Capítulo 1: De regreso a casa

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HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE LA LUNA

CAPÍTULO 1: DE REGRESO A CASA

Colombres.

Había pasado poco más de seis años desde que no pisaba la tierra de ese pueblucho de forma permanente, solo para cortas vacaciones veraniegas.

Mi nuevo-antiguo hogar se encontraba en un lugar escondido entre las grandes civilizaciones del Norte de México. Un territorio al que apenas hacía setenta u ochenta años se nombró municipio y, después, ciudad; no obstante, para todos los habitantes, no era más que un simple y aburrido pueblo.

La mayoría de la gente se conocía entre ellos por sus padres, abuelos o incluso bisabuelos; no había gran ingreso económico, a menos que el padre o la madre de familia trabajara en las ciudades vecinas; tampoco tenía grandes sitios de entretenimiento: unos cuantos restaurantes aceptables, dos o tres bares modernos, heladerías, parques en mal estado (a los que casi nadie iba durante el verano por el horrible calor) y dos centros artísticos, entre ellos el de mi madre. Según muchos, el lugar perfecto para pasar los años después de la jubilación, sino fuera por la inseguridad y porque algunos no se daban por vencidos con él, tratando de modernizarlo.

No lo dejaban morir, sin duda.

Decidimos regresar por eso mismo: la monotonía por la que era característico. Fue la mejor decisión, tras tanto tiempo viviendo en la moderna y ruidosa Montemayor, una gran comunidad de Nuevo León. Ahí, mi hermano menor, Donovan Lynx, y yo, cursamos nuestra universidad y también fue en uno de sus hospitales donde fui tratado después de haber sido diagnosticado con leucemia.

Fue un periodo difícil, en especial por la sobreprotección que recibí de mi familia en ese tiempo (incluso después de estar curado); aunque comprendía los motivos, eso no quitaba el hecho que era algo incómodo el que me recordaran que pude haber muerto en algún momento. Por fortuna y para no hacer el cuento largo, tras luchar mucho, pude ganarle y seguir adelante. Logré titularme como arquitecto y trataba de vivir la vida lo más normal posible.

Durante el último año, estuve en un periodo de "organización mental y emocional" (como lo llamó Don) y me quedé con mi padre la mayoría del tiempo; mamá se centró en asentarse nuevamente en Colombres y en reabrir su antiguo centro de artes, "Claveles Rojos"; mi hermano se limitó a ocuparse del papeleo final de su titulación, de conseguir el traje para la graduación y en ser aceptado en el equipo de voleibol de nuestra pequeña ciudad cuando se mudó con mamá.

—¿Puedes bajar de la camioneta el resto de las cajas, Hayden?

Papá se dirigió a mí con un tono algo agotado por el viaje de más de tres horas, a lo cual asentí.

Aprovechando que regresamos, todos comenzaríamos desde cero. Mamá sería profesora de baile en su centro, al igual que desempeñaría el puesto de directora principal; papá trabajaría desde su despacho como abogado independiente y ayudaría dando clases de piano y violín en el mismo sitio; mi hermano entrenaría voleibol en el equipo local, buscaría trabajo en una empresa de la ciudad vecina (según él, ya que nunca lo vimos buscando ofertas de trabajo) y daría clases de alfarería en "Claveles Rojos"; por mi parte, trabajaría con mi tía abuela en su local como asistente para aprender más del área práctica y social de mi carrera, y también intentaría ayudar a mi madre como maestro auxiliar en sus clases de baile.

Toda mi familia era muy apegada al arte, ignorando el hecho de que Donovan prefería los deportes; yo estaba muy ligado a la danza, la pintura, la fotografía, algunos instrumentos y el canto.

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