HIJOS DE LA NOCHE
HIJO DE LA LUNA
CAPÍTULO 24: CIERVOS Y LOBOS
Para el 24 de diciembre, el clima se puso de buenas. Nuestra tarde estuvo soleada con viento fresco y una placentera sensación bajo las sombras. Las calles se cubrieron de hojas y, a pesar de los avistamientos de esas curiosas criaturas, todos intentamos seguir con nuestras vidas lo más normal posible.
A veces la gente era muy buena en eso, en ocultar su angustia y actuar como si nada estuviera pasando, esperando a que se resolviera solo. La población de Colombres siempre fue así.
Fue uno de los días más ajetreados que tuve en el año. Ayudé a mamá y a Donovan con las compras de último minuto, como adornos para las envolturas de los regalos, bolsas con temática navideña para ocultarlos e incluso los mismísimos obsequios (de los Sallow, en especial, ya que mi familia pareció olvidarlos por completo); papá se quedó preparando su especialidad navideña, bacalao y espagueti verde, para no llegar con las manos vacías.
La familia anfitriona tuvo la "fantástica idea" de invitarnos no únicamente a cenar, sino también a dormir. La razón era simple: querían abrir los regalos con todos en la mañana de Navidad y desayunar recalentado. Nosotros teníamos la costumbre de abrirlos a las doce exactas; ellos, cuando se despertaban para recordar la emoción y adrenalina que sentían de niños al abrir lo que el hombre de traje rojo dejaba bajo sus pinos.
A decir verdad, no tenía ni la menor idea de cómo dormiríamos más de diez personas en una casa.
Al estar listos, Don y yo bajamos las escaleras poco después de las siete de la noche.
—Es un milagro que mamá no me haya regresado cuando vio cómo me vestí hoy —utilizó un tono tan quedito que apenas lo oí.
Me reí ante su incredulidad porque, en efecto, nuestra madre no dijo ni una sola palabra cuando lo vio con el atuendo que escogió junto a Víctor unos días atrás.
—¿Tú crees que se le habrá pasado la paranoia de querer quedar bien con los Ainsworth?
—Agradece que no haya reaccionado igual cuando supo del resto de la familia —murmuré también. Nuestros papás se centraron en guardar todas las cosas en el carro—. ¿Deberíamos ayudarlos?
Él me miró y negó, como si intentara decirme "estoy muerto de cansancio, por favor, no".
Asentí con una sonrisita y lo llevé hasta el estudio de mamá. Había manchas rojas y azules en el azulejo del piso, un fuerte olor a pintura y un cuadro a medio acabar.
—¿Conseguiste todos los regalos, no es así?
—¡Claro que lo hice! —Reprochó, indignado.
Llevaba unos pantalones sueltos a cuadros con una camiseta de cuello alto y una chaqueta marrón con muchos bolsillos. Su cabello castaño y bien cortado resaltaba a la perfección con eso y él lo sabía. Tenía ese porte que imponía y conquistaba... O, por lo menos, ese que solía hipnotizar a Alex tiempo atrás.
Me pregunté si le mandó un regalo por correo y, si era así, qué fue.
—Siendo sincero, lo dudé un poco. Sigo algo ofendido y no me pareció justo —confesó, su tono no titubeó.
Supe que le frustró tocar el tema, aquel del que yo no podía hablar y que compartía con los Ainsworth, los Sallow y, en sí, todo Abaddón.
Me acerqué y le masajeé el cuello por encima de la camiseta, lastimero.
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Hijo de la Luna
VampirosUna historia donde las criaturas consideradas peligrosas son más humanas de lo que aparentan. * Primer libro de "Hijos de la Noche". * Contenido original. No se permiten copias, ni adaptaciones. * "Contenido adulto" por el lenguaje usado. * Portada...