Una noche de lluvia

1.5K 173 67
                                    

Sakura palideció al sentir esa certeza cernirse sobre su dignidad. Sasori la penetró con una mirada cargada de duda y curiosidad; por más que Sakura buscaba, ya no encontraba indiferencia en esos ojos cafés. Casi deseó que él volviera a ignorarla como antaño, que no la mirara siquiera o que la insultara, ¡cualquier cosa para evitar que ese estúpido sentimiento floreciera en ella!

- ¿Qué te pasa? - preguntó Sasori despegando la taza de sus labios. Sakura trastabilló al dar un paso hacia atrás; Sasori miró el descuido con una ceja alzada: ella no solía ser tan torpe. - De verdad, ¿estás enferma?

Sí, eso debía ser, sólo eso podría explicar las estupideces que pasaban en la cabeza de Sakura. Posiblemente tuviera fiebre, una fiebre muy alta.

Sakura dejó el vaso sobre la mesa que estaba en la habitación, hizo una cabezada como despedida y se echó a correr hacia su propia recámara, o lo que Sasori le había dejado como tal.

Una vez ahí, dedicó largos minutos a pasearse alrededor del cuarto, mordiéndose los nudillos de los dedos mientras analizaba las tonterías que su mente le había dicho segundos atrás. Miró por entre las persianas que habían colocado como puerta a la cama de Sasori. Apenas se visualizaba la almohada mal puesta y un par de botas azules al pie de ésta. Sakura se descubrió reconociendo en la estancia el aroma a madera de Sasori e hizo un mohín. No podía, no debía estar siquiera interesada en un hombre como él, en un sujeto que no tenía sueños e ilusiones. Sasori no era un simple muchacho confundido, era un sujeto al que nada le importaba y en ningún momento podría interesarse en ella. Chiyo se lo había repetido en mil ocasiones: Sasori jamás se preocupaba por alguien que no fuera él mismo; Sakura debía grabarse eso en la cabeza.

Colocó las manos detrás de la nuca y se dejó caer de frente a la cama. Apenas sintió un leve dolor en la nariz cuando ésta golpeó con el duro colchón. Nada le pesaba más que la sensación de arruinar su vida al enamorarse de una persona como él, tan seca como él.

Sin embargo, una pequeña vocecilla en su cabeza le recordó las imágenes de Sasori ayudando a su abuela, preocupándose por su abuela, dejando su orgullo por su abuela. Podía fingir ante los demás, pero Sakura ya había visto su lado más noble y era por ese lado que ella había admitido sus sentimientos hacia él. Si Sasori quería a su abuela, tal vez, sólo tal vez, podía desarrollar otro tipo de sentimiento hacia Sakura. Ese simple pensamiento coloreó su rostro con rojos de distintas tonalidades.

- ¿Y después qué? Te vas en diez días. - recordó su lado amargo.

Sakura sintió de nuevo esa opresión en el pecho tras darse cuenta de la realidad: no importaba lo que Sasori sintiera hacia ella o viceversa: en pocos días dejarían de verse; Sakura no estaba en el camino de Sasori y a Sasori no le interesaba el camino de Sakura. Sintieran lo que sintieran, no podían hacer otra cosa.

Aun si, por alguna extraña y enferma razón, Sasori correspondiera a los sentimientos de Sakura - cosa que ella veía bastante improbable - no existía motivo para que eso fuera a cambiar algo. Sasori no pertenecía a la rebelión de Konoha o a cualquier otra, Sasori sólo pertenecía a sus marionetas y parte de Sakura admiraba su total independencia. No era un alma atada a los pensamientos de una comunidad, sino a los individuales, a los que él solo se había formado. Era la primera persona que ella conocía que había seguido una filosofía propia, un razonamiento propio, y dejaba de lado cualquier otra opinión. Sakura no lo sacaría jamás de ese mundo, ella no lo deseaba y no lo haría. Había que admitir que mucho del atractivo de Sasori radicaba precisamente en eso: su individualidad.

Sakura se acurrucó en la almohada antes de cerrar fuertemente los ojos y esperar a que el sueño dominase a sus tormentosas reflexiones. Sin embargo, escuchó cómo la puerta del cuarto se abría y el largo suspiro de Sasori tras quitarse los pantalones y la playera. Sakura sintió su corazón latir a más de cien por hora tras escuchar a Sasori maldecir. Pocas veces él se enfadaba o soltaba alguna majadería, no entendía qué era lo que lo había orillado a hacer eso. De repente, imaginó que tal vez él estaba harto de ella, que ya añoraba la soledad, que ya la quería fuera de la casa. Esos pensamientos le destrozaron el corazón porque eran más posibles que un enamoramiento o interés por ella.

Artis gratia ars (Longfic SasoSaku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora