11. No homo, bro

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Capítulo 11: No homo, bro

Amar y ser amado. ¿No es esa la mentira más grande de todas?

Oliver había aprendido a crecer en un ambiente de total desinterés, donde el cariño de sus padres se limitaba a demostrar cierto grado de orgullo por sus logros académicos si estos iban orientados a lo que buscaban en él. Básicamente, mamá y papá solo lo amaban cuando podían hacer alarde ante sus amistades iguales de hipócritas que ellos.

No acostumbraba a oír lo orgulloso que estaban de él. Aquella simple frase cargada de un gran significado equivalía a priorizar un sentimiento que, según su familia, podía ser el detonante de un futuro impropio para un muchacho de gran estirpe como él. Digamos que, por orgullo o por simple rebeldía, el castaño había aprendido también a desligarse de todo deseo por ser amado. ¿De qué servía ocupar un espacio en el corazón de alguien más? Por muchos años él estuvo bien con eso, con esa manera de ver el mundo y a las personas que vivían en él. Hasta que conoció a Ryan y todo se fue al carajo.

Por alguna razón, en el menor comenzaban a florecer esas ganas de ser deseado. Él no era ningún idiota, sabía que a Davies le gustaba más allá de lo físico y algo dentro suyo quiso aprovechar esa situación para saciar su sed de amor. Pero su maldito corazón blando, ese que había empezado a recobrar el anhelo por palpitar con fuerza, le impedía a toda costa sacar ventaja de los sentimientos que el rubio tenía por él.

Lo odiaba, pues se acobardaba con la mera imagen del chico sonriéndole como ninguna otra persona lo había hecho. ¿Acaso se estaba volviendo débil por lo que su alma no estaba acostumbrada a sentir? Oliver Fields no estaba listo para ser amado. Él no quería estar listo para el desconocido y abrumador mundo del afecto humano. Quizás era mejor así. Quizás estaba destinado a quedar solo de por vida.

Después de una noche en soledad, Oliver había tenido la necesidad de hablar con alguien sobre los recientes eventos que involucraban a Ryan. Fue un enorme esfuerzo dejar su ego a un lado, y bastó con solo una llamada para arreglar el lugar y la hora del encuentro. Al salir del cuarto de Ryan, un inmenso silencio lo recibió. El dueño del departamento no aparecía por ningún lado, pero sí encontró a su pequeño y peludo gato.

—¿Dónde está tu papá, Pelusa?

El perezoso animal apenas le dirigió la mirada antes de darse vuelta y seguir durmiendo en el cómodo sillón. Oliver chasqueó la lengua. Obvio no esperaba que Pelusa le respondiera. No, eso sería ridículo. Sin embargo, el que el felino le ignorara tal como hacían sus padres cuando estaba en la casa le provocaba cierta molestia en el pecho.

De verdad necesitaba terapia.

Cuando se acercó a la cocina para tomar un jugo antes de su encuentro, divisó una pequeña nota pegada en los estantes.

"Oliver:

Tuve que irme a la universidad por un asunto pendiente con una profesora.
Hay café y tostadas de arroz en el mueble de la derecha.

Ryan.

P.D: Lamento lo de anoche"

Una sonrisa se dibujó en el rostro caliente de Oliver mientras negaba con la cabeza ante aquel tierno gesto.

—Tiene mi número y aun así pega notitas como si fuera una madre dejándole deberes a su hijo —rio en dirección al gato que apenas se movía—. Pero es lindo, Pelusa. Tu dueño es muy lindo.

Dejando escapar un suspiro, procedió a prepararse un delicioso café. Al tener en sus manos el pequeño paquete, una risotada inundó el ambiente.

Café descafeinado.

Fuego en fuego [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora