Introducción

114 7 1
                                    

Jared se recarga contra la roca y apenas sonríe ante la situación que es el resultado de todas las decisiones que ha tomado a lo largo de su vida. La sangre que escurre por su herida se filtra entre los dedos de la mano que intentan retenerla, pero la fuerza y la convicción de seguir viviendo poco a poco se esfuman como las partículas del polvo que lo envuelve.

Lo ha perdido todo. Las cosas que nunca soñó y las cosas que planeó con el paso del tiempo, todas se rompen y se destruyen con cada paso que da la criatura.

Jared piensa en dejarse llevar. La idea de morir dentro de aquel entorno de pronto no le parece la más equivocada, de cualquier modo, no tiene ningún lugar a donde regresar porque lo ha perdido todo. Sus pensamientos siempre vuelven a esa afirmación, a esa suma de letras y palabras que resumen su existencia en este punto donde el recuerdo es aún más doloroso que las heridas que tiene encima.

Apenas se mueve y cuando lo hace sus huesos crujen y él suelta una maldición silenciosa, un murmuro lastimero que no logra envolver por completo el dolor qué hay dentro de él, porque más allá de lo físico, sus sentimientos están heridos. Los sentimientos que descubrió que tenía cuando perdió todo.

La bestia ruge, gruñe, rompe. El suelo tiembla, la roca se rompe y cae cerca de él, tal vez algunas piedras medianas lo golpean en el rostro, pero Jared se limita a cerrar los ojos y tose debido al polvo, una mezcla de sangre con tierra.

Sus ojos dorados ya no pueden ver mucho más lejos, su vista de alguna forma se vuelve borrosa y, aunque parpadea convulsivamente y se talla los párpados con el dorso de la manga, la visión aguda de los hechiceros no vuelve a él. Piensa que es el final, uno correcto para él, para la clase de persona que es y en la que se convirtió.

El odio y el resentimiento nunca llegan. Jared intenta sentirlos, pero lo único que viene a su mente son los recuerdos, los momentos en los que sonreía a veces sin darse cuenta, a veces de forma secreta, sonrisas que eran solo para él, su tesoro, su escondite. Las memorias, los sentimientos de nostalgia, de anhelo lo golpean una y otra vez como olas de mar. Su cuerpo se acude, los escalofríos lo recorren ante esas imágenes íntimas de cariño y de amor, aunque nunca quiso aceptarlo.

Cuando abre sus ojos de nuevo se encuentra con ese paisaje de tierra y rocas, entre polvo y su propia sangre que se ha escurrido marcando un río en el suelo. Jared piensa que es un buen lugar para morir, lleno de olvido, justo el lugar que él se merece porque no hay nadie allá afuera que lo extrañe o que piense en dónde está o si está bien. Nadie va a echar de menos su existencia, su arrogancia, sus malos hábitos y el aroma a tabaco que desprendía su piel. Todos en el exterior seguirán sus vidas normales, tal vez agradecidos de no volverlo a ver.

¿Eso duele? Se pregunta a sí mismo, pero no hay respuesta, porque la bestia vuelve a rugir con mucha fuerza, con rencor. Quizá pueda volverse uno con la bestia, si se queda en ese lugar el suficiente tiempo es probable que la tierra lo envuelva y entonces él podría convertirse en parte de ella. Podría ser una parte no vital ni necesaria, pero al menos de esa forma, tendría un lugar donde estar.

No, no puede morir de esta forma. No aún. No habrá redención para él si se deja vencer de esta manera, por eso busca fuerzas en alguna parte de su cuerpo, en las palabras que él mismo se dice y se pone de pie recargándose en la roca detrás de él. Jared no será un héroe, no tiene madera para serlo. Los héroes no han cometido los crímenes que él ha hecho, pero al menos quiere intentarlo. Quiere salvar el día, salvar al mundo.

Su mano libre llama a la tierra a su alrededor y le ordena que envuelva su torso, deteniendo el sangrado para que él pueda luchar y esta le obedece, lo abraza con fuerza como solía hacerlo aquel chico, y la sangre deja de escurrir.
Con huesos rotos, con músculos entumidos y desgarrados, recorre ese camino como lo hizo horas antes, a pesar de que en su cuerpo ya no está la misma fuerza ni la misma confianza, él hará lo posible por detenerla. Es lo menos que puede hacer. Es lo único que le queda por hacer y no le importa si muere en el intento, porque él ya no tiene un lugar a donde regresar, porque lo ha perdido todo.

Entra por una especie de túnel oscuro donde sus ojos dorados pueden ver a medias. Ya está escuchando a las bestias pequeñas que corren del otro lado, casi puede sentir sus garras rompiendo su piel como lo hicieron momentos antes. No podrá resistir una lucha contra ellas otra vez, lo superan en número y en fuerza. Por eso, toca la roca a su derecha y abre su propio camino rodeando el lugar donde ellas están, intentando hacer memoria de la estructura de esa cámara.

Cuando lo logra llega por fin a un pasadizo que no había visto la primera vez y lo sigue hacia arriba, luchando contra las rocas que caen y la tierra que jala sus pies para hacerlo desistir. Y por fin se encuentra en la cima de aquella bestia que gruñe ante su presencia. Jared escucha que las bestias están aullando y corriendo hacia él así que hace lo mismo y corre tan rápido como puede hasta chocar contra una gigante roca que simula una puerta.
Desesperado intenta abrirla, con sus palmas abiertas hace un hoyo que continúa cerrándose. Está luchando contra magia, lo sabe, tiene que ser más rápido, más fuerte. Con un movimiento decisivo logra derribar una parte, pero tan pronto pasa su brazo, la roca se reconstruye alrededor de él atrapándolo y dejándolo desprotegido ante las bestias que están subiendo.

Jared puede sentir como se corta la circulación de su brazo y, por más que intenta abrir la roca de nuevo, esta se cierra con cada segundo que pasa como si quisiera arrancarle la extremidad. Jared se defiende de las primeras tres bestias que llegan hasta su posición. Con unas lanzas de roca las atraviesa y las rompe, eso le dará algo de tiempo antes de que vuelvan a reconstruirse, y con una roca gigante que arroja por el camino empinado, logra derribar a las demás.

Está perdido, lo sabe, está consciente de eso. Con una mano inmóvil es una presa fácil para las bestias y eso lo llena de impotencia porque está seguro de que acaba de llegar a la meta, al punto donde está aquel ser resguardado dentro de la bestia y él no podrá asesinarlo. Las bestias vuelven a subir y Jared se resigna a morir siendo despedazado miembro por miembro, parte por parte.

Pero las bestias no llegan, algo las envuelve y las despedaza. Jared no logra ver qué es debido a la oscuridad y la condición de su cuerpo, pero pronto descubre que es agua. Un río las atrapa a todas y las rompe, llevándose los pedazos lejos de él. Jared no comprende qué está pasando hasta que de la superficie se abre un agujero y por él cae una persona instantes antes de que el hoyo vuelva a cerrarse.

Jared lo reconoce, pero no puede creer que esté ahí. Tal vez es una alucinación, tal vez se volvió loco y sigue tirado allá abajo, desangrándose, volviéndose uno con la bestia. Pero ese chico que incorpora y lo mira y Jared se convence de que no es una alucinación, en especial porque el chico rompe la roca liberando su brazo. Al principio, Jared siente un hormigueo que lo recorre desde el hombro hasta las yemas de los dedos así que los mueve intentando reactivar la circulación.

— ¿Qué haces aquí? —pregunta aún incrédulo.

—Ayudándote, maldito imbécil. No voy a dejar que mueras aquí como un héroe. Voy a hacer que sobrevivas y después haré que pagues por todo lo que hiciste.

Jared asiente, le parece un trato justo. Sabe que tiene mucho por lo qué pagar, muchos fantasmas que lo persiguen que exigen justicia. Y eso no le importa, porque ya no tiene a donde regresar.

[Libro 3] QuatervoisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora