8 - B O S Q U E S

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Jared despierta víctima de sus propios ronquidos y se endereza sobre la silla. De inmediato siente el dolor atacando su cuello debido a la posición en la que se encontraba. Se acomoda los lentes y mira el reloj, son las siete de la mañana, lo que significa que se quedó dormido frente al escritorio hace tres horas. Fastidiado se quita los lentes y sale hacia el comedor para encender un cigarrillo. Lleva cuatro días durmiendo menos de cinco horas debido al trabajo que tiene encima y los desvelos están causando estragos en él. Se siente muy cansado y fastidiado, su cerebro no funciona igual que antes, pero no tiene tiempo para dormir porque no terminará esos diseños.

Prepara la cafetera y cuando percibe el aroma del café recién hecho se siente un poco mejor. La taza humeante frente a él le provoca una sonrisa justo antes de dar un trago agradecido. Continúa fumando hasta que el cigarro se termina y siente apetito, no obstante, no tiene ganas de prepararse algo muy elaborado. Se decide por tostar dos rebanadas de pan, les unta mantequilla y mermelada de zarzamora y come en silencio. De manera casi automática revisa su celular. Tiene dos llamadas perdidas de Dylan, seis mensajes de Mike, dos del nuevo cliente de la semana pasada llamado Jack y uno de Luca a la media noche regañándolo por seguir despierto. No hay ninguna notificación de Anthony y ha sido así desde hace dos semanas. En realidad, no le sorprende, después de la escena con Karina en la cafetería, sería un tonto si esperara una llamada del chico. Piensa que es una lástima, porque comenzaba a agradarle su presencia.

—Demonios, Red, te ves terrible— comenta Van al salir del pasillo, encontrándolo de frente. El americano se sirve una taza de café— ¿Cuánto has dormido estos días?

—Diez, doce horas— responde mientras se talla los ojos.

—Ese trabajo va a matarte, te lo aseguro.

—No es lo peor que podría pasarme— dice entre dientes cuando se levanta tomando su taza de café y regresa a su oficina.

No, lo peor podría ser que los hechiceros lo encuentren y decidan hacer justicia por todo lo que hizo. O que los humanos lo descubran y decidan experimentar con él. No sabe cuál de esas dos opciones sería la más dolorosa. Desde lo sucedido con Karina le ha dado vueltas al asunto. La verdad es que no le importa lo que le hagan a los hechiceros, no siente ninguna clase de apego hacia ellos.

Si lo piensa detenidamente, solo una vez deseó volver a los Bosques, poco antes de encontrarse con el Adamantem. Para él, ese recuerdo es uno de sus peores errores.

§§

Ocho años después de que termina la cacería, Jared tiene seis años y le teme a los crueles humanos que atemorizaron a su especie durante mucho tiempo. Esa es la principal razón por la que no piensa en usar su magia cuando descubre qué hay muchos de esos humanos entrando a los bosques, en medio de la noche. Él los puede ver desde su cabaña en el árbol, una que su padre construyó especialmente para su hijo porque a Red le gusta sentir la brisa al atardecer. Los científicos entran, aunque él no sabe que lo son, porque nunca ha visto uno. Está paralizado, tiene miedo de que todas esas terribles historias que ha escuchado antes se vuelvan realidad. Está tan asustado de ser capturado que no hace nada, no piensa que es más fuerte que ellos, que si usara su magia incluso si solo es para alertar a los demás, estaría a salvo. No, Jared solo es un pequeño niño asomado por una ventana. Es un niño de seis años que tiembla sin control. Sus padres, junto con el resto de la tribu habitan a las orillas de los Bosques, en la zona más rocosa donde se sienten cómodos. Tal vez es por eso que los atacan a ellos, porque están lejos de las demás tribus, apartados de los guardianes, están solos.

Los hombres de bata blanca se quedan rezagados, porque los sujetos vestidos de negro, los que portan las armas pasan primero. Se mueven como si conocieran la zona y disparan asomados por las ventanas o las puertas de las cabañas. Incluso lo hacen en donde están durmiendo sus padres. Jared es un niño cuyo primer instinto es ocultarse. Se mete dentro de la pequeña guarida que construyó y se abraza las rodillas mirando hacia la entrada de su casita, esperando el momento en que esos humanos suban por él. Pasa mucho antes de que se escuche el primer grito, el que alerta a los demás hechiceros, pero cuando eso sucede, los científicos ya no están y se han llevado a muchos con ellos, incluidos sus padres.

[Libro 3] QuatervoisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora