Capítulo IV

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Holaaaa... Acá algunas de las respuestas que andaban buscando en el capítulo anterior.

Mil gracias por leer y comentar.


- ¿Qué? – preguntó incrédula.

- Más bien necesito que seas mi esposa, pero no quiero que me respondas hasta que hayas oído mis razones y especialmente mi oferta.

- ¿Acaso estás enamorado de mí?

Halit la había mirado unos segundos antes de responder.

- No se trata de eso.

Esra corroboró que albergaba sentimientos por Halit cuando la desazón embargó su corazón después de oír esa frase. Sin embargo, hizo acopio de toda su entereza para no dejar traslucir su decepción.

- No entiendo – replicó - ¿Cuáles son esas razones?

- He comprendido que hay ciertos círculos sociales en los cuales no eres admitido, aunque seas rico y tengas muy buenas ideas. He comprobado que no importa cuán buenas sean tus propuestas o cuán atractivas resulten tus ofertas comerciales, la evaluación de estas siempre es más positiva cuando estudiaste en ciertos colegios o asististe a ciertas universidades o bien, cuando frecuentas a cierto tipo de personas. No me voy a engañar, tú tienes algo que yo no tengo, algo que necesito y tú necesitas algo que yo tengo.

- Pero...

- Posees educación, clase, distinción y, sobre todo, un nombre y una posición en esta sociedad, al menos mientras no sepan tu realidad financiera. Yo poseo dinero y buenas ideas, pero nada más. Soy un donnadie enriquecido a costa de estudio, esfuerzo y trabajo. Sé que murmuran sobre mi ropa y mis modales a mis espaldas, sé que me miran condescendientemente si comento algo sobre mi pueblo o mi familia. Para las personas a las que necesito llegar no soy más que un advenedizo con suerte.

- Te puedo presentar con personas importantes...

- No funciona así. Creerán que me haces un favor y será todavía peor. Tampoco funciona si eres mi amiga, no funciona si fingimos que somos novios. Si me aceptas como esposo, se me abrirán puertas que hasta ahora han permanecido cerradas. Dejaré de ser considerado un pueblerino. Seré considerado un par, un igual. Si una de las mujeres más exquisitamente educadas de Estambul me acepta como marido, comprenderán que no soy un campirano surgido de unas sucias minas de carbón que estudió gracias a una beca en una universidad llena de pobres igual que él. Si me aceptas, comenzarán a preguntarse por qué una mujer hermosa, educada y "rica" – señaló haciendo comillas con las manos – se ha casado conmigo. Evidentemente que no es un trato para siempre. Será por dos años solamente, luego de eso recuperas tu libertad. A cambio, serás adecuadamente recompensada.

Esra lo miraba absolutamente incrédula y permaneció muda, observándolo fijamente.

- Como comprenderás no te pediré que hagamos vida conyugal, como un matrimonio normal. Tendremos que vivir en la misma casa, por razones lógicas, para que nuestra charada sea creíble, pero no te aflijas, viajo constantemente. Pasaré muy poco tiempo en casa. Naturalmente no podrás mantener una relación paralela con alguien más por el tiempo que dure nuestro acuerdo.

Como Esra continuaba sin decir palabra alguna, Halit siguió hablando:

- Piénsalo Esra. No quiero una respuesta ahora. Quiero que lo medites, porque si me dices que sí, adquirirás un compromiso por dos años. Te pido dos años de tu vida para que hagas de mí un hombre aceptado en cualquier círculo social de Estambul. No quiero que nadie vuelva a referirse a mi como "el joven con ideas brillantes". Quiero que recuerden mi nombre. A cambio, pagaré la hipoteca de tu casa, pagaré el doctorado de tu hermano, te daré una suma mensual de libre disposición y, cuando concluya nuestro acuerdo, te daré una compensación al momento de divorciarnos. Lo único que deberás hacer es abstenerte de verte con otro hombre durante dos años y solicitar la interdicción de tu padre por ludopatía una vez que estemos casados.

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