Capítulo I

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Holaaaa... ¿Me recuerdan? 

Sé que debo los epílogos prometidos de la historia anterior, que ya está terminada, pero después de ver Pera Palas'ta Gece Yarisi no puedo sacarme a Selahattin y a Hazal de la cabeza, así que decidí dar rienda suelta a una historia. No es original mía, si no que una adaptación de una novelita rosa que leí hace muchísimos años y que se llama "Esposa de adorno". No quiero ser muy fiel a dicho texto, así que estoy tomando la idea y desarrollándola a mi gusto y obviamente con temáticas más actuales. Espero que, esta sí, sea una historia más corta que la anterior. Espero que les guste.

Cuando el pianista culminó su presentación luego de interpretar Scherzo de Chopin, el público prorrumpió en un estruendoso y cerrado aplauso. El concertista era tan excelso como Cemil le había advertido. Había valido la pena venir al concierto, pensó Esra.

- ¿No te dije que era magnífico? – preguntó Cemil cerca de su oído para hacerse escuchar entre el mar de aplausos que a esa hora inundaba el teatro.

- En realidad te quedaste corto. No es magnífico, es sublime – replicó ella alzando la voz también para que la oyera.

- ¿Vamos a cenar? Hay un restaurante nuevo de comida alemana que quiero que conozcas.

- Me encantaría, pero será en otra ocasión. Halit llega hoy en la noche de su viaje a Estados Unidos.

- ¡Oh! En fin, para la próxima vez tal vez...

- Sí, tal vez... - lo cortó Esra. No es que le desagradara Cemil. Se podría decir que después del fin de su relación y pasado un tiempo, habían llegado a ser algo así como amigos, aunque conservando las distancias y no sólo porque ahora ella fuera una mujer "casada", si no porque Esra podría tener muchas virtudes, pero tenía un defecto muy grande: era muy rencorosa y jamás olvidaría como Cemil se alejó sutil y paulatinamente de su vida cuando se enteró de la situación financiera de su familia.

- El próximo mes comienza un nuevo ciclo de Wagner. Esta vez partirán con el Holandés Errante. ¿Piensas venir?

- Sí, claro. Seguramente Günce y su marido también vendrán.

- No estoy tan seguro de que aprecien genuinamente a Wagner, como tú o como yo.

- Sea como sea, seguramente vendrán también.

- ¿Y tú marido no vendrá?

- Sabes que Halit no es muy asiduo a la ópera – señaló mientras se ponía de pie, pensando que, pese a eso, Halit y ella se habían conocido en la ópera.

- Bueno, El Holandés Errante es una excelente ópera para comenzar oyendo a Wagner.

- Ni siquiera he logrado que le ponga atención a Verdi – replicó Esra caminando hacia la salida, seguida de Cemil.

- ¿Te llevo a tu casa, entonces?

- No es necesario. Tomaré un taxi.

- ¡No! Lo mínimo que puedo hacer es llevarte hasta tu casa, ya que tuviste la gentileza de acompañarme. De lo contrario, no habría tenido con quien compartir este concierto.

- Está bien, pero démonos prisa. Ya son las nueve y el vuelo de Halit debe estar aterrizando en Estambul a esta hora.

- ¿No sabe que vienes conmigo a uno que otro concierto?

- Halit no suele interrogarme sobre mis actividades.

- Ya veo...

Mientras Cemil conducía hasta su casa entre el tráfico de Estambul, Esra no pudo menos que recordar cuando conoció a Halit, hace dos años atrás, en el anterior ciclo de Wagner que trajo a la capital turca la tetralogía del Anillo de los Nibelungos, concretamente en La Walkiria. Dos años habían pasado desde que sus ojos se habían posado en él por primera vez y aun hoy le parecía desconcertante que fueran marido y mujer.

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