Capítulo 10: El tiempo para el amor

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HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE LA LUNA

CAPÍTULO 10: EL TIEMPO PARA EL AMOR

A finales de septiembre, debido a que los jóvenes Ainsworth se ocuparon mucho en sus clases y proyectos personales, apenas vi a Aylan en el centro de mamá y al resto cuando iban a recogerlo o pasaban a saludar. Solían quejarse de la infinidad de cosas que debían de estudiar, las presentaciones que necesitaban arreglar con sus compañeros y los extensos capítulos que requerían leer para sus ensayos semanales, sin contar los pagos y contrataciones que debían de hacer para abrir el negocio de Ryuu.

Me recordaban a cuando Donovan y yo estudiábamos. La presión de entregar todo a tiempo, el tener que estudiar, el pago elevado de mi primer semestre por ser foráneo y participar en las malditas actividades extracurriculares porque (si no las hacíamos) no podríamos graduarnos... No extrañaba nada de esa época.

Alex se había quedado unos días más después de la semana mexicana en "Claveles Rojos" y Vanesa regresó a su ciudad porque tenía un montón de trabajos pendientes. Fue muy agradable tenerlos en casa, en especial cuando oía a Donovan pelearse con su amigo por el último pedazo de pan en las mañanas o a la muchacha emocionarse por una tarde de karaoke improvisado con mamá y papá. Adoraba lo ruidoso que era nuestro ambiente familiar después de haber pasado los últimos años desganados.

En esos días en los que pudimos relajarnos un poco después de aquellas pesadas tardes y noches de fiesta, descubrimos que Alex comenzó a salir con un ex compañero de su generación llamado Edgar (lo único que yo sabía de él era que tenía unas notas excelentes porque mi hermano y él solían ser los mejores); también supimos que trabajaba en un centro de servicios para organizar de eventos, que tenía su propia página como fotógrafo y que, tal y como prometió, seguía ayudando año atrás año al hospital en grabar los vídeos para animar a los pacientes.

—Me parece una tontería que no me hayas dicho que tenías novio, Alexandro Leyton —mi hermano señaló al nombrado con su tenedor aquel día.

Estábamos desayunando y, de entre todos los presentes, mi hermano era el único que sí conocía el dato de sus trabajos, pero no tuvo el privilegio de ser el primero en enterarse del tal Edgar.

—Baja eso o le picarás un ojo a alguien —mamá lo regañó mientras se levantaba de su silla para volver a servirse un poco más del atole de fresa que preparó para aumentar el horrible calor—. Me alegro mucho porque al fin encontraste a alguien, cielo. ¿Cómo se lo tomaron tus papás? ¿Ya les has contado acerca de tu sexualidad?

Mientras que los de Alex eran unos católicos arraigados a la antigua, los nuestros se tomaron bien mi orientación y le dijeron a mi hermano que poco les importaba la suya, siempre y cuando eligiera a la persona que lo hiciera feliz.

Don le hizo caso a mamá sin desviar la mirada del contrario, viéndolo con interés y una pizca indescifrable de curiosidad, decepción o molestia (tal vez, resultó ser un poco de las tres)

—No... Es decir... —Meneó la cabeza de lado a lado—. Tenemos algo que no llega a ser oficial todavía, ¿sí? Queremos saber hasta dónde nos lleva la vida, sin presiones.

» No quiero lastimarlo, papá me quiere buscar hijas de sus socios para que salga con ellas y no tengo ni la menor idea de cómo decirles la verdad.

Me pregunté en si al menos lo intentó.

—¿Por qué no lo llevas a una cena y que pase lo que tenga que pasar? —Recomendé, alzando los hombros—. Vives en tu propio departamento desde antes de que nos mudáramos y ahora tienes un trabajo estable, ¿qué es lo peor que podría suceder? No estarán molestos toda su vida. Eres su único hijo.

Hijo de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora