Esperanza

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Sasuke estiró los brazos sobre su cabeza. No podía planteárselo siquiera, no debía estar haciéndolo. Sin embargo, ahí estaba, recostado en su cama mirando el techo mientras pensaba en la propuesta del sujeto que lo había visitado varios días atrás. Se suponía que debió haberlo olvidado, que debió continuar entrenando arduamente; pero desde aquél día, se había distraído demasiado, ocasionando que disminuyera con notabilidad el nivel que había adquirido. Kakashi lo había mandado a descansar esa tarde pues todos, incluso Akamaru, quien ya había comenzado su propio entrenamiento, estaban agotados y su ritmo carecía de agilidad.

Por consiguiente, la mayoría de los habitantes se encontraban en sus recámaras, contando los días que faltaban para regresar a la estación. A muchos les sorprendía el hecho de que ya hubieran pasado veinte días desde la última vez que habían visto a Sakura. Sólo rezaban porque siguiera con vida y no estuviera sufriendo tanto.

Sasuke dejó escapar una maldición tras recordar cómo le había fallado a Sakura, cómo no la había protegido y cómo no podía tener más fuerza para rescatarla. Giró la cabeza para encontrarse con la fotografía del equipo siete que se habían tomado a los doce años; Sakura había insistido durante varios meses en renovar aquel cuadro, pero ninguno había querido. Ahora entendía sus motivos: Sakura necesitaba saber que seguían siendo los mismos a pesar del tiempo transcurrido.

- Te salvaremos, Sakura. - prometió Sasuke apretando la colcha de la cama. - Esta vez, Naruto y yo te salvaremos.

- ¡Sasuke! - gritó Naruto desde otra de las habitaciones del equipo siete. - ¡Tienes que ver esto!

El aludido, con aburrimiento, se levantó de la cama para dirigirse al lugar donde provenía la voz de Naruto. Alzó una ceja al percatarse de que nuevamente se había metido a la habitación de Sakura. Ese idiota aprovechaba que ella no estaba ahí para aporrearlo por inmiscuirse en su privacidad. Ya lo quería ver haciendo lo mismo frente a Sakura; seguramente no viviría ni siquiera para disculparse.

No pudo reprimir una pequeña sonrisa. En ocasiones, era bueno tener a un idiota como Naruto a su lado. Las cosas solían ser más divertidas con sus estupideces.

- ¿Qué haces, dobe? - preguntó desde la puerta, tras ver a Naruto encaramado en la cama con Ino a su lado, mirando una libreta rosa con un candado en el centro. - ¿El diario de Sakura?

- Sí, lo encontramos debajo de su colchón, dattebayo. - contestó Naruto arrebatándole el diario a Ino para intentar abrir el candado con un pasador.

- ¡Oye! ¡¿Qué te pasa?! - le espetó Ino tratando de recuperar la libreta. - ¡Tú no sabes nada acerca de las mujeres, ¿por qué crees que puedes abrir eso?!

- Porque sé de candados. - replicó Naruto alzando el cuaderno sobre sus ojos para visualizar mejor el orificio de la herradura. - ¡Lo tengo, 'ttebayo! - gritó antes de que se escuchara un ligero clic. El candado se abrió.

Sasuke lo miró un tanto asombrado. No sabía que Naruto poseyera esa cualidad tan extraña; podría servir en múltiples misiones, podría hacer maravillas como...

- Una vez me dio hambre a media noche y tuve que abrir yo mismo el Ichiraku ramen. - explicó Naruto con su usual sonrisa de triunfo.

Tanto Ino como Sasuke resoplaron, decepcionados. Ahora veían la razón de Naruto para aprender a abrir cualquier candado. De cualquier manera, podría ser útil.

- ¡Dámelo, idiota! - exclamó Ino quitándole el diario. - Déjame ver si encuentro algo.

- Lo que no me explico es por qué quieren leer su diario. Seguramente no tiene nada más que tonterías acerca de nosotros. - dijo Sasuke aún en la puerta.

Artis gratia ars (Longfic SasoSaku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora