Y ahí íbamos de nuevo. Tracy y yo estábamos en mi cuarto nuevamente, esta vez con suficiente ropa y con una energía pésima. Nuestra unilateral conversación durante los primeros veinte minutos se había basado en simples ánimos míos para con la chica, quien no podía pronunciar palabra coherente alguna ya que no dejaba de sollozar en mi hombro.
—Tracy, si no me cuentas qué es lo que sucedió, no puedo ayudarte a estar mejor...—. Las frases motivacionales eran lo mío, pero ya estaba llegando a un punto cúlmine en el que no hallaba más palabras bonitas para decir lo mismo. Ella solo se mantenía abrazada a mí, gimiendo y llorando. —Tracy...— repetí su nombre, acariciando su cabello para tranquilizarla.
La contraria se separó un poco de mí, secando sus mejillas con la palma de su mano y tragando saliva antes de hablar— Jem, todo lo que voy a decirte pone en riesgo mi vida, lo hago solamente porque eres mi última esperanza—.
No iba a mentir, era un gran peso el que sentía sobre mis hombros. Pero debía escucharla. No solo porque todo podía servir para ayudarnos a ganar el juicio; sino porque, en el fondo, me dolía verla así.
—Mis comienzos con Callum se remontan a cuando llegué a la ciudad. Yo era una chica nueva en la metrópolis, por lo que me uní a un grupo de chicas que conocí en la universidad. Todas estudiábamos distintas carreras, pero aún así lográbamos adecuar nuestros horarios para salir de fiesta en algunas ocasiones. Aquel grupo estaba integrado por cinco chicas: además de mí, se hallaban Patty, Claire, Rebeka, y finalmente, Venice—.
Fue un golpe certero escuchar su nombre, y mucho más proviniendo de la boca de Tracy. Sin embargo, era una realidad bastante obvia que Venice y Tracy, en algún momento de la historia, posiblemente se hubieran conocido— Una noche, en casa de Claire, Venice recibió una invitación de su, en ese entonces, novio Jeremiah, invitándola a ella y a su grupo de amigas a una fiesta. Esa fiesta no fue como lo habíamos esperado. Nos imaginábamos una masiva cantidad de gente, con música muy fuerte, mas nos hallamos frente a una reunión de como mucho doce personas, donde exceptuándonos, todos eran hombres. Básicamente, Jeremiah quería ver si alguno de sus amigos conseguía novia entre las amigas de la suya. Y bien que lo logró...— la chica hizo un gesto con su mano, suspirando de por medio.
—Esa noche conocí a Callum, y me enamoré a primera vista de él. Era una persona tan amable, gentil y cariñosa, asumí que nunca hallaría a alguien tan perfecto como él, por lo que era mi chance para ganármelo. Esa misma noche, dormí con él, y poco a poco fui generando un vínculo de algo más que amigos junto a él. Me llevaba al cine, me invitaba a cenar, incluso propuso hacer una llamada con mis padres para que lo conocieran. Era encantador, y yo estaba cómoda con él. Realmente me sentía perfectamente, como si a fin de cuentas, se hubiese cumplido mi idealización de vivir en la gran ciudad, junto a un grupo de amigas fieles y un novio que me quiere.
Pero llegó esa tarde de invierno, en la que había nevado tanto en las calles que él me imploró que me quedara en su casa, argumentando que sus padres se habían ido a un viaje de negocios, por lo que no habría problema en que pasara allí la noche. Y apenas me acosté en su cama, con simples intenciones de dormir, él insistió en hacerlo conmigo para aprovechar la noche juntos. Me resultó raro, porque nunca me lo había pedido de ese modo, pero no me negué porque en mi cabeza seguía resonando la frase: "Nunca hallarás otro como él".
Y mientras me quitaba la ropa, sentí como sus movimientos se tornaban mucho más brutos, empezando a darme órdenes, las cuales respeté sin quejarme. Y si bien al día siguiente se disculpó, diciéndome que su amigo le había dicho que debía probar aquel estilo junto a mí, algo en él cambió desde ese entonces—. La chica se notaba cada vez más incómoda contándome los hechos, dejando ver lo mucho que le había afectado, y lo mucho que le dolía revivirlo en palabras— Fueron tan solo unos días después del incidente que Callum decidió contarme acerca del pequeño negocio de préstamos que había comenzado junto a Jeremiah y otro par de amigos. En ese momento, él me dijo que era solo un modo de ganar dinero, que entregaba préstamos a conocidos suyos y simplemente les pedía intereses. Pero el problema empezó cuando la gente que contrataba sus préstamos no llegaba a pagar sus altos intereses. Desde aquí, había dos caminos posibles: si se trataba de un hombre, éste debía trabajar para él como subordinado, siguiendo órdenes y encargándose de aumentar las ganancias u obtener algún tipo de beneficio— Tracy, insegura de lo que estaba por decir, hizo una pausa— Este es el caso de gente como Alexei Drakov, quien necesitaba un sustento para llegar al puesto que quería, que probablemente le ha dado muchos puntos a la hora de aspirar a una beca para un buen posgrado—.
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Club de Horus
Teen FictionEl traslado desde su pequeño pueblo natal hasta la gran ciudad de Nueva York fue particularmente complejo para Jem Myers, un joven de dieciocho años cuyo sueño es convertirse en un aclamado psiquiatra. Su problema no fue precisamente la distancia c...