Epílogo

80 12 3
                                    

Por si acaso el final les pareció muy apresurado, acá una última gota de miel, obvio con Tocata y Fuga de Bach.



Estambul, 2026.

- Esto que ves aquí se llama pistilo y esto se llama pétalo – señaló Halit arrodillado junto a su pequeña hija Leyla.

Esra lo miraba arrobada mientras el pequeño Fikret volvía a dormirse con su pecho en la boca. Halit no sólo era el mejor marido del mundo, si no que el padre más dulce e involucrado que había conocido.

- ¿No crees que es muy pronto para enseñarle esas cosas? Leyla apenas tiene 3 años – dijo alzando la voz para que ambos pudieran oírla.

- Nunca es pronto para aprender – respondió Halit poniéndose de pie y dejando a su hija absorta en el examen de la flor que tenía entre sus pequeñas manos – La próxima vez le explicaré que el pistilo está compuesto de otras partes más pequeñas, que tienen otros nombres.

- La dejaste pensativa – señaló Esra levantando el rostro para enseñarle a Leyla, quien todavía miraba la flor por todos lados.

- He despertado su curiosidad. Eso es lo más importante. ¿Fiko ya se durmió otra vez? – preguntó depositando un beso sobre la frente de Esra. Ella adoraba ese gesto.

- Sí, llora como un condenado, pero cuando lo cargo y le doy el pecho se vuelve a dormir enseguida.

- Creo que tengo que aprender sus técnicas de manipulación – comentó achinando los ojos.

- Jajajaja ¡Qué cosas se te ocurren! Por cierto, Müjde ya me confirmó que ella y Rahmet se podrán quedar con los niños mañana.

- ¡Fantástico!

- Tendré que dejarle leche para Fiko y por Leyla no me preocupo, estará encantada de quedarse con Rahmet y a Müjde. Sólo espero que obedezca a la hora de irse a la cama.

- Ufff... Eso estará difícil, son unos tíos muy consentidores.

- Eso es cierto. Espero que sigan igual cuando tengan sus propios niños. Yo no puedo creer que por fin Rahmet le haya pedido matrimonio.

- Bastante paciencia ha tenido tu cuñada. ¿No crees?

- Ni me lo digas. Creo que Rahmet comprendió que, si no era ella, no era nadie más. Hay que tener un carácter muy especial para tolerarlo.

- Jajaja... me agrada tu hermano, pero también creo que Müjde tiene mucha paciencia para saber llevarlo – añadió Halit acariciando suavemente la regordeta mejilla de su hijo. Ante el estímulo, el niño, pese a estar dormido, volvió a succionar el pecho de su mamá.

- Paciencia y sabiduría. Creo que tienen buenas perspectivas para el futuro.

- Si tú padre no estuviera invitado a la entrega de premios, seguro que también se habría querido quedar con ellos.

- ¡Ay no! Leyla hace lo que quiere cuando está sola con papá.

- Ni que lo digas, todavía recuerdo cuando volvíamos de la fiesta en casa de Mehmet y encontramos a Leyla cantando arriba de mi escritorio y a tu padre celebrándole con palmas.

- ¡Eran las doce de la noche! Yo no sé como no había caído dormida. Afortunadamente la próxima semana viene tu madre a quedarse con ellos y por fin podremos montar la segunda muestra de Mert en Estambul. ¿No te parece increíble que recién después de 4 años vuelva a exhibir en Estambul?

- Es su culpa por tener tanto éxito en el extranjero.

- Realmente fue un acierto haberlo encontrado. ¿Te imaginas perder un talento así? Él había pensado en volver a su pueblo a trabajar con su padre, después de graduarse. Iba a pintar sólo como un pasatiempo.

- Es tu destino, rescatar a hombres extraviados en la vida.

- Jajajaj... ¡No exageres!

- Me rescataste a mí.

- ¿A ti? Creo recordar que más bien me rescataste tú a mí y de paso a toda mi familia.

- Me rescataste de una vida en soledad – le aclaró Halit mirándola fijamente – Si no te hubieras cruzado en mi camino, jamás habría pensado en formar una familia como la que hemos construido. Siempre vi a la familia más como una obligación, que como un fin en sí mismo. Ahora veo lo equivocado que estaba.

Esra sonrió mientras negaba con la cabeza.

- ¿No me crees? – preguntó incrédulo.

- Sí te creo, pero también creo que quien me enseñó que se podía ser realmente feliz en una pareja fuiste tú. Hasta que te conocí pensé que el amor no era más que una extensión del cariño filial. Gracias a ti descubrí lo equivocada que estaba.

- ¿Eso significa que no me quieres como a un hermano? – preguntó coqueto.

Esra rio de buena gana y eso pareció atraer la atención de Leyla, quien llegó hasta su lado trayendo la flor, la que dejó sobre la pierna de su papá.

- ¡Vaya! Una mujer guapa te regala flores.

- Enhorabuena. ¡Qué suerte tengo! – señaló tomando en brazos a su hija para sentarla sobre sus piernas. La niña entonces reparó en su hermanito y comenzó a cantar a todo pulmón una canción que había aprendido en el parvulario para su hermano – Tengo el amor de dos mujeres hermosas que aprecian la buena música. No me puedo quejar.

Esra movió su mano libre y apretó la mano de su esposo. Luego sonrió y Halit suspiró. Ante él se extendía toda una tarde para su familia y le pareció que no había panorama más maravilloso en el planeta.

ConvenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora