Capítulo 16: El secreto de la familia Ainsworth

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HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE LA LUNA

CAPÍTULO 16: EL SECRETO DE LA FAMILIA AINSWORTH

Estar en casa me hizo sentir seguro y que todo fue un mal sueño, uno muy diferente a los que estaba acostumbrado desde que nos mudamos.

Tenía la respiración acelerada, la ropa empapada y el corazón latiéndome más rápido de lo que pude imaginar. Estaba muy confundido y, aunque tenía muchas preguntas, ninguna se me vino a la cabeza como tal. Ni siquiera tuve las fuerzas de irme a duchar para evitar enfermarme, lo único que hice fue ponerme el conjunto de chándal que usé horas antes de la llegada de Aylan.

Lo bueno fue que ni mis padres ni Donovan pudieron ver mi estado de shock, pues huyeron en dirección contraria a la mía para refugiarse en la casa de la tía Maggie.

No recordaba haber visto pronosticado tremendo aguacero en las noticias. Era como una tormenta o un huracán por lo fuerte que comenzó a azotar la lluvia y el viento contra los tejados y árboles; incluso el lago "Hurón Bravo" estuvo a punto de desbordarse. Si es que la lluvia estuvo prevista y yo no lo supe, no llegué a comprender cómo fue posible que hubiera tanta gente en el convivio. De nuevo, Colombres era contradictorio.

Como haya sido, eso no era lo importante.

Lo importante eran Iris, Ethan, Aylan y el pobre chico que dejé morir entre sus manos.

Por recordarlo, me dieron tremendos escalofríos.

Me pregunté si era posible que los muchachos del taller tuvieran razón y que los Ainsworth fuesen mala influencia o, más bien, malos y raros. Es decir, ¡sus ojos brillaron! Nunca había visto eso en una persona, aparte de personajes ficticios (y, claro, animales).

¿Dania lo sabía? ¿Y "las Lechuzas"?

Me preparé un té de manzanilla para relajarme y calentarme un poco. Aún traía el cabello húmedo y se me terminó corriendo el maquillaje de catrín que hice con tanto esmero, borrando trazos y formando feos tonos grisáceos con ello. Mi esfuerzo se fue al caño más rápido de lo que hubiera querido.

Mi sudadera fue mi mayor consuelo, pues me entretuve jugando con los listones que colgaban a sus costados, apretando y aflojando su gorro alrededor de mi cuello.

Las velas y el incienso del altar fueron dejando sus esencias impregnadas en los muebles de la casa, en especial los de la sala, por lo que en ese momento me vi rodeado de todo tipo de aromas de temporada; cempasúchil, tomillo y laurel, más que nada.

Una vez tuve lista mi infusión, pude sentarme en el sofá para sacar mis propias conclusiones o, tan siquiera, intentar unir los cavos sueltos. Fuese una ilusión o no, debía de hallar una explicación a lo que estuviera pasando, lógica o ilógica.

Apoyé la taza sobre una de mis piernas y por instinto contemplé el anillo que tenía en mi dedo anular derecho, esperando hallar todas las respuestas de las dudas que no fui capaz de formular ni siquiera en mi cabeza.

—Todo comenzó cuando lo acepté —me dije a mí mismo en voz alta, aun sin conocer la razón de porqué pensé eso.

No tenía ni idea que, en vez de haber aceptado a un simple anillo de plata, en realidad acepté que los Ainsworth entraran a mi vida y que, tal vez, por eso creí que Crystal se me quedó viendo de aquella manera tan intensa. Ella era una Lawson y, tomando en cuenta el significado de la serpiente que decoraba mi joya, tuvo que haberse sentido algo ofendida.

Eso o eran mis divagaciones sin más.

Al quitármelo, lo eché una mirada con mayor atención para contemplar sus detalles. El cuerpo de la emblemática serpiente era la circunferencia y, justo en sus ojos, yacían dos pequeñas piedritas ámbar que le daban algo de color.

Hijo de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora