Cuando conocí a mi Yoda Parte 4

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Trató de agarrarme por el cuello y de forma instintiva le di mi mejor patada en su entrepierna.

En cuanto vi que cayó aullando de dolor corrí sin mirar atrás, adentrándome en el cementerio.

Mis fuerzas ya no daban para más, pero el miedo de caer de nuevo en las manos de Michael me daba un empujón extra.

Corrí, salté entre las tumbas hasta ver los mausoleos, me acordé de uno que tenía una entrada que ya habíamos explorado con los chicos. Y no dudé ni un segundo en esconderme allí.

El olor a muerte era desagradable, pero prefería eso. Traté de mantenerme en silencio todo lo que pude, para ver si el bravucón me había seguido. No sabía cuánto tiempo debía estar escondida allí.

De pronto sentí unos pasos y tapé mi boca para que no se me escapara ni un susurro.

No podía ver bien quién era, esperaba que no fuera Michael ya que no tenía dónde más esconderme.

Y para empeorar todo comienza a sonar mi celular, traté desesperadamente de sacarlo lo más rápido posible de mi bolsillo y apagarlo. Era una llamada de mamá. Pero ahora no podía responder o delataría mi posición.

Para mi desgracia el matón escuchó el ruido y no tardó en saber dónde estaba.

— ¡Sal de ahí July!, no lo hagas más difícil, ya sé que te escondes ahí. No quieres hacerme enojar más. — dijo con una voz extremadamente amenazante.

Estaba perdida, no sabía qué hacer.

Me dispuse a encender de nuevo el teléfono para llamar a mamá, e indicarle lo que estaba pasando.

Pero no tuve el tiempo suficiente, ya que el bravucón se metió por la abertura del mausoleo y me jaló de los pies hacia fuera.

— July, July. ¿A quién ibas a llamar? Esto es algo que debemos resolver tú y yo — Michael toma mi teléfono y lo lanza lejos.

Me acorraló contra la pared y puso su cara frente a la mía.

— ¿En qué estábamos? — preguntó con una sonrisa morbosa.

Estaba comenzando a tocarme, cuando de pronto escuchamos que alguien carraspeaba su garganta.

Era el chico nuevo, estaba sentado sobre una tumba fumando tranquilamente. Mientras formaba círculos de humo desde su boca.

— ¡No quiero público, lárgate idiota! — dijo Michael

— ¿O, sino que? — preguntó el chico sin inmutarse.

El bravucón se acercó a Declan, seguramente para golpearlo.

Entonces el chico nuevo se pone de pie y se para justo frente a él. Ambos tenían la misma estatura, pero el bravucón era pura testosterona de tanto ir al gimnasio.

Michael intentó darle un puñetazo en plena cara a Declan y éste lo esquivó. Sin darle tiempo a nada, le puso un gancho en plena cara al matón y con el mismo impulso volví a patear su entrepierna.

El bravucón esta vez no se pudo parar. Parecía que estaba desmayado, dos golpes en ese lugar seguramente eran demasiado.

Declan se acerca a mí y me pregunta si estoy bien.

— Si muchas gracias por intervenir, lamento meterte en problemas también — le dije sinceramente, no quería que se convirtiera en otra de sus víctimas.

De seguro ahora también los matones lo harían blanco de sus ataques.

— No te preocupes, yo sé cómo sacármelos de encima— dijo Declan

Me enamoré del feítoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora