A la mañana siguiente cargué mis cosas en el auto que renté. Y comenzó el viaje.
Mientras pasaban y pasaban los kilómetros solo deseaba encontrarlo bien.
Cuando estaba a unos kilómetros de llegar al pueblo sintonicé una antigua emisora que solíamos escuchar cuando éramos jóvenes.
Me reí al comprobar que seguían tocando las mismas canciones. Como si el tiempo se hubiese estancado.
Las conocía todas de memoria. Y no pude evitar ponerme a tararear, y sonreír mientras recordaba como cuando vivíamos el día a día con mis amigos.
El recuerdo de los bravucones molestando me seguía siendo desagradable, pero me regocijaba más en las veces que habíamos tratado de vengarnos. Como cuando le puse agua al aceite de la camioneta de Michael. En realidad, si no hubiese sido por esa rebeldía, quizás nuestras vidas con Declan nunca se hubieran cruzado.
No sabía si eso era para mejor o para peor.
Para mejor era pensar que con ese hecho había conocido el joven que me hizo tan feliz.
Para peor ahora Michael estaba internado sometiéndose a cirugías, pero la vida le estaba devolviendo todo lo que él había ahorrado. Su aspecto del que tanto se jactaba y lo hacían importante desaparecería para siempre. Cada vez que se mirara al espejo recordaría a Declan y lo que nos hizo. Pero esta venganza no solo recaía en Michael, también metía a Declan en una espiral destructiva y temía que no pudiera salir.
Por fin llegué hasta el pueblo.
La entrada era la misma, las casas se veían igual, de verdad era como si el tiempo se hubiese detenido. Podía moverme con toda tranquilidad sin perderme. Los mismos centros comerciales los mismos restaurantes la vida se había estancado.
Llegué hasta el lugar donde me hospedaría.
Subí hasta la habitación y la encargada me miraba,
— ¿Se quedará muchos días? — preguntó la encargada
— Todavía no lo sé, estoy buscando alguien. — le respondí
— Quizás puede ayudarle, ¿de quién se trata?
— No es de por aquí usted no lo conoce. — le dije mientras entraba
— Pero aquí en este pueblo todos se conocen querida. — me dijo riendo
— Creen conocerse señora. — le dije— Sí me disculpa voy a descansar.
La mujer se me quedó viendo sin entender muy bien qué fue lo que traté de decir.
Cerré la puerta de mi habitación y no quise seguir hablando con la mujer. En realidad, las chismosas del pueblo jamás son útiles para nada.
Por la mañana me levanté temprano y tomé el auto, el primer lugar donde se me ocurrió ir es a esa laguna donde solíamos juntarnos.
Traté de mirar algún rastro algún indicio que me indicara sí anduvo por ahí. Pero no se veía nada.
Me tardé varios minutos en rodear toda la laguna, no quería dejar parte sin recorrer. Para el mediodía el sol estaba pegando en toda su fuerza y tuve que volver al pueblo ya que no había comprado nada para comer y necesitaba urgentemente agua.
Entre al supermercado, tomé un canasto y fui pasillo por pasillo sacando todo lo que necesitaba.
Cuando llego a la caja empiezo a pasar todas las cosas para que me cobren. Sin mirar a la cajera le paso la tarjeta de crédito y veo que se demora en cobrar. Alzo la vista para preguntarle cuál era el problema, y era Bárbara, la reina del baile.
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Me enamoré del feíto
RomantizmEsta historia de amor no es como cualquier otra. Pues en su mayoría tratan de bellas damiselas y apuestos príncipes, que están destinados a estar juntos por sobre todas las cosas. Y se olvidan que los feos también se enamoran, se obsesionan, se apas...