Capítulo 28

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Dejamos pasar un par de días antes de presentar la demanda de juicio al tribunal. El retraso se debió más que nada a un consejo que Kyle nos había dado: él nos recomendó que esperemos a que la gente olvide la entrevista de Callum, puesto que había quedado demasiado bien parado. Los medios de la competencia aprovecharían la situación para explotar sus canales de falsas especulaciones que no nos aportaban algo valioso en absoluto.

Además, aquellos días nos sirvieron para contactar con Clarisse Leohart, la madre de Venice, quien afortunadamente se encontraba en el país, inaugurando su nueva colección de inicio de otoño. Apenas le pedimos que nos provea de algún tipo de ayuda para el juicio de su hija, nos ofreció no solo una gran suma de dinero, sino también contratar un abogado a su cuenta, lo cual nos facilitaba la tarea de buscar uno.

—Roman es un excelente profesional— nos había dicho, intentando parecer interesada en el tema, cuando era obvio que no lo hacía. Le era en demasía conveniente que los amigos de su hija estuviéramos organizando todo este juicio. Si salíamos victoriosos, ella podría jactarse de los buena madre que era frente a los medios por haber colaborado con el costeo del juicio. Por otra parte, si nos derrotaban, ella saldría ilesa y no ensuciaría su reputación, porque en ninguna parte figuraría su nombre, solo los nuestros y el de Callum.

De todos modos, tomarías ventaja de su colaboración. Contactamos a Roman ni bien tuvimos el dinero con nosotros y le pedimos que presente la denuncia al tribunal para su posterior juicio.

Primero que nada, el juez debía asignar un turno a nuestro caso; ese sería el día en que tanto Callum como nosotros seríamos citados.

El comienzo se dio un diecisiete de julio, días antes nos había llegado la citación formal para asistir. El abogado le había pedido a Miles un responsable de la denuncia, y por más que yo insistí bastante en hacerlo, él fue quien tomó ese papel. Todo apuntaba a que él, siendo el más adulto del equipo y con más años de residencia estable en el país (es decir, desde su nacimiento) debía ser quien nos representara, pero me molestaba no poder pelear por Venice más que a través de un intermediario. Odiaba depender de terceros.

El mencionado día asistimos a la corte, donde finalmente daría comienzo el juicio. Nos sentamos juntos en las primeras filas de las gradas del tribunal que nos habían asignado. Solamente Miles y Roman entraron en la parte delantera del estrado, donde tomaron asiento en las dos sillas preparadas de antemano para el demandante y su abogado.

La sala de juicio era un inmenso anfiteatro, donde las gradas de la izquierda eran ocupadas por nosotros, y las del lado derecho yacían vacías, pero poco a poco serían llenadas por la parte acusada.

En el medio de la sala se erguía una tarima bastante alta, donde estaba ubicada una mesa con tres butacas para el tribunal, con especial preponderancia en la del medio, que supuse estaba reservada para el juez. En la otra punta, había un estrado de madera adherido al suelo, donde los testigos podrían argumentar a favor o en contra del acusado.

Fue mientras que prestaba atención a todo el escenario que nos rodeaba cuando caí en cuenta de lo pesada que era la situación en la que nos habíamos envuelto. Callum lo había dicho: esto ya no era Roothville, este era el mundo real, donde nos atacaban los problemas reales.

Derek, quien no se había alejado de mi lado, me sacó de mis pensamientos dándome una palmada en el brazo. Instintivamente le hice caso y me volteé, y ahí estaba Callum. Entró vestido en un entallado traje azul marino; no llevaba corbata sino un pañuelo atado a su cuello. Era el punto perfecto entre juventud y seriedad, tan carismático que parecía inalcanzable. Lo rodeaban dos mujeres. Por un lado, la ya conocida Tracy Cantrell, quien se había recogido el cabello a uno de sus lados, y lucía un conjunto color verde esmeralda. Por otra parte, a su derecha se encontraba una señora de unos cuarenta y cinco años de edad, cabello canoso totalmente lacio, gafas bastante gruesas que ocultaban una asesina mirada penetrante y una expresión calmada pero defensiva. A juzgar por lo que me habían comentado, ella debía de ser Ava Kent, la infame abogada que representaría al acusado.

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