Capítulo 9

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Las coordenadas enviadas al celular indicaban una especie de galpón cerca de la zona portuaria. Nunca había ido a esa zona, pero me era fácil orientarme gracias al GPS. No había dejado de estar nervioso y aturdido por la situación, pero sabía que no tenía otra opción que obedecer las órdenes de este desconocido de voz modificada que estaba amenazándome de muerte. Lo más obvio sería que todo fuese una broma de mal gusto, pero tenía miedo, era un hecho. Temía por mi vida.

Llegando a la zona de puerto de la ciudad, tuve que caminar por una pequeña plaza, en la cual solo había unos pocos bancos de madera, y algunos juegos para niños pintados en chillones tonos de amarillo y rojo. Sin embargo, no parecía ser un lugar muy frecuentado, por lo cual casi no había personas caminando.

Empero, me sacó de mis pensamientos haberme topado con una silueta un poco más baja y delgada que yo, con una cabellera que podría reconocer a kilómetros de distancia. Saliendo de detrás de algunos árboles, se hallaba Ethan, vistiendo una sudadera gris que le quedaba un par de talles más grande, y sosteniendo en su mano un cigarrillo. Sin embargo, no se veía como los cigarrillos que solía fumar: era bastante distinto, más fino y alargado, pero no pude analizarlo bien porque al percatarse de que mi mirada estaba clavada en su mano, lo ocultó llevándola hacia atrás de su espalda.

—¿Qué carajos hacer aquí?— espetó, bastante confundido. Era bastante raro que alguien fuese "de paseo" a esta zona, por lo que repliqué con otra pregunta— ¿Y tú qué haces aquí?—.

Ethan frunció el ceño unos segundos, probablemente pensando en alguna excusa viable para argumentar, pero salió de sus pensamientos cuando un hombre de unos cuarenta años, barba candado, gorra con visera y cadenas de metal en su cuello salió desde atrás de los árboles, a revisar que todo se hallaba en orden— ¿Quién es?— fue lo único que acotó, dirigiéndose a mi amigo. Éste, un poco incómodo, terminó por responder tartamudeando— Tan solo un conocido, solo pasó a saludar porque me reconoció, ¿verdad?—.

La fulminante mirada de Ethan me ordenaba furioso, y a la vez me imploraba desesperadamente que me fuese de ese lugar, por lo que solo asentí con rapidez y bajé la vista, tratando de no hacer contacto visual con aquel hombre. Finalmente, me despedí sin dudar más y escapé del lugar lo más velozmente que pude. Después de todo, no tenía tiempo que perder.

Detrás de la plaza, había un aglomerado de galpones. La mayoría se hallaban totalmente abandonados, pero no les presté mucha atención y tan solo me limité a buscar el que marcaba la dirección, para así concretar la misión que supuestamente salvaría mi vida.

Al llegar a la dirección solicitada, me topé con una oxidada puerta de un enorme galpón a primera vista abandonado. Una nota adhesiva del mismo tono amarillo claro que tenía el papel donde había encontrado la primera orden se encontraba adherida a uno de los portones de hierro que se erguían en la entrada. De lado visible, la nota solo decía las palabras "Jem Myers", por lo que la tomé en mis manos y la volteé, hallando la siguiente frase: "No hagas de alguien un todo, porque de ese modo, es muy fácil convertir de todo a nada".

Guardé el pedazo de papel en mi bolsillo, y me decidí a abrir la pesada puerta de hierro, manchando un poco mis manos del óxido que había corroído parte de ésta. Adentro, estaba completamente vacío y oscuro, la iluminación se basaba en un pequeño tragaluz en la pared izquierda del galpón, y tan solo había un par de herramientas de arado y pesca bastante sucias, repartidas por toda la extensión del suelo.

Además, en el centro del balcón, pude visualizar un lejano bulto negro al cual me acerqué con cautela. Poco a poco, ese "bulto negro" fue tomando forma de persona, la cual yacía tirada en el frío suelo, volteada boca abajo.

Cuanto más me acercaba, más detalles de la escena podía encontrar visibles: primero fue la ropa de color negro, notándose grisácea de suciedad por manchas de polvo, luego pude ver distintas manchas color carmesí oscuro decorando la zona alrededor de su cuerpo y parte del suelo y, por último, reconocí esos cortos mechones castaños que terminaban en color rosa, bastante despeinados y maltratados al igual que todo el resto del cuerpo de su dueña.

Así es como me encontré con la figura inerte de la chica que tan solo hace unas horas había visto en mi casa, la misma chica que había bromeado conmigo acerca de predicciones astrales, la misma chica que había besado. Totalmente malherida, maltratada y arruinada.

No estoy muy seguro de los miles de eventos que pasaron en esos cortos segundos en los que me encontraba en estado de shock. Lo único que recuerdo con certeza es ese nauseabundo hedor que mezclaba sangre, mar y polvo, que me generó tal profundo desagrado que consiguió que cayera desmayado en el suelo, haciendo que el último estímulo que mi conciencia recibía sea el sonido de las sirenas de un patrullero que se acercaba al galpón abandonado. Y luego todo fue silencio. Y oscuridad.

...

"Noticia urgente del día de hoy, interrumpimos esta transmisión para informar que una joven de diecinueve años fue hallada muerta cerca de la zona de desembarque, en uno de los galpones de la costa portuaria. Junto a ella, se ha identificado a un joven quien, al parecer, fue el primero en hallarla en ese estado y presentó síntomas de shock hasta que fue encontrado por la policía, quien recibió una llamada anónima denunciando un asesinato en esa locación. La autopsia ha revelado que la joven difunta era la hija de la reconocida diseñadora de moda Clarisse Leohard, viuda del empresario Anthony Wayme. Les habla Kyle Britgers desde la SNB para mantenerlos informados acerca de todo lo que sucede en nuestra ciudad y en nuestro país".

Aquella noticia arribó a mí, siendo las primeras palabras que llegaron a mis oídos cuando finalmente conseguí despertar. Abrí mis ojos y el blanco de la habitación me encandiló la vista. Cuando logré acostumbrarme, pude ver lo que me rodeaba: sábanas color celeste claro cubrían mi cuerpo, el cual ahora se encontraba en una bata blanca de cuerpo completo. Tenía la piel más pálida de lo normal y me habían conectado un suero en mi brazo. Un poco más a lo lejos, logré visualizar a Mia, vestida con una blusa negra y pantalones del mismo color, sentada en una silla en el otro extremo de la habitación. Cuando ella se percató de mi estado de consciencia, un toque de amarga alegría iluminó entre toda la tristeza que su rostro emanaba.

—Me alegra mucho que estés despierto otra vez— dijo poniéndose de pie, y acercándose a darme un abrazo. Sin embargo, creo que ella necesitaba el abrazo más que yo debido a que, al primer contacto entre nuestros cuerpos, la muchacha comenzó a dejar salir algunos sollozos. No necesitaba más explicaciones. Entre lo que había escuchado en la radio y la reacción de Mia, se completaba perfectamente la idea de todo lo que había ocurrido.

En ese instante, no me preocupó el hecho de que alguien pensara que yo podía haber asesinado a Venice, o en que podía haber fingido un desmayo para salir airoso; sólo sentía unas fuertes ganas de llorar, y una impotencia que me quemaba desde lo más profundo de mi ser.

Faltaron tan solo un par de segundos para que yo rompiera en llanto en sus brazos. Ella se limitó a intentar consolarme, pero ¿cómo era aquello posible? ¿Cómo puedes sanar a alguien más si tú también te encuentras igual de herido?

Fue recién luego de un buen rato que finalmente logré dejar de llorar. No obstante, no por eso dejaba de estar triste y angustiado, simplemente ya no podía continuar. Mia se separó un poco de mí e intentó recomponerse un poco para poder hablar—. Miles se encargó de todo lo referido a lo legal, estás libre de sospechas porque hubo un testigo en la escena que acreditó que tu no hiciste nada— hizo una pausa de resignación y luego volvió a hablar— Ese testigo fue Ethan. Aseveró que te había visto, y el celular encontrado en la escena contigo sirvió de prueba. Al parecer, ser el hijo del ministro de seguridad está muy bien visto a los ojos del país, así que todos decidieron creerle—.

Ese último comentario me sonó bastante hiriente— ¿Es decir que tú decides no creerle?—. Quizás esa no haya sido la intención de la muchacha al relatar los hechos. Era bastante improbable, en realidad. Empero la sensibilidad siempre me condujo a la impulsividad. Espero que lo entendiese.

Mia abrió sus ojos como platos y negó con la cabeza— Me expresé mal. Quiero decir, la justicia no hizo más indagaciones—. La chica corrió la mirada, pero yo seguía observándola fijamente, ya que no había respondido a mí pregunta. Pero al parecer, ella sola se sintió aludida— Claro que le creo a Ethan, y por supuesto te creo a ti. No tengo razones para desconfiar, y creo que todos en el grupo estamos de acuerdo en esto—.

Si bien podía no ser del todo cierto, me reconfortó un poco oír que el Club decidía posicionarse de mi lado en esta ocasión. Haber estado sufriendo semejante pérdida y encima tener que justificarte frente a los únicos que pueden contenerte porque creen que eres un asesino seguramente era una sensación que no podía aguantar.

Club de HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora