Capítulo VIII

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Como dejé pocas continuaciones en estos últimos días, hoy dejo capítulo extra.

En esta entrega, veremos a una Esra un poquito maquiavélica. Así que espero les guste.


Cuando estuvo seguro de que Esra había entrado a su habitación, botó el aire que ni siquiera era consciente de estar reteniendo. La había esperado unos minutos en el despacho, pero durante esos instantes la cordura volvió a su mente. ¿Qué estaba a punto de hacer? ¿De verdad quería tirar por la borda el acuerdo y todo lo que había logrado hasta ahora por encamarse con Esra, por mucho que la deseara? Estaba loco por ella, lo sabía y por lo mismo había tenido muy presente, desde el inicio del acuerdo, que no tenía que dejarse llevar por lo que ella le inspiraba, porque de lo contrario el acuerdo comenzaría a tambalear. Los sentimientos de las personas eran erráticos y cambiantes, mientras que los negocios eran estables. Sin embargo, ninguna de sus razonables explicaciones era capaz de quitarle de la cabeza las escenas que habían tenido lugar en el despacho hace varios minutos atrás. Jamás había experimentado algo igual. La sorpresa no sólo se refería a su propia reacción desmesurada y llena de ansiedad, si no que también a la propia Esra, de quien jamás esperó una pasión así. Sin embargo, aunque los meses que quedaban de acuerdo fueran un infierno, él sabía que Esra era un lujo que no se podía permitir. Con rabia, se quitó la ropa y entró a la ducha. El agua fría lo ayudaría a aclarar sus ideas y a enfriar otras partes de su cuerpo que requerían rápida atención.

Bajó el agua recordó las amargas palabras de su madre el día de su boda. Si bien una mujer como ella jamás podría comprender sus motivos para ese matrimonio, la charada completa requería de su presencia el día del enlace. Halit la había advertido de cómo eran las cosas. Ella y Esra se habían conocido media hora antes de la boda y el encuentro había sido absurdamente frío. Si bien Esra había sido educada y cortés, su madre la había mirado como si fuera una arpía interesada y había arrugado la nariz. Luego lo había mirado fijamente y frente a Esra le había espetado:

- No logro entender los motivos detrás de esta locura, pero sólo te puedo garantizar una cosa: esta no es una mujer para ti.

Luego de eso, había salido de la habitación y él había tenido que disculparse con Esra por la rudeza de su madre.

- No es necesario que te disculpes, Halit. Entiendo a tu madre perfectamente. Si mi padre adivinara o sospechara algo de nuestro acuerdo, también pondría el grito en el cielo y no sería agradable – había replicado Esra.

Estaba hermosa, recordó. Su vestido de novia era elegante y delicado, tal como ella. Estaba cubierto por un suave encaje y llegaba justo debajo de sus rodillas. Esra le explicó que se había decantado por ese modelo puesto que la idea era una ceremonia sencilla y breve. Llevaba un pequeño ramo de rosas blancas y jazmines naturales, cuyo aroma lo tenía totalmente embriagado.

La boda tendría lugar en la recién adquirida casa de Halit, a la que todavía le faltaban muchos muebles y decorados. Además, no habría más de diez participantes, incluyendo en ese número a los novios.

- ¿Estás nerviosa? – había preguntado él para aligerar el ambiente.

- Un poco. Supongo que es inevitable.

- Todo estará bien – había dicho él poniendo sus manos sobre los brazos de Esra y acariciando ligeramente con sus pulgares la suave tela que los cubría.

- Eso espero. De alguna forma siento como si estuviéramos a punto de cometer un ilícito.

Halit había reído ante la ocurrencia de su futura esposa.

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