13. El juego de Oliver

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Capítulo 13: El juego de Oliver

Oliver lo estaba besando con tanta delicadeza que no se atrevió a profundizarlo. Parecía tan irreal que no deseaba por nada del mundo que ese momento llegara a su fin. Se sentía en las nubes, como si estar cerca del otro lo elevara por los aires y lo invitara a bailar un vals con las infinitas estrellas de la noche.

Ryan ya había aceptado que Oliver era su más grande y maravillosa perdición. Un descubrimiento que en algún punto lo arrastraría a la muerte y se llevaría con él los pedazos de su corazón.

Era peligroso, pero la tranquilidad que lograba transmitirle bajaba sus defensas y lo exponía ante cualquier oportunidad que tuviera Cupido de lanzarle una de sus puntiagudas flechas. Quizás el maldito ya había dado en el blanco hace mucho tiempo, pero sabía de antemano que siempre volvería buscando revancha después de tantas decepciones amorosas. Esperaba con fuerzas que esta fuera la primera y única excepción.

Cuando sus labios se separaron mas no así sus cuerpos, Ryan no pudo ver una sola pizca de arrepentimiento en sus ojos. La cara de embobado del menor aceleró su ritmo cardíaco de una forma tan enfermiza que le aterraba la idea de que aquel solo fuese otro de sus sueños.

—¿Qué?

—No lo sé —Oliver rio; esto era muy confuso para ambos—. Te quedaste mirándome por mucho tiempo. Creí que había hecho algo mal.

—Tú nunca haces nada mal —confesó, sincero.

—¿Entonces por qué se siente tan incorrecto haberte besado?

Ryan suspiró. Oliver era un chico lleno de inseguridades y dudas existenciales; el pobre apenas sabía quién era en esta vida y cada paso que diera era motivo para cuestionarse.

Ya había lidiado con chicos así en su adolescencia. Esos que jamás se animaron a ir más allá de unos besos discretos porque la preocupación de ser descubiertos les carcomía las entrañas. No los culpaba, claro que no lo hacía. Sin embargo, gran parte de sus desastres amorosos iniciaban con ese tipo de actitudes, por lo que había comenzado a evitar a esa clase de chicos.

—Porque es algo nuevo para ti —respondió con simpleza—. Y lo nuevo nos asusta a todos, Oliver.

—No debería sentirse así besar a la persona que te gusta.

El alma de Ryan dio un vuelco al oírlo.

—¿Te gusto, Fields? —preguntó con cierto temor.

—No, por eso te besé y me estoy sincerando contigo.

—¿Estás siendo sarcástico?

—Define "sarcástico".

—Oliver —puchereó—. No seas malo conmigo.

—Yo no pregunté lo que es obvio para los dos.

—¿Entonces es un sí?

—¿Quieres que sea un sí?

—¡Deja de confundirme!

—¡Tú te estás confundiendo solo! —contraatacó entre risas.

El más alto tomó una gran bocanada de aire, apaciguando sus adentros y poniendo sus ideas en orden. Su cabeza estaba dando mil y una vueltas, y la terquedad de Oliver no era de mucha ayuda.

—Vamos a aclarar algo porque esto va a volverme loco —unió sus palmas, como su fuera a rezar—. Esta es la ¿tercera? Es la tercera vez que nos besamos. Sin alcohol de por medio y sin tus padres llevándote a hacer estupideces. Por favor, déjame terminar —soltó con rapidez viendo cómo Oliver abría la boca—. Solo necesito saber si estás yendo en serio con esto y no es otra de tus reacciones impulsivas que juegan con mi cordura.

Fuego en fuego [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora