Un Jedi no puede enamorarse Parte 2

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Mis amigos que se dieron cuenta como lo miraba no aguantaban la risa.

— Parece que alguien se enamoró —dijo Frida y dio un gran suspiro para burlarse.

— ¡Un Jedi no tienen permiso para enamorarse, recuerda eso! — dijo Carlo molesto, mientras miraba con desconfianza a Declan.

— A mí me da escalofríos, parece un perrito salvaje... — dijo Betty mientras mordisqueaba su goma de borrar.

Tocó el timbre del descanso y salimos al patio.

Nosotros estábamos en una mesa conversando y en una esquina apartada completamente solo estaba Declan.

— Si no conversa con nadie se va a convertir en el nuevo blanco de los imbéciles. — Dijo Betty preocupada.

— Debería hablar con alguien, esa actitud arrogante y altanera no le van a ayudar en nada. — dijo Carlo entrecerrando sus ojos

— Siempre es difícil cuando eres nuevo tú sabes eso Carlo, si no te hubiésemos incluido en el grupo estarías como él. — le repliqué

— Sí, pero yo por lo menos me esforzaba por encajar. — me contestó Carlo y cruzaba sus brazos.

De pronto el sacó de la nada un cigarrillo y se puso a fumar. Me quedé boquiabierta. Ni siquiera los bravucones se atrevían a eso, no en el patio interior dónde los profesores podían verlo y castigarlo de forma inmediata.

— ¿Pero que tenemos aquí?, ¡un verdadero rebelde qué lucha por derribar el sistema! — dijo Frida mientras abría su boca de par en par.

Parecía que a este chico no le importaba nada. Y por más que me esforzaba no lograba ver su cara.

— ¿Por qué lo miras tanto July? — dijo Frida — Es un feo más del montón. Si quieres uno ahí tienes a Carlo.

Dijo Frida mientras se reían.

— ¡Oye! ¿No sabes que los italianos somos puro estilo y sensualidad? — dijo riéndose y levantando su mentón orgulloso.

— No lo sé, solo me intriga — le contesté, sin quitar ojo a Declan.

— Si claro, su look de funeraria es irresistible... — Dijo Carlo, todos nos reímos, pero luego me sentí un poco culpable, no sé por qué.

Cuando sonó de nuevo el timbre para que entremos a clases Betty, se dirigió a su casillero para sacar un libro que le faltaba y fue entonces que dio un gran grito. Todos corrimos a ver qué le pasaba.

Los imbéciles de siempre dejaron entre sus cosas un cachorrito muerto.

— ¡Esta vez se han pasado de la raya! — dijo Frida indignada.

Carlo abrazo a Betty tratando de consolarla. Ella estaba llorando amargamente.

Y yo tomé el cuerpo del cachorro y lo puse en una bolsa con cuidado.

Sabía cuánto le afectaba a Betty ver el pequeño cuerpo del animal, ella se tomaba muy en serio su misión de salvar a los pequeños desvalidos. Esto ameritaba una respuesta a la altura y al ver las lágrimas de mi amiga empecé a urdir mi plan.

— No se preocupen, ya pondremos a raya a esos estúpidos, van a saber lo que es meterse con nosotros — dije muy seria.

— Qué la fuerza nos acompañe — dijo Frida

Lo mismo dijo Carlos y Betty sollozando.

Los idiotas se creían los amos del mundo, siempre a la salida de clase se subían a su camioneta y se iban por la ciudad, a presumir que no necesitaban caminar como el resto de los mortales.

Me enamoré del feítoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora