Capítulo 14

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¿Me cuidarás siempre?

Severus se sentía terrible.

Su nariz estaba roja por usar demasiados pañuelos y le costaba respirar, sus ojos lagrimeaban, su cuerpo ardía por la fiebre al mismo tiempo tenía escalofríos y le dolía. Estaba sufriendo de una espantosa gripa.

El medimago que Tom llevó —después de que le escribiera contándole que no iría a trabajar por lo mal que se sentía— para que lo revisara, aconsejo dejar fluir un poco la enfermedad y que no la cortará de inmediato con pociones. Ya que él era de las personas que rara vez enfermaban era bueno que su cuerpo se purgará.

Tom recibió la receta con todos los cuidados que debía tener con él y las indicaciones de cuales pociones debía suministrar y cuando.

En este momento Severus estaba en una de esas raras ocasiones dónde no podía dormir y los malestares de la gripa no lo dejaban hacer nada excepto sonar constantemente su nariz. Decidió que estaba hartó y se levantó, su cabeza se sentía extraña, como si estuviera llena de aire e incluso caminar requería mucho esfuerzo, pero no desistió, llegó a la cocina.

Lo que encontró lo sorprendió, Tom usaba un delantal atado a su cintura, estaba muy concentrado cortando verduras. Cuando esté se percató de su presencia dejó todo de lado y se acercó a ayudarlo.

—No debiste levantarte, pudiste llamarme.

Lo llevó sin mucho esfuerzo hasta la sala y lo ayudó a sentarse, desde ahí Severus podía observar todo lo que el ojiverde hiciera, agradecía tener un departamento pequeño.

—Estoy cansado de estar en cama.

Tom sonrió —solo han pasado dos horas desde que el medimago se fue.

«¿Tan poco tiempo?» pensó, en su lugar preguntó —¿Qué has estado haciendo?

—Fui por los ingredientes para tu comida y después empecé a prepararla.

—No sabía que cocinaras.

—No soy un experto, pero sé preparar lo básico y un poco más… —por unos segundos Severus creyó que la conversación había terminado, pero al ver las manos de Tom quietas entendió que quería decir más. —Me enseñó mi padrastro —soltó lentamente

Era la primera vez que el ojiverde mencionaba algún familiar, si Severus no lo cuestionó antes fue porque él mismo aún no deseaba contestar preguntas. Pero hoy estaba enfermó, hoy podía permitirse ser curioso, hoy podía bajar sus muros.

—¿A tu mamá no se le daba cocinar?

—No lo sé, murió el día que yo nací.

Lamentó haber preguntado, pero lo que más lamento fue la tristeza que cubrió los hermosos ojos de Tom —lo siento, debió ser difícil.

Al escucharlo la sonrisa en el rostro del ojiverde regresó —está bien, no estuve solo.

Severus sonrió, él tampoco había estado solo, a pesar de que los primeros años de su infancia habían sido infelices cuando llegó a Hogwarts todo cambio y fue mejor.

—Debes reposar —ordenó Tom acercándose a él con una manta

—No tenías que quedarte, —habló mientras era cubierto por la manta —faltaste a tu trabajo por mi culpa —cuando terminó se sentó a su lado en la orilla del sofá

—Se que no tenía que hacerlo, pero yo quería hacerlo y por eso no fui a trabajar.

Con cuidado se deslizó por sillón y quedó recostado —¿y si solo tuviera una torcedura de tobillo?

—Aquí estaré para cargarte a dónde sea que quieras ir. —Tom sujeto su mano, la acercó a su boca y enseguida beso la punta de su dedo índice —aunque solo tengas una astilla en tu mano estaré a tu lado y te cuidaré.

Severus pudo culpar la fiebre que aún sentía por la lágrima que escapó de sus ojos o por el ritmo acelerado de su corazón, pero era inútil mentirse así mismo, el hombre sentado frente a él era quien provocaba aquellas reacciones.

—¿Me cuidarás siempre?

—Siempre —confirmó al mismo tiempo que limpió la lágrima que bajaba por su mejilla

Después de escuchar su respuesta, Severus sintió que podía dormir tranquilo y así lo hizo, con las palabras de Tom flotando en su mente y una sonrisa en sus labios.

Aprendiendo a enamorarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora