23 - O S C U R I D A D

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Dos mujeres de bata blanca con mascarillas y un guardia entran a su habitación. Red se estremece de inmediato. No puede creer que experimentarán con él en ese estado. Intenta moverse, pero no logra demasiado antes de que el dolor de su brazo aumente hasta convertirse en algo insoportable. Una de las enfermeras le inyecta una dosis de veneno que lo deja contra el colchón como un peso muerto. Por más que Jared intenta luchar, su cuerpo ya no responde. Una mujer le jala la cabeza dejando su cuello expuesto mientras otra saca sus herramientas. Lo siguiente que Red siente, es la forma en que la aguja entra a su piel marcando con tinta los números que de ahora en adelante, lo definirán siempre como un hechicero.

§§

Le toma casi tres semanas recuperarse parcialmente. Aún no puede mover la mano, pero puede levantarse de la cama para salir al comedor como el resto de los hechiceros. Jared presta mucha más atención esta vez quizá sin ser consciente, de las heridas que tienen todos los que lo rodean. Tal vez solo quiere estar preparado para lo que pueda venir después. No es nada alentador, sin embargo. Hay hechiceros que tienen cicatrices en la cabeza, dejando un área calva, otros no tienen algún miembro de su cuerpo, algunos otros tienen cicatrices que les abarcan el rostro por completo o que les deforman la cara de alguna manera.

Red toma la comida con su mano buena y mira hacia las mesas, descubriendo a Félix sentado en una del centro, concentrado solo en hundir la cuchara en aquella masa bicolor una y otra vez. Puede ser que Jared ya volvió más humano mientras fingía ser uno, porque solo necesita estar en contacto con alguien más. Alguien con quien pueda acudir en alguna situación. Es una locura dentro de ese lugar, quizá Red ya está perdiendo la cordura.

—¿Qué haces? —pregunta Félix con los ojos muy abiertos cuando lo ve sentarse frente a él. Red ni siquiera puede responderle antes de que vuelva a hablar rápido, arrastrando las palabras—. A la esquina, muévete, muévete, muévete.

Jared obedece sin entender qué pasa y se recorre hasta la esquina contraria a donde se encuentra el rubio. Félix mira alrededor, como si se asegurara de que nadie vio lo que acaba de pasar y coloca el codo sobre la mesa, cubriendo su rostro de lado, pero dejándolo al descubierto para Red.

—No puedes hablarle a nadie —dice en voz baja, lo suficiente para que Jared lo escuche. No lo mira, el rubio sigue con esa tarea de hundir la cuchara sin parar, así que Red lo imita, mirando el plato que tiene enfrente—. Si ellos te ven charlando creerán que estás conspirando en su contra.

—No lo sabía— responde en el mismo tono, casi sin mover los labios.

—Sobreviviste al primero.

—Algo así. —Red mira su brazo inmóvil recargado contra su pierna. Tal vez no sea más que un peso muerto en el futuro.

—Creí que ya te habías muerto, pasaste mucho tiempo sin aparecerte aquí.

—Ojalá hubiera sido tan sencillo.

Félix apenas sonríe y asiente.

—Querrás hacerlo, al menos hasta que llegue el experimento final.

—¿Qué experimento final?

Ambos miran hacia el pasillo cuando dos guardas empujan camillas con bolsas negras para cadáveres. Félix es el primero en apartar la mirada de vuelta a su plato. Jared los sigue hasta que los pierde de vista. El rubio suspira.

—Te inyectarán la sangre de otro hechicero.

—¿Para qué?

Félix levanta los hombros.

—Quizá quieren crear un híbrido. Los rumores dicen que así crearon el veneno, al mezclar la sangre de los Universum con los Adamantem. Aunque nadie ha regresado de ese experimento.

[Libro 3] QuatervoisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora