori tuvo con Kankurō cuando se enteró de la verdad de sus padres. Baki ya les había ordenado no adentrarse en el vagón de los desertores, pero para Temari era casi imposible. Kankurō, su hermano mayor, ya le había dicho que estaba seguro de que podría encontrar el secreto para crear marionetas verdaderamente bellas, como las que Sasori hacía.

Temari encarnó una ceja, preguntándose qué era lo que la arrastraba a desplazarse a tan altas horas de la noche a revisar aquel vagón prohibido. Quiso culpar a la curiosidad de Kankurō y a las palabras de Baki, pero en verdad era su propia ansiedad la que la llevaba a meter una de las llaves que Gaara le había confiado días atrás, para abrir el vagón desconocido.

Miró una vez más la estancia en la que se encontraba. Matsuri y su equipo debían estar dormidos, por lo que no habría problema, no podrían escuchar el sonido de la puerta al abrirse.

Enseguida se adentró al vagón, cerró la puerta. Tosió a causa del polvo, o al menos eso creyó. Su nariz aspiró un fuerte olor que la molestó de inmediato. Temari colocó su antebrazo sobre la mitad de su rostro para aminorar el aroma. No le parecía lógico que el vagón se empolvara y enmoheciera en tan sólo cuarenta y cinco días. No a menos que Sasori y Chiyo hubieran comprado veinte kilos de carne de cerdo antes de irse.

Envalentonándose, la muchacha caminó por la sala y entró a una de las habitaciones. Un mal presentimiento la llenó de inmediato. Esa habitación apenas contaba con una cama individual y un canasto de ropa. No había tocador, armario o una mísera silla. Temari era consciente de la creciente obsesión de Sasori por crear marionetas, pero no lo había creído capaz de utilizar hasta los muebles de su abuela. No era que Temari creyera que Sasori era un sujeto digno de admirar, mas tampoco le parecía que fuera una mala persona. Era arisco, sí, más que su propio hermano menor, pero nada fuera del otro mundo.

O eso es lo que Sasori quiso simular.

Sin más que admirar, Temari salió de esa recámara y avanzó hasta llegar a la puerta de Sasori. El olor a descomposición la embargó con fuerza. Por alguna razón, su mano tembló cuando la colocó sobre la manija, como si supiera lo que encontraría apenas dejara que la luz de la luna iluminara esa oscura habitación.

En cuanto Temari lo permitió, sus ojos se abrieron hasta casi salírsele de las órbitas. Apenas vio los primeros dos cuerpos colgados cuales premios al fondo de la habitación, se dejó caer de rodillas y soltó el más desgarrador grito en su vida.

Chiyo se metió los palillos a la boca para ahogar la absurda discusión entre Sasori y Sakura. Aquélla por la que Sakura ya llevaba varios días fastidiando a Sasori. Y no podía culparla, pues en un descuido - de ambos, aunque Sasori aseguraba que se trataba únicamente de Sakura - uno de los botes de pintura de Sasori cayó sobre la blusa roja de Sakura y ésta tuvo que lavarla de inmediato. A diferencia de la situación de la falda, Sakura no podía quedarse simplemente con lo que había debajo de su blusa por la sencilla razón de que vivía con un "maldito pervertido". Por ende, le había gritado a Sasori todas las amenazas que fue capaz durante cerca de cuatro horas, mientras estaba encerrada en la pequeña habitación que ambos improvisaron adentro del cuarto de Sasori. No hay que explicar que Sakura se negó rotundamente a pasar una sola noche tan cerca de Sasori durante la primera tarde en la que Sasori colocó las varillas para crear dos paredes.

Artis gratia ars (Longfic SasoSaku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora