Capítulo 13: ¡En el nombre de Dios!

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Capítulo 13: ¡En el nombre de Dios!



Seis horas y veinte minutos con cuatro segundos de cuidar a un alfa gay catatónico con el cerebro medio frito, en un manicomio espeluznante con tratamientos espeluznantes, limpiando su baba cada treinta minutos, y asegurándose de que siguiese respirando, no es lo que una quiere para pasar su noche del viernes. Pero bueno, el trabajo nunca termina para una periodista al asecho.

Mire a Esteban Accorsi, hermano menor de Rodolfo Accorsi, tercer capo de Dio, y el pobre, pobre infeliz. Daba hasta lastima.

Cuando transmigres a una novela romántica de fantasía reza mucho porque no sea en los años 30, muchos menos en el centro del mundo, la orgullosa nación de las oportunidades. Para empezar está la prohibición, la gran depresión que azoto hace unos años y de la que solo algunos se recuperan, la discriminación y la intolerancia están en su apogeo, la llegada con fuerza de las mafias, la constante amenaza de una guerra al otro lado del planeta, y el inicio tosco de muchos experimentos científicos que prometen una mejor vida, cuando la realidad todos están jugando a tirar dardos y la mayoría solo tiene una idea y la lanzan al mercado, arruinando la salud de miles, matando a unos cientos, ayudando a unos pocos. Mira a este pobre infeliz. No sé qué es peor, si los electrochoques, o una lobotomía. El electro por lo menos es innovador.

Una vida sana y feliz, sonrisas llenas de hoyuelos, es la promesa que te dan antes de tirar más de mil volteos directo en tu cerebro.

Les digo, en este tiempo nadie sabe lo que está haciendo, todo es teorizar y probar, y a estos infelices deprimidos y torcidos no se les considera con derechos mínimos a quejarse. Es atarlos a una camilla, encender el aparato, y luego sujetarlo cuando salte como maldita niña poseída. En unos años cuando salgan más investigaciones, cuando los pacientes queden como patatas andantes, esto será considerado una locura, salvajismo, tortura. Pero ey, nos es como si hubieran muchas opciones. Es esto o aceptar que eres diferente y esperar a que la sociedad te mate después.

La única manera de que seas una transmigrada feliz en este tiempo es siendo acogida por la realeza, lo más privilegiado de lo privilegiado. Con suerte nunca tendrás que pisar un charco. O siendo yo, por supuesto.

Dios, quiero escribir un artículo muy extenso de esto en cuanto termine aquí. Será tan controversial. A todo el mundo le gusta quejarse de los ricos privilegiados y de cómo sus vidas son maravillosas en comparación de la inmundicia que les toca a los simples ciudadanos, los ayuda a desahogarse y sentirse acompañados con un odio en común, ¿Quién dice que el odio no une a la gente? ¡Oh, el rating!

Escuche un quejido seguido de un balbuceo. Esteban estaba llorando, de nuevo.

Ahh... Bien, mentalízate. Recuerda que debes ser amable, tan dulce y atrayente para que el niño traumatizado te escuche. No debe ser tan difícil, después de todo, soy yo o una cita de nuevo para freírle el cerebro. No puedo ser tan mala opción.

Pongo mi mejor sonrisa y me le acerco con cuidado "¿Cómo te sientes, Esteban?"

El chico tose. Debe tener la boca reseca después de babear por horas. Lo tomo como mi señal para levantarme y ofrecerle un vaso de agua. Esteban toma cada trago con la desesperación suficiente como para ahogarse. Por suerte no sucedió "¿Cómo sabes mi nombre?" pregunta al fin, voz rasposa. Tomo el vaso de vuelta y le vuelvo a servir un poco más, esta vez lo toma con más cuidado.

"Alguien que sabe cosas, no es importante ahora. Lo que sí es importante, Esteban, es que te puedo sacar de aquí" dejo que las palabras escuezan un poco. Sus ojos se llenan de esperanza, pero la cautela lo empaña demasiado rápido.

La villana es una narcisistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora