Capítulo 3

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La primera cita


Tom no tenía experiencias o conocimientos en citas y no por falta de invitaciones, mínimo al final de la semana recibía cinco propuestas diferentes, mismas que rechazaba sin dudar. Antes no había tenido interés alguno en el asunto, cosa que cambió cinco segundos después de hablar con el misterioso chico de la tienda de calderos. Es por esto que él realmente no entendía que había provocado o hecho que Severus llevará diez minutos detrás la carta del menú.

Recapitulando desde que salieron de la pequeña tienda en el callejón Diagon, hasta que llegaron al restaurante, nada había salido mal, incluso cuando llegaron a su mesa como el caballero que era, saco la silla para él y lo ayudo a acomodarse, ¿y si fue eso? ¿y si se molestó por qué lo trato de esa forma? ¡Maldición! Había arruinado su primer cita antes de si quiera abrir la boca, ahora debía arreglarlo y garantizar que existiera una segunda cita donde pudiera impresionarlo.

Su salvación llegó para llenar sus copas de vino, tomar su orden y por fortuna llevarse las malditas cartas del menú, por desgracia Severus ocultó parte de su rostro con la mano y miraba a cualquier parte, menos al frente.

Tomo su copa y le dio un trago más grande del que debía antes de hablar —Severus, —el mencionado finalmente le presento atención con la cara aún cubierta —quisiera que me cuentes todo de ti.

—Creí que para encontrarme me habías investigado.

—Por qué quitarte el placer de contármelo tu mismo.

Por fin Severus descubrió su rostro y lo dejo observar esos hermosos ojos oscuros y penetrantes —aun no decidió si eres muy listo o solo ingenioso, Riddle.

—Soy las dos y otras más, que iras descubriendo en las siguientes citas.

—Si quieres conseguir una segunda cita necesitarás algo más que una flor venenosa.

—Asaltaré cualquier invernadero del mundo, si eso me garantiza más tiempo a tu lado —declaró con convicción

Ante la respuesta el pelinegro sonrió —¿no te preocupa que solo te utilice para obtener cosas?

—Tú, mi amor, puedes utilizarme de la forma que más te plazca. Es un honor ser utilizado por tan increíble ser.

—Eres un adulador, Riddle —se llevo la copa a sus labios

A pesar de la escueta respuesta, Tom sonrió satisfecho al ver el sonrojo en las mejillas de Severus que provocaron sus palabras. Todo mejoro, ya nada podía arruinar su cita o eso creyó hasta que lo vio palidecer.

—¡Quejicus! —gritó alguien

El contenido de la copa del pelinegro terminó en el suelo —maldición.

—¿Conoces a la persona que esta… —no pudo terminar su pregunta

—No sabía que podías permitirte estar en estos lugares —dijo el gritón cuando se acercó a ellos

—Yo no sabía que aquí permitan entrar animales, ¿qué hiciste para entrar? ¿les enseñaste que si tienes la vacuna de la rabia? —contraatacó Severus

—¿Por qué lo quieres saber, para utilizarlo en el siguiente lugar al que te quieras colar? Ser una serpiente rastrera ya no funciona tan bien como antes, ¿no? —

Tom no tenía idea de quién era ese tipo, pero decidió que no le agradaba. Se levantó y se interpuso entre ambos antes de que alguno dijera algo más.

—Deberías tener cuidado, las serpientes no solo se arrastran, también muerden —lo amenazó

El sujeto no era más alto que Tom, tenía el cabello largo hasta los hombros, ojos grises, delgado, era atractivo, solo hacía falta un vistazo para darse cuenta. Sin embargo para Tom solo era el tipo que se atrevía a molestar a su chico.

—¿A ti de dónde te saco?

—No mereces saberlo.

—¿Quién te crees qué eres? —ambos dieron un paso al frente

—Quien se me da la gana creerme —contesto sin despegar la mirada del otro

—Black, —lo llamo Severus —deja de hacer el ridículo que ya no estamos en el colegio como para que no sepas controlarte en un lugar público.

Black, cómo lo llamo el pelinegro, se debatió unos segundos —esto no se va quedar así —le dijo a Tom

—Si tu lo dices —Tom volvió a tomar su lugar en la mesa

—Siento eso, —se disculpo Severus apenas estuvieron solos —siempre ha sido un idiota.

—No es tu culpa.

—Cuando llegamos lo reconocí, creí que si no me veía no armaría una escena.

Tom asintió lentamente, se sintió aliviado, no había arruinado su cita desde el principio, el raro comportamiento de Severus fue culpa de ese sujeto.

—Debí pedirte que fuéramos a otro lugar —agregó el pelinegro

—Aun podemos ir a otro lugar si te sientes incómodo.

Negó —no quiero darle el gusto.

Entonces se le ocurrió una idea —en vista de que ese tipo interrumpió nuestra comida, ¿te gustaría hacer algo al respecto?

Severus levantó una ceja —¿me estás proponiendo que nos venguemos? —Tom asintió —otros esperarían hasta la cuarta o quinta cita para hacer ese tipo de propuestas.

—Que personas más aburridas.

El pelinegro sonrió —hagámoslo. 

Aprendiendo a enamorarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora