Epílogo

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HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE LA LUNA

EPÍLOGO

La leucemia volvió a entrar en nuestras vidas sin permiso y rompió a su paso las puertas de nuestras almas al anunciar su llegada. Atacó más fuerte y silenciosa que la primera vez, ajena a nuestras esperanzas. Arrasó y se llevó con ella gran parte de nuestra felicidad, dejando un auge de impotencia y coraje en nuestros corazones. Era una furia cegadora que me provocó un horrible dolor en el pecho y que el calor se extendiera a todas las extremidades del cuerpo.

A comienzos de abril se me detectó que me encontraba en una fase más adelantada de lo esperada, por lo que tuvimos que regresar a Montemayor para ser tratado con urgencia bajo el cuidado del doctor Perfecto. En esa ocasión, los Ainsworth fueron con nosotros bajo la excusa de estar con Aylan y para apoyarnos a los dos.

Fueron largos periodos de quimioterapia, incluso más extensos que los anteriores. El sabor asqueroso a metal que me dejaba el tratamiento eran de las pocas cosas que seguí sintiendo después de una pérdida considerada del gusto. Para mi fortuna, los besos de Aylan me sabían a lo mismo de siempre y eso me tranquilizaba.

Era mi nuevo hogar, mi punto seguro.

El hospital me pareció tan enorme como la última vez que estuve ahí, pero no tan vacío; en ese momento, fui más consciente de quiénes estaban a mi lado para apoyarme.

Mi nueva habitación era tan aburrida como la anterior, al igual que los colores me seguían pareciendo los más desalentadores que pudieron haber tenido en un hospital. La televisión no tenía nada bueno, releí libros y compré nuevos, hablaba por horas con mis familiares y, cuando no caía dormido por el agotamiento tras la quimioterapia y me esforzaba en continuar con el dibujo y la pintura, como Donovan intentó alentarme las primeras veces.

Los Sallow me visitaron en repetidas ocasiones, en especial Scorpius en compañía de Hikaru para intentar hacer algo. El líder era sereno y gentil al tacto, como un padre cuidando a un niño pequeño con fiebre y dolores musculares... Bueno, hasta cierto punto, yo lo era.

—Un aura negra significa enfermedad, falta de energía... Y muerte —me explicó.

No supe si usó sus poderes en mí para que no entrara en pánico porque me perdí en sus lindos ojos mientras me acariciaba el dorso de la mano con sus pequeños y suaves dedos.

—Pensé que era la segunda. A veces, los colores son demasiado confusos... Creí que esa falta era reflejo de desaliento emocional, no de esta magnitud... Lo siento —usó un tono sincero y lastimero.

Negué en silencio cuando vi sus ojos cristalizarse, pues no quería que alguien más llorara. Había sido suficiente cuando supe que los demás lo hicieron.

—Incluso si lo hubiera sabido, el negro es la última fase. Es difícil hallar un punto de retorno...

—Scorps, no llores —el apodo salió de mis labios muy fácil—. No sé qué hacer con la gente que llora —mi risa salió algo desanimada y agotada. No permitía que me vieran después de una sesión, a menos que fuese Aylan, Alex o Donovan—. No te culpes. El cáncer es una enfermedad muy traicionera, créeme que lo sé.

—Acepta la mordida de Iris —rogó en ese momento, sorprendiéndome. Se debía de sentir muy culpable para pedirme algo así—. Si no, Aylan aceptará renunciar a la larga vida... Si algo te pasa...

—Nuestra decisión ha sido tomada —le recordé.

Pasase lo que pasase, en el momento en que yo me sintiera mejor, él renunciaría a ser vampiro y me acompañaría en una vida humana hasta que nuestras almas emprendieran un nuevo viaje.

Hijo de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora