Cosas malas y cosas buenas Parte 14

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Seguía empeñada en mi avance en el trabajo.

Nuevamente llegaba la noche, sin que me diera cuenta. De pronto vi un par de mujeres que entraron al piso, se veían con una ropa muy llamativa, demasiado sexy a decir verdad para estar en una oficina. Y entraron sin pedir permiso a la oficina del accionista. La expresión de él cambio radicalmente, se veía alegre y coqueto. No parecía la misma persona de siempre. Luego vi que una de ellas se sentó sobre su escritorio, al parecer tenía mucha confianza con él.

Seguí dando los últimos retoques a mi trabajo y comencé a hacer las copias de todos los días. Guardé mis cosas y me puse mi abrigo. Antes de salir me doy cuenta que los tres ya estaban en plan de romance, el pasaba sus manos por la cintura de ambas. No había que sacar más conclusiones, mejor salir rápido para darle su privacidad al trío.

La noche nuevamente estaba fría, otra vez escaseaban los taxis y detrás de mí, sale el accionista con las dos mujeres. Se meten muy alegres a una limusina. Pasando al lado mío como si no me vieran.

Hasta que por fin vi un taxi, lo hice parar y me subí. Miraba a cada rato hacia atrás, pero por suerte esta vez no vi que nadie no siguiera. Cuando llegamos a la casa le pagué y le pedí por favor si podía esperar hasta que yo entrara. El tipo de mala gana me dijo que sí, pero que me apurara. Entre a toda carrera y cerré la puerta.

Cómo el día anterior cerré todo, apagué las luces y me quedé viendo hacia abajo. Esta vez no había nadie así que me dormí más tranquila. Seguramente lo del día anterior sería una coincidencia.

Al llegar a la oficina para variar el accionista ya estaba ahí con la misma cara de siempre.

No lo entendía, se supone que los hombres amanecen con una sonrisa de oreja a oreja después de haber tenido una buena noche de sexo, pero después de su trío seguía igual de amargado que siempre.

Sentí curiosidad por saber un poco más acerca de este personaje. Y me puse a buscar en internet un poco de su información.

La verdad no había mucho. Solo se podían ver fotos de él que tenían que ver con el negocio, cumbres de negocios, firma de acuerdos, cómo si su vida pasada no existiera.

Era raro, en esta era moderna sin querer dejamos rastro en internet por todos lados, incluso alguien puede sacarnos una foto y meterla en una red social y basta con etiquetarnos para formar parte de esta gran red y que cualquier persona tenga acceso a nuestra vida. Pero en el caso de este hombre nada.

Buscaba información no porque me cayera bien precisamente sino porque me recordaba a Declan.

De pronto sentí nostalgia por saber que había sido de él, a pesar de que me había jurado desterrarlo de mi corazón. Por ese abandono tan canalla que me tenía incluso hoy sumida en la tristeza.

Solté sin querer un suspiro, como los que ven que el amor se marcha en un tren que nunca más volverá.

Sabía que ya había caducado no estaba para romances ni cuentos de hadas. Esta sociedad te crucifica si pasas de los cuarenta. Solo tienes dos opciones, o sales con un niño que no sabe ni lo que quiere, o con un hombre más viejo que tú, lleno de traumas y de mañas que hacen imposible la convivencia.

Por lo menos eso era lo que había comprobado yo. Mi último intento de pareja era con un hombre diez años mayor que yo, que me utilizaba como paño de lágrimas porque seguía obsesionado con su ex esposa.

Estaba sumida en mis pensamientos cuando volví bruscamente a la realidad por el movimiento repentino que hizo la puerta cuando el accionista sin tocar se metió a mi oficina.

— Pareciera que estuviste soñando despierta. — me dijo con tono serio — ¿sabes que no tienes tiempo para eso verdad?

— Tampoco se trata de que esto se convierta en esclavitud — se me escapó— quiero decir, estoy todos los días hasta la medianoche para reparar el daño. Solo me siento un poco agotada.

Me enamoré del feítoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora