Recuerdos dolorosos Parte 19

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El accionista al ver mi incredulidad me arrebató de las manos la foto y el poema y dijo:

— A ver si te refresco la memoria —se acercó hasta donde estaba yo, jaló mis piernas dejándome recostada sobre el sofá y se puso sobre mí.

Me puse histérica y mi primer impulso fue empezar empujarlo, pero sostuvo mis muñecas y me inmovilizó.

Me obligó a que con una de mis manos acariciar a su pelo, y con su boca a milímetros de la mía me preguntó.

— ¿Recuerdas esto bruja? — en mi memoria llegó el recuerdo de esa mata de pelo sin peinar pero que se sentía tan suave al tacto.

Luego se sentó sobre mí y se quitó la ropa dejando su torso desnudo.

Yo estaba inmóvil, entre los recuerdos y lo que estaba pasando en este momento no sabía que pensar.

Toma nuevamente mi mano y me obligó a acariciar su espalda, no pude evitar sentir una enorme cicatriz. La misma cicatriz que cuando estábamos completamente desnudos con mi amor yo besaba en todo su largo. Tratando desesperadamente de aliviar su pena.

Finalmente se inclinó para besarme, pero traté de impedirlo. No me lo permitió, toma mi mentón y sin pedirme permiso comenzó a tocar sus labios con los míos. Primero suave y tímidamente. Como las primeras veces que con mi amor intentábamos aprender a besarnos, solo chocando los labios del uno contra el otro. Hasta que el instinto nos hizo aprender cómo movernos.

Estaba sin aliento no solo porque sus labios cubrían mi boca sino porque volvían a mi memoria todo ese mar de sensaciones que viví junto a mi amor. Y que pensé que jamás volvería a sentir. Pero también llegaron los malos recuerdos, el rechazo de mi madre, y su abandono.

Comencé a llorar desconsoladamente y Declan me soltó.

Sencillamente no podía parar de llorar, me di vueltas en el sofá dándole la espalda.

Y él solo se quedó en silencio sentado en la silla que estaba al principio.

No sé en qué momento me quedé dormida y desperté en mi cama. Estaba tapada con una cobija por suerte tenía toda mi ropa puesta. Cuando me di la vuelta ahí estaba el accionista, durmiendo plácidamente como si yo le hubiese dado permiso de recostarse a mi lado. No me sorprendía, jamás pedía permiso para invadir mi espacio personal.

Pero por más que lo miraba no podía terminar de creerle lo que me decía. Él no era mi Declan.

Pensé que de alguna forma había obtenido ese papel y la foto, pero no entendía porque se tomaba tantas molestias solo para molestarme. A menos que de verdad estuviera loco y disfrutara con el dolor de las personas. Cosa que jamás haría el niño que amé.

Me levanté para ducharme, el dolor de cabeza me estaba matando no tanto por lo que había bebido, sino porque todo lo que había escuchado esa noche era demasiado.

Me sequé y me puse ropa limpia, y con la secadora sequé lo mojado de mi pelo. Pero esta vez no lo alisé. No tenía el ánimo para arreglarme.

Salí como una sonámbula del baño hacia la cocina para buscar un café.

El accionista había hecho dos tazas y me pasó una.

Al ver mi pelo desordenado me dijo

— Parece que volviste a tu anterior estilo, solo te falta cambiarte la ropa, tú carácter está intacto.

— No me parece chistoso lo que haces. ¿Qué ganas con esto? — fruncí el ceño

— Tengo hace muchos años preguntas, nadie más que tú me puede explicar — me respondió

Me enamoré del feítoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora