Capítulo XII

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La Novena Sinfonía Ludwig van Beethoven sirve de telón musical para lo que coloquialmente se conoce como el himno de la alegría y hay un par que anda muy alegre después del capítulo anterior. Esperemos que su alegría sea duradera...


Una sonrisa se asomó a sus labios mientras estaba parado en la ventana de la pequeña salita que hacía las veces de estar, comedor y cocina de la casa de su madre. Afuera, los niños habían vuelto de su jornada escolar y jugaban en la estrecha calle en la que estaba la casa donde había pasado toda su niñez y toda su adolescencia, hasta que se fue a Estambul. Sin embargo, la sonrisa no se debía a los juegos de los niños, si no que a sus recuerdos. Esta misma mañana había salido temprano de su casa, muy a su pesar. Quería quedarse con ella, pero ya había avisado a su madre que iría a visitarla y además quería tiempo a solas para reflexionar y pensar en cuales serían sus próximos pasos, en cómo podría sincerarse con Esra sin espantarla y sin abrumarla. En la mañana, cuando había salido de su habitación, Esra todavía dormía. Se había quedado largos minutos observándola y finalmente había depositado un beso sobre su cabeza. En el acto, había inhalado fuerte el aroma a manzana que despedían sus cabellos. Su faz era tan plácida, que no quiso despertarla. Todavía no podía creer lo que había ocurrido entre ellos. Ni siquiera era capaz de procesar la idea de que ella había dormido en sus brazos. Se sentía el hombre más afortunado del planeta. Apenas pudo, había encargado un enorme ramo de rosas rojas para que le llegaran esa misma mañana. Luego de eso había bajado a la cocina, donde un temeroso Mert estaba desayunando.

- Buenos días – lo había saludado Halit, consciente de que su estado de ánimo en ese momento era diametralmente opuesto al que Mert había visto el día anterior.

- Buenos días, señor – había respondido el jovencito con vacilación, temiendo que Halit lo echara a patadas. Halit había sonreído y en ese momento la señora Berguzar le había ofrecido café y huevos para desayunar.

- Tomaré algo ligero, señora Berguzar. No quiero tener sueño en una hora más, mientras estoy conduciendo a Soma.

- ¡Perfecto! ¿Quiere que le sirva en el comedor?

- No, tomaré el desayuno aquí, junto a nuestro invitado.

Mert había bajado la vista algo cohibido. Al parecer no había forma de ganarse su confianza. Después de la presentación de la noche anterior, el esmirriado jovencito tenía razón en considerarlo un ogro.

- Mi esposa está muy impresionada con tu trabajo – había señalado buscando algún tema para iniciar la conversación.

- Me lo ha dicho, pero no estoy muy seguro... Dice que quiere representarme, pero no entiendo muy bien de qué va eso - había vacilado el chiquillo.

- Si ella dice que tienes talento, es porque lo tienes. Supongo que la representación implica que pondrá tus obras en algún museo o galería que ella conozca – había replicado Halit procurando acabar con la vacilación del muchacho.

Después de un rato de charla, efectivamente Mert se había relajado un poco en su presencia. Esperaba sinceramente que el chico no se llevara una mala impresión, después de todo, ayer la bronca no iba con él. Bueno, en realidad la bronca iba más consigo mismo, pero después de la noche que había compartido con su esposa, todo se veía bajo un prisma de optimismo.

Cuando ya se iba, vio que la señora Berguzar tenía la bandeja con el desayuno de Esra en sus manos, así que consideró prudente señalarle que esperara:

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