Capítulo 22: Recuerdos del viento otoñal

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HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE LA LUNA

CAPÍTULO 22: RECUERDOS DEL VIENTO OTOÑAL

Cuando la llegada de los Sallow estuvo a la vuelta de la esquina, volví a ir de visita a la casa de los Ainsworth para pasar el rato durante un viernes.

Días antes, mi tía nos había dado vacaciones a todos los muchachos y a mí, por lo que tuve tiempo libre de sobra que usé para dibujar, estar con una de mis familias o salir con Aylan durante las noches para pasear por las calles principales en donde hubiera grandes casas decoradas con cosas navideñas.

Esa tarde, Iris salió para comprar más adornos para su pino de Navidad, Crystal se desapareció desde el día anterior y Víctor decidió acompañar a Donovan a diferentes tiendas para ver qué encontraba de ropa para la noche del 24 de diciembre.

Me compadecí un poco por él porque, a decir verdad, me lo imaginé exasperado entre tanta gente en las boutiques; su prometida minimizó mi preocupación con un "es igual que Don al dejar todo de último minuto, seguro aprovechará para comprarse algo también, tranquilo".

Todos los demás Ainsworth estaban en la residencia, en el patio trasero con Aylan y conmigo, para disfrutar del agradable clima y tomar jugo de frutas de temporada.

Entre nuestras pláticas sobre cómo el lago no se desbordó, aprovecharon para contarme un poco de las historias que me faltaban por saber sobre ellos.

Así fue cómo descubrí que Ethan nació en 1803, que fue sordo y que vivió con sus abuelos en una pequeña aldea inglesa en la que, pese a su problema, todos lo adoraban; sin embargo, durante una noche de lluvia y frío en 1830, fue atropellado por un carruaje. Desangrado y al borde de la muerte por la falta de coraje del conductor, fue cuando Iris y Crystal lo encontraron y, en medio de la lluvia, pudo ver los ojos rojos de la que se convirtió en su pareja años después.

—En Abaddón aprendí a hablar con mayor dicción gracias a mi florecita —reí al imaginar a la tía Iris apenada por el apodo.

Cuando se trataba de Ethan, la más mínima muestra de afecto le hacía reaccionar como un gato consentido que ronronea por atención.

—A diferencia de los vampiros que sí nacieron con el sentido de la audición, yo tengo la de un humano ordinario. Es mejor que nada —le di la razón, enternecido por la historia—. En parte, creo que por eso soy un poco serio, a comparación del resto. Estuve callado toda mi vida humana... Y, a veces, serlo en la actualidad no me parece tan malo.

—En ningún momento creo que haya sido malo —aclaré, jugando con mi portavasos—. Algunos tienen la habilidad de hablar, otros de escuchar u observar. En combinación con la actitud de Iris, son la pareja perfecta para liderar a un clan —uno daba consejos y oía a sus miembros, otro apoyaba a gritos y sonrisas.

Por algo Crystal decidió hacerse a un lado para que ejercieran juntos esos puestos.

Aylan volvió a decir que era demasiado cursi en algunas ocasiones y se calló apenas le mencioné que él, minutos antes, me dio un dibujito de nosotros dos juntos.

Ryuu, quien se levantó en algún momento para ir por nueces y cacahuates garapiñados a la cocina, cerró la puerta detrás de ella para dejarnos los platitos en el centro de la mesa.

Su lechuza y el búho de Ethan volaron hasta una de las sillas vacías, queriendo ganarse algún mimo de su parte. A diferencia de los animales del resto, no me gané la confianza de esas dos aves, ni su desprecio.

Hijo de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora